A pesar de los vaticinios futuristas y de los muchos experimentos de clonación que se hacen por todo el mundo, 20 años adentro del siglo XXI todavía los seres humanos, todos sin excepción, hemos nacido abriéndonos campo por una vagina (o aterrizando en las manos enguantadas de un médico en una cesárea). No hay otra manera. Aún no nos hacemos la pregunta de si el compañero de salón, el nuevo vecino, o la señora de las empanadas son humanos naturales, clonados o creados en laboratorio. Todos nacemos por la decisión de alguien, y seguimos vivos porque, una vez paridos, alguien acunó y alimentó a ese ser tan absolutamente vulnerable, tan incapaz de todo, que es el recién nacido. Existimos porque alguien nos parió, pero estamos vivos porque alguien nos cuidó. A veces las dos funciones las hace la misma persona, a veces no. Ser madre es una actitud, no un mero acto biológico, por eso existen la adopción, los padres que son “una madre”, los abuelos o tíos que reemplazan ante la ausencia de madres biológicas, la supervivencia suya y mía y la de 7.500 millones de habitantes del planeta. Los mitos dicen que la madre de Rómulo y Remo fue una loba, la de Tarzán una gorila, y la de Jesús, una virgen; pero la realidad es que a todos los mortales nos cuidó un ser de carne, hueso, corazón y mente, un ser humano hombre o mujer que nos dio amor. Donde hay familia, cuidado y protección, hay madre, y es a esa persona a quien celebramos el segundo domingo de mayo. El día de la madre siempre me gustó porque era un domingo particular, una fiesta sin cumpleaños feliz, pero con regalos, almuerzo especial y hermanos reunidos. Un día hace 28 años la agasajada empecé a ser yo, y a mi me abrazan esa mañana con el desayuno en la cama. ¿Cómo no amar el día de la madre, las fantásticas manualidades del colegio y las palabras de amor a media lengua? Claro, es un festín del consumo y de Fenalco, y un cliché que reproduce los roles de género en una celebración católica mariana. Pero también es la fecha establecida para la renovación de un voto de afecto. Un rito. Una costumbre. Lo dramático es que el de la madre sea el día histórico de mayor congestión en las urgencias hospitalarias colombianas. Heridos a machete, a bala, a golpes. Muertos. Con mi mamá nadie se mete. Cuál mamá, hijueputa. Y así. Hombres, en su mayoría. Es como si ese día se envalentonaran, y salieran a flote las defensas más primarias del ser humano. ¿Cuáles son los resortes que disparan esa agresividad? ¿Esto es lo que sucede cuando se mastican así las emociones más profundas, los amores y los dolores, en un almuerzo que se baja con licor? ¿A nombre de cuál cliché de madre se ampara la violencia de este día? Si bien en muchos países el origen del día de la madre está ligado a la religión, en los Estados Unidos se relaciona con el activismo pacifista de Julia Ward Howe, una mujer que en el siglo XIX abogaba por establecer el ‘Día de las madres para promover la paz’, primero entre las partes enfrentadas en la guerra de secesión, después haciéndolo extensivo a todas las guerras. En una proclama de 1870, Howe se rebela contra el destino bélico para los hijos e incluso deposita en las madres la capacidad de ser los únicos seres que pueden alcanzar la paz para el mundo. “No se llevarán a nuestros hijos para que desprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad, la compasión y la paciencia. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país para permitir que nuestros hijos se entrenen para herir a los suyos (…) En nombre de la maternidad y la humanidad, les pido solemnemente que sea designado un congreso general de mujeres, sin importar nacionalidad, y que se lleve a cabo en algún lugar que resulte conveniente, a la brevedad posible, para promover la alianza de diferentes naciones, el arreglo amistoso de cuestiones internacionales y la gran causa universal de la paz”. Siguiendo a Howe, el día de la madre nace del clamor por la paz para los hijos, no de una supuesta santificación de la figura de una madre abstracta. Es un llamado a recordar que quien ama a los hijos es quien mejor encarna la lucha contra la guerra que se los arrebata. Ser madre no es una una actitud natural de la mujer que pare, si así fuera no existirían los niños abandonados ni los maltratados; ser madre es entregar amor incondicional para proteger a los hijos de lo que les dañe. @anaruizpe