COMO ERA DE ESPERARSE, EL MAS INDEseado inciso de la Ley de Murphy parece redactado a imagen y semejanza de nuestra tragedia nacional: "Lo que esta mal es susceptible de empeorar". Y de qué manera. A la dificil situación que vive el país sólo faltaba sumarle el último jinete del Apocalipsis: el narcoterrorismo.Al altísimo desempleo, la ofensiva de los paramilitares, la peor recesión en 70 años, el endeble proceso de paz, la putrefacción de la política y el millón de desplazadados por la violencia, entre tantas otras desgracias, ahora parece que tendremos que soportar los cobardes coletazos de los narcos en su cruenta embestida por impedir la extradición. Ya arrancaron los bombazos y quién sabe qué nos espera a la vuelta de la esquina. Como si el inventario de desastres no fuera suficiente. Pero como hemos visto, en Locombia la espiral de la barbarie no tiene fin.Hay que reconocer que el tema de la extradición había tardado en saltar al tablado. Pese a que dicha figura fue revivida hace ya dos años por el congreso sólo hasta hace unas semanas (con la captura de varios 'peces gordos' en la operación Milenio) se le volvió a pisar la cola al tigre. Y Tste ya soltó el primer rugido. En este sentido, la bomba de la Pepe Sierra al norte de Bogotá más que pretender generar pánico colectivo, fue un mensaje de advertencia para el establecimiento y una manera de refrescarle la memoria al país de lo que es capaz el brazo armado del narcotráfico. Y lo logró. Luego del tenebroso atentado fue inevitable rebobinar las imágenes de impotencia y dolor que durante la dictadura del terror impuso Pablo Escobar.¿Vamos acaso por el mismo sendero de hace 10 años? En materia de terrorismo, de buscar arrodillar al Estado e intimidar a la sociedad, si no es por el mismo camino, es por uno muy parecido. Pero en cuanto a la organización, estructura y estrategia de los carteles, y de las condiciones propias de la guerra interna, por uno muy distinto. Y esto último no sólo complica sino que agrava el panorama.Con la muerte y captura de los grandes capos (Rodríguez, Urdinolas & Cía.) ha cambiado y se ha democratizado el negocio de la droga. Ya no operan los megacarteles, como lo fueron el de Medellín y el de Cali, con sus complejos organigramas y sus ejércitos de sicarios, sino multiples minicarteles, atomizados, canibalizados y donde cada cual lucha porsu tajada en el mercado. 'Los Extraditables' modelo 99 no tienen una cabeza visible como lo fue Escobar sino que cuentan con muchos mandos anónimos, cuyas líneas jerárquicas son más difusas y donde las reglas internas (más principios del negocio que códigos de honor) hacen parte del pasado.Embarcarse en una nueva ola narcoterrorista con estos carteles anarquizados sólo puede llevar a un desarrollo y un epílogo trágicos donde cualquiera puede pescar en río revuelto. Las autoridades no descartan por ejernplo, que la bomba de la Pepe Sierra haya sido detonada por un sector del narcotráfico que quiere acelerar la extradición de algunos capos capturados en la operación Milenio. Como están las cosas en Colombia, cada vez menos se sabe de dónde vienen las balas, quién activa las bombas y porqué se aprieta el gatillo.Pero la extradición no sólo llega en un momento de caos, crisis y creciente confusión. Su reactivación ha sido vista con gran preocupación por todos los actores del conflicto. La extradición es quizás el único factor de cohesión que existe entre los carteles de la droga, la guerrilla y los paramilitares (la participación de estos dos últimos en el negocio de la droga ha alertado a las autoridades norteamericanas). Aunque una triple alianza de estos grupos armados en contra del Estado para tratar de abolirla es bastante improbable mas no imposible, existe una gigantesca infraestructura bélica sin razón social definida dispuesta a subastarse al mejor postor que quiera desestabilizar el país.Luego de la bomba que estalló al norte de Bogotá, el país tiene que cerrar filas contra el chantaje del terror y, como lo dijo el editorial de El Tiempo, toda la sociedad se tiene que atrincherar bajo la consigna del 'No pasarán'. Pero más allá del valor civil de miles de colombianos que han puesto el pecho en esta lecha vale la pena preguntarse en este final de siglo si tanto sacrificio ha valido la pena. En los últimos 20 años han caído en Colombia magistrados, periodistas, jueces, ministros. precandidatos y miles de ciudadanos inocentes y el negocio de la droga sigue más boyante que nunca. A más prohibición y más muertos, más rentable es el negocio y más aumentan los cultivos ilícitos y el poder corruptor de los carteles. No hay extradición, ni penas, ni glifosato que valgan. Ni siquiera tenemos el respaldo de la comunidad internacional. Nos quedamos con las bombas pero sin la plata.Que este final de siglo sea un motivo para repensar la lucha contra las drogas y para recordar la frase de Bertolt Brecht: "Malditos los pueblos que necesiten de heroes ". Maldita Colombia llena de mártires.