Estamos entre dos temas complejos de manejar, una generación X que realmente tenía normalizados los chistes pesados y un poco el bulling, incluso laboralmente, y una generación millenial y centennial que no conciben que se les alce un poco la voz.
Si las nuevas generaciones han sido educadas bajo la lógica de que todo se soluciona fácil, porque todo lo pueden y todos “les deben algo”, así van a actuar cuando lleguen a la vida adulta laboral. He visto casos ejemplo de jóvenes consagrados y comprometidos con su trabajo, pero debo decir que también he sobrevivido a los caprichosos que bajo la apariencia de víctimas arrogantes culpan de lo demás al mundo y creen que ellos son absolutos inocentes de todo lo que les pasa.
El problema está en que parece que nadie da un paso al punto medio para lograr una mejor relación. Todavía escucho chistes y comentarios flojos de los mayores, incluso con enfoques de discriminación que no caen bien, pero que son sobrevalorados también por los más jóvenes.
¿Cómo ser resiliente? Se habla mucho de la imperiosa necesidad de serlo en tiempos de cambio, pero a nadie le enseñan realmente a serlo. Está claro que hay que empezar por saber procesar que lo perfecto no existe, que las circunstancias no son controlables la mayoría de las veces y que las cosas no duran para siempre.
No pensaría que la baja tolerancia a la frustración está solo amarrada a una u otra generación. Creo que está más pegada a las trampas del ego propio que no nos deja mostrar ni un poco de vulnerabilidad. Es como un llamado a seres todopoderosos de permanente éxito. Y al final, ¿el éxito solo está asociado a las cosas materiales? ¿A lo increíble que eres escalando posiciones o estudiando?
Si soltamos el control y partimos de la base de una empatía que entienda realmente a los demás, empezamos un buen camino a ser resilientes, ya que solo a través de dejar fluir se puede volver a tomar impulso para reconstruir lo que se ha ido temporalmente hacia abajo.
El tema de que la vida es justa o injusta es simplemente una forma de ver cómo se supone que todo lo bueno sí lo merecemos, pero lo malo lo merecen los demás. Jamás yo mismo. Entre otras cosas, juzgar algo como blanco o negro es solo una cuestión de perspectiva, porque las situaciones son eso, situaciones.
La resiliencia real obliga a dos actos básicos del ser humano, entender que hay que seguir el camino con convicción y a no quedarse en el pasado, a pesar de lo doloroso que puede haber en esas experiencias que nos bloquean.
En nuestra tendencia de victimización se oye poco al que ante la dificultad asuma su impacto. No es regular escuchar, “es mi culpa” dentro de los ambientes corporativos… ahora que lo pienso tampoco en los familiares, ni en los círculos de amigos.
La tendencia humana es a encontrar a los responsables de las cosas que salen mal fuera de sí mismo. A encontrar que yo soy “inocente” y solo una víctima. Si algo me ha enseñado la vida es que mis acciones tienen consecuencias y que soy corresponsable de todas las decisiones que tomo en el camino. Buenas, malas, regulares… eso le corresponde a cada uno evaluarlo. Lo que sí es claro es que no podemos vivir echándole la culpa a los demás de nuestro propio actuar. Hay que asumir las equivocaciones.
Responde por tus actos, aclara las cosas antes de que pasen, si eres líder, encárgate de que todos tengan las expectativas claras y nunca te olvides de que hay cosas con las que hay que convivir en un mundo imperfecto, donde estamos rodeados de seres imperfectos, donde el primero eres tú.
Si soy… si soy responsable de lo que me ocurre, si tengo injerencia en lo que me pasa, si puedo decidir mal y si puedo asumir un riesgo. Pongámonos de acuerdo con ser más responsables, con respeto, sin bulling, con un poco más de un sentimiento de armonía donde yo no sea lo único que importa.