Esta no es una columna en contra de Gustavo Petro. Esta vez no me detendré en hacer ahínco en lo que muchos consideran que podría ser su gobierno. Tampoco haré un análisis de la advertencia que les hacen firmas como Goldman Sachs a sus clientes sobre el futuro del país, cuando mencionan en su más reciente documento a sus clientes de la región que “la elección podría generar un cambio de régimen que se distancie de las políticas amigables a los inversionistas, que han caracterizado a Colombia en los últimos años”, haciendo referencia a una eventual victoria del candidato de la Colombia Humana.
No, todo lo contrario. Esta es una columna para subrayar que Petro está haciendo una campaña perfecta. El exalcalde de Bogotá no pasa día sin generar un hito político que lo ponga en la conversación nacional. Las tres últimas semanas del candidato han sido excepcionales. Primero, se reunió con el presidente del Gobierno español en Madrid. Luego logró un abrazo de oso con Thomas Piketty, uno de los economistas contemporáneos más citados del planeta, que prefirió sentarse con el aspirante a mandatario que tomar café con los muy encopetados directivos del Banco de la República. Y, finalmente, sostuvo un mentado encuentro con el papa Francisco en el Vaticano.
Ya sé qué van a decir sus malquerientes. Que Pedro Sánchez es una piraña mueca; que no tiene dientes; que es el mandatario con menos poder de la historia reciente española; que es un títere de la izquierda global; y que es un embajador europeo de todo lo que huela a socialismo del siglo XXI. También gritarán que Piketty es realmente un “paketti”. Que sus escritos carecen de rigor metodológico y que ha ahorcado a los números para que confirmen sus conclusiones populistas de que la única manera de crecer para los países es buscando que los ricos paguen más impuestos. Y, finalmente, que el papa Francisco es realmente un lagarto. Un hombre que esconde debajo de la sotana una intencionalidad política de izquierda. Que es un revolucionario detrás de un crucifijo y que sus dogmas lo han llevado a despegarse de la realidad.
Pueden decir todo lo que crean, pero la verdad es que Petro los lleva arrasando. El candidato que hoy sigue punteando en las encuestas y continúa en carrera ascendente, de acuerdo con los estudios que presenta esta misma edición de SEMANA, está haciendo, hoy por hoy, la mejor campaña hacia la presidencia de Colombia.
Los demás candidatos parecen estáticos, dubitativos y errantes. Colectivamente, son reminiscentes a esa selección nacional que acaba de ser prácticamente eliminada del Mundial. Los contendores del exsenador miran impávidos cómo su rival domina el balón, marca los tiempos y hace los goles.
¿Qué es lo que están esperando? Ese pareciera ser el misterio. Pero cuando se les pregunta a los estrategas y personas cercanas a las campañas sobre la impavidez de sus candidatos, la respuesta es que simplemente se están moviendo en otras esferas. “Están hablando con la gente”, dicen algunos hasta con orgullo. Falta ver con qué gente, porque, la verdad, el único que hasta hoy llena plazas lo hace con una P de Petro en toda la mitad.
En todo esto queda claro, como ha ocurrido casi en toda América Latina en estos procesos recientes, que el ego de los candidatos del centro y la derecha los enceguece. No hay todavía uno que ceda a sus aspiraciones para fortalecer a otro y que finalmente aparezca un rival de calidad que se le mida a Petro.
Y, como postre, los candidatos ya dejaron que se les monte Rodolfo Hernández en el segundo lugar de las preferencias. Uno que, si Petro no estuviera en la contienda, representa todo lo que las democracias liberales tienden a rechazar: el populismo en su máxima expresión. El exalcalde de Bucaramanga está “emparapetado” en el discurso de la corrupción y antisistema, bailándole a la derecha o izquierda indiscriminadamente, buscando un mejor postor. Su propuesta es cualquiera, siempre y cuando esta resuene con las mayorías, condición esencial de los populistas, tal y como lo definen los académicos que analizan el tema.
¿Será que los candidatos están esperando a que pasen los días para ponerse las pilas o esto se fue así? No tengo una respuesta definitiva. Lo que sí le puedo decir es que los partidos se ganan o se pierden, no solamente por las virtudes propias, sino también por los defectos del contrincante. Y en esta contienda electoral, las mulas parecen muy mansas. Tal vez sea el momento en que se unan varios de los proponentes. En aras de una verdadera lucha de opciones democráticas, Petro necesita un rival de peso, no varios livianitos.