Nunca antes vi tanta gente en las redes quejándose de su soledad como el pasado día de San Valentín. Algunos reclamaban con nostalgia, “Este año no tengo quien me regale en San Valentín”; otros vieron allí un negocio, “Me alquilo de novio por San Valentín”. Un amigo escribió: “Me aterra ver cómo hay personas que se sienten miserables porque no tienen a alguien al lado en esta fecha. Hay algunos que buscan cuadrarse con quien sea con tal de tener con quien celebrar”. Lo dijo un millenial sobre su generación: esos chicos que hoy promedian los veinte años, que es cuando uno tiene más amigos. Quizás el desespero este día por el amor siempre ha sido así, pero antes no existían las redes, que todo lo evidencian, y no éramos tan conscientes de que había tanta gente con peores rollos que los nuestros.Hace poco almorcé en casa de unos amigos en los que había otra pareja con un niño de 3 años. Mientras el hijo de mis amigos correteaba y gritaba por su casa, el otro jugaba con un celular. La mamá me explicó que el niño antes era hiperactivo, pero desde que descubrió el teléfono, ella y su marido pueden hacer más vida social. Así inicia el vicio. Las redes nacieron como una herramienta para conectar a los amigos y han trocado en una droga que “soluciona” un problema que ellas mismas generan. Sean Parker, el primer presidente que tuvo Facebook, dijo hace poco “Para conseguir que la gente permaneciera mucho tiempo en la red había que generar descargas de dopamina (pequeños instantes de felicidad)”. Para ello los de Facebook se inventaron los “me gusta”, los cuales “explotan una vulnerabilidad de la psicología humana”. La hiperconectividad es real, pero los “amigos” que hay allí son un pajazo mental.Como se sabe, hay un largo trecho entre estar solo y sentirse solo. Los primeros pueden estar físicamente aislados y aun así la soledad para ellos no es un dolor o una tragedia. ¡Se la gozan! Los segundos son personas que se sienten solas así estén entre una multitud, tengan familia, amigos o un gran círculo de seguidores en las redes. En este caso la soledad es una falta de conexión. No sienten sintonía con nadie. Se conectan con la pantalla pero no con la gente. Investigaciones recientes afirman que el 40 por ciento de las personas se sienten solas y no saben enfrentar la soledad.La soledad en las grandes ciudades comienza a dar graves signos de alerta. Los expertos la asocian con la depresión o la melancolía, y se refieren a ella como una epidemia, una patología. Es por esto que una empresa en China ofrece a hombres solteros muñecas que hablan, y ya no aquellas para sexo; que en España, comienza a consolidarse el programa Familias postizas para personas de la tercera edad; y que en Inglaterra el gobierno de Theresa May se ha tomado tan en serio el asunto, que acaba de nombrar la primera ministra de la Soledad. Aunque ciertamente su preocupación no obedece a razones del todo humanitarias. Como siempre, “¡es la economía, estúpido!”: los que se sienten solos se enferman más y por cuenta de este rubro Inglaterra está gastando anualmente $2´300.000 por persona. Con esto, la soledad es ya un problema de salud pública. Si somos conscientes del daño de las redes, ¿seremos capaces de pisar el freno al círculo vicioso de que hay que seguir conectado con tal de no sentirse solo?@sanchezbaute