Una de mis lecturas favoritas es la Gaceta del Congreso, el periódico del Senado y la Cámara de Representantes. En estos días, por pura casualidad, me encontré una afirmación equivocada que en 2003 lanzó el senador Jorge Enrique Robledo sobre George Soros, el magnate de origen húngaro cuya fortuna se estima en 6.700 millones de dólares, según la revista Forbes. “George Soros es un gran especulador financiero, uno de los más famosos del mundo. El señor Soros hace algunos años, senadores, le tumbó en un negocio de especulación algo así como 2.000 millones de dólares en una semana al Banco de Inglaterra”, afirmó Robledo. Nada de eso. Soros no le tumbó ni un penique al Banco de Inglaterra. Sencillamente, consideró que en 1992 la libra esterlina estaba sobrevalorada en relación con otras monedas y que no reflejaba la débil economía del Reino Unido, y utilizando varias estrategias financieras legales apostó a que la libra iba a caer, como en efecto cayó. Esa apuesta le dejó a Soros utilidades por 1.000 millones de dólares. Si hubiera estafado al Banco de Inglaterra, se le habría abierto una causa criminal y lo habrían vetado en los distintos mercados financieros, incluyendo el de Nueva York, donde reside el señor Soros. El senador Robledo habló sin conocimiento de causa.

Especulación es una palabra que le huele mal a algunas personas, pero no es más que la operación comercial que se practica con mercancías, valores o efectos públicos con ánimo de obtener lucro. Cuando el cambio del dólar estuvo hasta hace algo más de diez años entre 1.800 y 2.000 pesos, las acciones de Bancolombia llegaron a valer más de 60 dólares en la Bolsa de Nueva York. Pero cuando la moneda colombiana empezó a perder valor frente al dólar, las acciones de Bancolombia bajaron a 24 dólares, no porque el banco estuviera en aprietos, sino porque sus utilidades y sus activos estaban en una moneda que valía mucho menos en dólares. Quien hubiera apostado a la baja con las acciones de Bancolombia hubiera especulado, pero sin tumbarle plata ni a Bancolombia ni al Banco de la República. Esa operación de apostar a la baja de una acción o de una moneda se llama vender en corto (short-selling), y los que no conocen el abecé de los mercados financieros creen que es antiética, pero es lícita y legal en las bolsas de valores. Consiste en vender acciones prestadas y esperar a que bajen para recomprarlas a menor precio, reponerlas y hacer la ganancia. Es una operación de mucho riesgo, pues si la acción no baja sino que sube, las pérdidas pueden ser gigantescas.

Una firma que se especializa en vender en corto es Hindenburg. Hace no mucho tiempo publicó un informe cuestionando prácticas de Tecnoglass, la empresa de Barranquilla que exporta vidrio y que es una de las pocas compañías colombianas que cotiza en las bolsas neoyorquinas. Hindenburg suele empezar a apostar a la baja antes de divulgar sus informes y en casi todos los casos logra consolidar una ganancia porque sus investigaciones son consideradas objetivas.

Vender en corto fue una de las herramientas utilizadas por Soros cuando apostó a la baja de la libra esterlina. En Colombia son muchas las organizaciones no gubernamentales que se benefician hoy de esas apuestas especulativas que Soros empleó en su vida de financista. Soros donó cuatro veces la fortuna que tiene a la fundación Open Society. Estos son algunos de los beneficiarios de la munificencia de Soros en los años 2019-2022: Corporación Justicia y Democracia, 490.000 dólares; Transparencia por Colombia, 1.800.000; Afrodes, Asociación Nacional de Afrocolombianos Desplazados, 928.880; Unión de Trabajadoras Afrocolombianas del Servicio Doméstico, 100.000; Universidad de los Andes, investigaciones sobre igualdad de género, infraestructura urbana, política de drogas, etc., 3.449.000; Corporación Agencia Afrocolombiana Hileros, 200.000; Escuela Nacional Sindical, 220.000; Corporación Fernando González-Otraparte, 755.000; Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), 789.000; periódico La Opinión, portal para migrantes venezolanos, 70.000; Corpocurrulao, diálogo sobre el racismo, 120.000; Organización Nacional Indígena de Colombia, 170.000; Profamilia, 788.000.

Sin un benefactor como Soros, que hoy tiene 93 años, nadie financiaría esos proyectos.