La élite política tradicional del país, esa vieja clase que muchos odiamos, ha mostrado, de nuevo, su verdadera cara, por unos minutos se ha quitado la máscara, ahora mediante mayorías lideradas por Cambio Radical y el Centro Democrático, aunque concurrieron casi todos los partidos, menos los de oposición, han dado un verdadero golpe de Estado. Quieren alargar el periodo de los actuales alcaldes y gobernadores con el fin, supuestamente, de unificar periodos y hacer coincidir elecciones nacionales y regionales. Esa clase política fue la que convenció a más de la mitad del país de que no elegirlos llevaría a Colombia a un abismo, supuestamente, esa clase política que se ha robado el país, que se ha aliado con grupos criminales para exterminar la oposición, la misma que ha empobrecido a miles de colombianos, se declara demócrata y ha tomado como bandera hablar de Maduro, de Venezuela, de la dictadura, ha logrado venderse como los demócratas más demócratas del continente, es tal la locura que han ofrecido al país para una posible operación militar contra el vecino, con el objetivo de recuperar la democracia en Venezuela. Pero solo es discurso, la democracia les importa bien poco. Esta élite sabe que el país está cambiando. Los resultados de las legislativas le asustan, la increíble votación de Mockus o Robledo les causa pánico, la votación de la consulta anticorrupción les hace prever que mucha gente ya no cree en ellos y que podrían perder importantes bastiones políticos en las elecciones locales y regionales del próximo año. Seguramente perderán Bogotá y Cali, podrían perder Barranquilla, Bucaramanga y hasta algunas ciudades del eje cafetero. Como saben que su caída es casi segura, intentan mediante una ley acabar la democracia y restringir el voto. Lo que tratan de hacer es un verdadero golpe de Estado. Sería mejor que destaparan las cartas y que digan de frente que les gusta el modelo de la Constitución de 1886, donde el presidente nombraba alcaldes y gobernadores. Hacer coincidir elecciones locales y regionales impactaría de forma sustancial el equilibrio de poderes, pero además premiaría permanecer en el poder a una serie de élites depredadoras. Hay varios ejemplos, uno de ellos es el departamento del Magdalena con su actual gobernadora Rosa Cotes, quien es esposa del parapolítico Chico Zúñiga, además pertenece al cuestionado Clan de los Conejos y su antecesor, es decir, su sobrino, ha sido muy cuestionado en su paso por la Gobernación, tal vez lo de la Ruta de la Prosperidad se recuerde muy bien. También alargando el periodo debemos aguantarnos a Dilian Francisca Toro y todos sus cuestionamientos. O el ejemplo de Luis Pérez en Antioquia, quien a pesar de los escándalos en que ha estado envuelto no le pasa nada, él dice que será presidente. Pero también está el caso de Peñalosa o el del gobernador de La Guajira muy cercano a la cuestionada Cielo Redondo. Fíjense, en este golpe de Estado coinciden todos, todos los viejos políticos: Vargas Lleras obviamente debía ser el primero, Uribe y su secta, cuasi religiosa, del Centro Democrático, también Gaviria y su desteñido Partido Liberal y no podían faltar los Conservadores en primera línea. Otra cosa que quedó clara es que ese cuentico de jóvenes en política y que por el hecho der ser jóvenes no representan los intereses de los corruptos parece un chiste mal echado. Los jóvenes de los partidos tradicionales mostraron sus rostros. Por alargar los periodos de alcaldes y gobernadores votaron Samuel Hoyos, Gabriel Santos y Jaime Uscátegui del Centro Democrático, todos muy jóvenes, de la supuesta nueva política. Todos esos políticos se compraron el discurso de la lucha contra la corrupción, pero solo el discurso no la práctica, y mediante ese discurso, en un montón de reformas están metiendo verdaderos orangutanes para restringir la democracia en Colombia. Los partidos alternativos, además de afrontar el exterminio físico, pues cada tres días asesinan un líder social en Colombia, ahora deben afrontar la guerra jurídica. Y a esto le llaman la mejor democracia de América del sur, la más estable, pero tranquilos, no nos vamos a volver como Venezuela.