Quien no ha disfrutado un helado de coco diagonal al hotel Guadalajara, unas chuletas con empanadas en ‘El Rey’ o un manjar blanco comprado donde ‘las Serna’, no conoce Guadalajara de Buga, de acuerdo con las buenas recomendaciones de sus habitantes.
El recogimiento de los creyentes que visitan la Basílica es impactante. ¡Todos guardamos la esperanza de ver cumplida nuestra petición de salud y amor al Señor de los Milagros! Se estima que son casi tres millones de visitantes al año, en su mayoría fruto del turismo religioso.
Al preguntar por el Señor de los Milagros de Buga, con mucho orgullo me compartieron la historia de una anciana de origen indígena que vivía de lavar ropa. Ella tomó la decisión de compartir generosamente sus ahorros, para ayudar a un hombre que necesitaba pagar una deuda y así evitar ir a prisión, renunciando a su propósito inicial de comprar un crucifijo. Días después, la anciana encontró por casualidad un Jesucristo crucificado en las aguas del río, el cual llevó feliz a su hogar; y al poco tiempo, con gran sorpresa para ella y para la comunidad, este aumentó de tamaño.
Lo más interesante, al escuchar tanto a jóvenes como a personas mayores, es observar cómo esta tradición se ha transmitido de generación en generación y ha convertido a Buga en un espacio para la reflexión de los creyentes en Colombia y el mundo.
Sin embargo, el fervor tiene su mejor aliado cuando los visitantes recorren escenarios únicos como sus casas coloniales, el faro, la estación del ferrocarril, entre otros, que muestran el esplendor de una de las ciudades más antiguas de Colombia, colmada de extraordinaria arquitectura. Pero lo más importante es hablar con sus habitantes para escuchar sus historias y anécdotas.
Para comprender realmente la riqueza de la ciudad, fundada cuatro veces, se requiere vivir la experiencia de compartir las tradiciones familiares bugueñas como la de Don Gustavo, quien invita a su casa todas las semanas a comer un sancocho con frituras a todos los miembros de su familia y amigos como un espacio de diálogo, reflexión y diversión. Esto lo hace pensando en ayudar a quienes lo requieren, sin duda mucho más de lo que le corresponde.
Entre las recomendaciones finales para los visitantes de la ciudad, ubicada en el centro del Valle, se podría mencionar la riqueza natural de la región como la Laguna de Sonso, su ganadería, su agricultura, la belleza de los cañaduzales, entre muchas otras. En mi opinión, lo que toda persona debe buscar en Buga es un buen consejo con la sabiduría de la tradición, en el porche de la casa de una familia vallecaucana al caer la tarde.
P.D.: me uno a las personas que atentamente esperan a las 12 del medio día para escuchar la puntualidad de la sirena de la estación de bomberos.
Mis redes sociales @alejandrocheyne. Rector de la Universidad del Rosario.