Lo que le están haciendo a Sigifredo López en la JEP es una vergüenza. Se está impidiendo que una persona que ha sido víctima de crímenes atroces no conozca su verdad ni la de sus compañeros. Como su nombre lo indica, la JEP es la Jurisdicción Especial para la Paz y como se lee en su página de internet: “La JEP fue creada para satisfacer los derechos de las víctimas a la justicia, ofrecerles verdad y contribuir a su reparación, con el propósito de construir una paz estable y duradera”.
Habrá casos en los que la JEP funciona y en los que a las víctimas se les ofrece verdad, pero eso no es lo que está pasando con el caso de Sigifredo López, exdiputado del Valle y único sobreviviente de dicho secuestro y masacre. Hay que hacer memoria y recordar que el 11 de abril del 2002 integrantes de las Farc se tomaron la Asamblea del Valle del Cauca y secuestraron a doce diputados. Tras cinco años de secuestro, el 18 de junio de 2007 se supo que habían asesinado a once de los doce diputados del Valle, siendo el único sobreviviente Sigifredo López, quien fue liberado dos años después. En el 2012 fue incriminado en el secuestro, pero unos meses después la Fiscalía ofreció disculpas públicas al respecto.
Quince años después del asesinato de sus compañeros, el pasado viernes López asistió a una audiencia de la JEP, en la que los exguerrilleros respondían preguntas y daban testimonios acerca del caso de los diputados del Valle. López les preguntó a los exintegrantes de las Farc cómo habían asesinado a sus compañeros, pero fue silenciado, primero por la Procuraduría, quien sugirió que las preguntas fueran hechas por los abogados de López, quien insistió en quererse representar así mismo. La discusión fue acallada por la magistrada Julieta Lemaitre, quien decidió tomar una pausa para hablar con los representantes de las víctimas en privado. López fue entrevistado en Vicky en Semana y dijo: “para mí es muy lamentable que las víctimas no puedan ejercer sus derechos y yo no puedo quedarme callado viendo como dicen mentiras delante de uno y no se pueda ni siquiera preguntar”. También dijo que: “en la forma en la que se está presentando el principio ideológico está impidiendo que se conozca la verdad y se está vulnerando el derecho fundamental de las víctimas a conocerla…”.
Este caso solo se puede resumir en el silenciamiento de una víctima. ¿Por qué limitar a las víctimas que quieren conocer las verdades? Esto se ha convertido en un circo que no tiene ni pies ni cabeza y que tiene los papeles reversados. Es cierto que los ciudadanos quieren la paz, pero ¿de qué paz se está hablando? ¿De una paz sin verdades, con mentiras fabricadas para callar a las víctimas de crímenes atroces? ¿De una paz en la que las víctimas no saben qué les pasó a sus seres queridos, ni cómo fueron sus últimos minutos?
No, esa es una paz injusta y enferma que no es real, y que no va a permitir que los afectados y sus familias puedan perdonar y mucho menos puedan seguir adelante. Esto no es una obra de teatro inventada, es la vida real de miles de colombianos que necesitan justicia y verdades, verdades reales y transparentes.
No es justo jugar con la memoria de aquellos que ya no están y no pueden contar sus verdades. Por ellos hay que hacer justicia y defender sus legados.
Como dijo Menachem Begin: “La paz es la victoria de una causa justa, el triunfo de la verdad”.