Al igual que muchos colombianos, me sorprendí al escuchar la declaración del canciller Luis Gilberto Murillo la semana pasada. En línea con la política de paz total y el compromiso con la ayuda humanitaria al pueblo palestino, anunció una iniciativa para asistir a niños lesionados de la Franja de Gaza. Explicó que estos niños, junto con sus familias, serán acogidos en Colombia para su rehabilitación. Se prevé traer aproximadamente entre 35 y 50 niños y niñas que sufrieron mutilaciones y que actualmente se encuentran en Egipto, afectados por el conflicto en Gaza. El plan es que permanezcan en el país junto a sus acompañantes o familiares por un período de seis meses antes de regresar a Egipto.
La reciente acción del Gobierno colombiano, desde una perspectiva humanitaria, seguramente será vista internacionalmente como un destacado acto de compasión de la administración actual. Esto representa un intento de liderazgo en cuestiones de paz mundial, especialmente tras la omisión de participar en el foro de paz de Suiza sobre Ucrania. Esta decisión podría servir de modelo para otros países, incluyendo aquellos que han mostrado apoyo público a Palestina en su conflicto con Israel, un contexto en que organizaciones como Hamás, reconocida como terrorista por varios países, desempeñan un papel central. Es evidente que cada nación tiene sus propios motivos y metas al adoptar tales decisiones.
Esto plantea interrogantes sobre las verdaderas intenciones del presidente de Colombia y su administración con respecto a esta medida humanitaria, considerando que el presidente fue miembro del M-19, anteriormente una organización armada en Colombia. Además, se sabe que muchos habitantes de Gaza apoyan a Hamás, como lo reflejaron los resultados electorales en los que Hamás obtuvo una mayoría significativa. Este hecho es uno de los argumentos para la resistencia contra la ocupación israelí, donde el Gobierno colombiano ha liderado internacionalmente la oposición a estas políticas israelíes, llegando a cortar relaciones diplomáticas, lo cual podría ser visto como un apoyo indirecto a grupos de resistencia.
Considerando el contexto político actual en Colombia, existe preocupación acerca de la estrategia que parece humanitaria de traer a niños desde Gaza que ya reciben atención médica adecuada en Egipto. Estos niños están siendo atendidos por organizaciones médicas internacionales como Médicos Sin Fronteras, la Cruz Roja Internacional y Save the Children, que cuentan con recursos comparables o superiores a los que podríamos ofrecer en Colombia. Además, estos niños ya se encuentran en una región cercana y no necesitarían ser trasladados a otro continente.
Sería más razonable que nuestros médicos se unieran a estos esfuerzos en Egipto, en lugar de trasladar a los niños y a sus acompañantes a Colombia. Esta propuesta genera inquietudes, especialmente porque, en Colombia, algunos grupos vinculados a la política de paz total tienen relaciones ocultas con Hamás. Un ejemplo es la primera línea, que ha mostrado solidaridad con Hamás, reconocido por su resistencia a lo que consideran una ocupación ilegal de Israel.
En la política de paz total en Colombia, como mencioné en mi columna anterior, el ELN, conocido por su postura antiimperialista y antiestadounidense, tiene un papel crucial. Este grupo ha encontrado puntos en común ideológicos con Hamás en el conflicto del Oriente Medio. Las tácticas de lucha armada empleadas tanto por el ELN como por Hamás son similares, lo que ha fomentado una empatía y solidaridad entre ellos, especialmente en sus estrategias para enfrentar a sus adversarios.
Retomando el tema del traslado de niños de Gaza a Colombia, el Gobierno colombiano planea llevar a cabo esta iniciativa con un enfoque puramente humanitario, desligado de intenciones políticas y enfocado en la recuperación de los niños mediante tratamientos médicos en instituciones reconocidas como el Hospital Militar, conocido por tratar a víctimas del conflicto armado interno.
Sin embargo, es importante señalar cómo grupos como Hamás han utilizado históricamente a niños afectados por conflictos para captar la atención internacional, generando simpatía y presión sobre otros países en busca de apoyo político o económico. Esta estrategia también parece influir en cómo la opinión pública global y la percepción internacional del conflicto pueden estar siendo afectadas por la decisión del Gobierno colombiano de participar en esta dinámica.
Ya lo están logrando. Sin embargo, como colombianos, debemos preocuparnos y estar alertas sobre quiénes son los acompañantes y familiares de estos niños que estarán en Colombia durante los diálogos de paz total. Existe la preocupación de que podrían ser infiltrados de Hamás, lo cual representaría una estrategia para continuar debilitando nuestras fuerzas militares y policiales en un momento en que el Gobierno ha limitado la inteligencia y contrainteligencia y ha retirado a los militares más capacitados para enfrentar guerrillas y delincuentes. Aunque no quiero parecer pesimista, la llegada de los niños palestinos y sus acompañantes podría ser una estrategia más para debilitar nuestra democracia, similar a tácticas empleadas en Oriente Medio.