En tan solo siete meses en el cargo, la fiscal general de la nación, Luz Adriana Camargo, confirmó con creces que no es una fiscal independiente y que sus acciones y las de la entidad a su cargo ya tienen un objetivo político, la oposición. Tal y como lo hace Tarek William Saab en Venezuela para perseguir opositores de la dictadura de Nicolás Maduro, con un poco más de cautela, pero con el mismo fin, Camargo ha puesto esta entidad en el mismo camino.
Hay tres casos que muestran lo que está sucediendo. El primero es el caso contra el expresidente Álvaro Uribe. Luego de cuatro años de investigación y de que dos fiscales –Gabriel Jaimes y Javier Cárdenas– dijeron que no había pruebas para acusar, en un mes con la nueva fiscal cambian de opinión y acusan a Uribe de tres cargos. ¿Hubo explicación alguna del cambio de posición y si encontraron nuevas pruebas? No. ¿Hubo una explicación de pruebas que no se hubieran tenido en cuenta? Tampoco. El mensaje era claro, acá el uribismo y la oposición están en la mira.
Ni hablar del tema de las evidencias, de la información que fue borrada de los computadores y de la falta de garantías por parte de la Fiscalía y del juez, algo que afortunadamente subsanó el Tribunal Superior de Bogotá, donde la capacidad de presión o la influencia de un Gobierno es muchísimo menor.
El caso de Álvaro Uribe deja un mal sabor y olor sobre la independencia de la Fiscalía, pero el caso de estas últimas semanas deja en claro para dónde va la entidad. La Fiscalía reabrió un caso: el del exdirector de DAS Andrés Peñate. En cuatro meses, esta entidad logró lo que en 15 años ocho fiscales generales, y un número similar de fiscales delegados ante la Corte, no pudieron: encontrar pruebas para acusar al exfuncionario.
La Fiscalía de Petro, hay que llamarla así, encontró en pocos meses lo que incluso fiscales poco amigos y hasta petristas, como Eduardo Montealegre, no pudieron. ¿Milagroso? No. Es la instrumentalización de la Fiscalía y, por ende, de la justicia con un objetivo político. O para ponerlo en blanco y negro, lo que Tarek William Saab hace en el vecino país para favorecer a su jefe, el mafioso Nicolás Maduro.
¿Pueden los fiscales argumentar la falta de diligencia de todos los anteriores fiscales generales y fiscales delegados encargados de la investigación? Es lo que van a hacer y lo que las bodegas de Petro ya están reafirmando a lo largo y ancho del universo digital. No hay falta de diligencia, pues el expediente contiene miles de páginas y múltiples testimonios que validan lo que Peñate ha dicho todo este tiempo y lo que contestó durante los múltiples interrogatorios a los que fue sometido. Nunca utilizó el derecho a no autoincriminarse y contestó cada uno de los interrogatorios con un nivel de detalle que obviamente a esta fiscal no le interesa. Ella tiene otro objetivo: la oposición.
Trabajé muchas veces con Peñate y me consta cómo enfrentamos a aquellos que no le daban garantías a la oposición y de cómo la protegimos, incluyendo al entonces congresista Gustavo Petro. Tal vez a él se le olvidó que el DAS, bajo Peñate, previno un atentado en su contra. Eso no les importa ni a Petro ni a la fiscal, pues ellos están en otra tarea: la de mantenerse en el poder como Saab y Maduro en Venezuela. Sorprende, o quizás no, que ahora la fiscalía quiera hacer ver a Petro como víctima del DAS de la época de Peñate. Todos sabemos que hace 15 años la Venezuela de Chávez tenía espías en Colombia comprando y difundiendo información para alimentar dos narrativas, una en contra de Uribe y otra a favor de Chávez. Lo que tal vez se nos olvidó, pero fue de público conocimiento entonces, es que en ese círculo, además de la finada Teodora, apareció la primera exmujer de Petro. No me sorprende que el DAS de entonces haya revisado esa situación, no por su vínculo con el actual presidente, sino por su conexión con el funcionario de la inteligencia chavista encargado de organizar el espionaje venezolano en Colombia.
Como si estos dos casos fueran poco, lo que la fiscal de bolsillo está haciendo con el caso del hijo del presidente Petro, Nicolás, es la consolidación de esta instrumentalización para beneficiar a unos y perseguir a otros. No es de extrañar la ira de la fiscal cuando se reveló el acuerdo con el indiciado, Nicolás Petro, en el que a cambio de casi nada, ni de revelar los nombres de los que actuaron en esa conspiración, le dan unos beneficios similares solo a los que Petro le dio de Salvatore Mancuso.
El círculo comienza a cerrarse, y ojo que lo siguiente es la persecución de unos congresistas para amenazarlos –o me vota o los encarcelo– y a los periodistas, en la que se va a pasar de señalarlas como muñecas de la mafia a dejar que la fiscal haga el trabajo sucio.
Y la oposición en lo mismo. NO han entendido el patrón de lo que se viene y siguen pensando que 2026 es más de lo mismo. No sean ingenuos, no lo es.