Comenzó a hacerse público lo que en privado ya era evidente. Carlos Lozada y Rodrigo Londoño, Timochenko, se están zafando de personajes como Iván Márquez o el Paisa. Aun cuando se cuidan de no plantear una pelea de frente, la respuesta del comité político de la Farc deja claro que no están de acuerdo con las peligrosas ausencias de quienes hoy se comunican por cartas desde la clandestinidad. “(…) No son posibles aún dictámenes definitivos sobre los resultados de la fase de implementación temprana”, les dicen Lozada y sus muchachos a Márquez y al Paisa, insinuándoles en términos prácticos que no pueden hablar de un fracaso estruendoso del proceso y soportar su abrupta partida en tal aseveración. Y es que, con curules, escoltas, carros blindados y asesores (dentro y fuera de la JEP), es difícil para los dirigentes de la Farc decir que les están haciendo conejo. Le recomendamos: El peligroso sesgo antiempresa Pero además lo que ni los del ‘monte’ ni los del Congreso pueden negar es que este gobierno está honrando los compromisos derivados del acuerdo mucho más de lo que cualquiera se hubiera podido imaginar. La imagen de Timochenko entrando a la Casa de Nariño, invitado por orden expresa del presidente Iván Duque a la primera cumbre anticorrupción, tomó por sorpresa a los más radicales de lado y lado y lo que ha sucedido después también resultó inesperado para quienes vaticinaron que el proceso de paz terminaría vuelto trizas con Duque en el poder. Fue el mismo presidente el que le pidió hace unos días al alto comisionado para la paz, Miguel Ceballos, organizar una reunión con la ministra del Interior y el comité político del partido Farc. Fue este gobierno –contra todo pronóstico– el que volvió a instalar la polémica Comisión de Seguimiento de la Implementación (CSIVI) y fueron los más altos funcionarios del Ejecutivo los que propusieron que cada 15 días los miembros de esta comisión se reúnan para evaluar los resultados de la puesta en marcha del acuerdo. En entrevista con Jorge Restrepo en RCN Radio, la ministra de Minas, María Fernanda Suárez, dijo que uno de los mayores incrementos dentro del presupuesto bienal de regalías será el destinado a la paz que pasa de 511.000 millones a cerca de 1,7 billones. No es que Márquez y el Paisa abandonen el acuerdo de paz, sino que nunca les ha interesado. El primero solo piensa en protegerse a sí mismo y el segundo jamás dejó sus andanzas. Tan comprometido resultó este gobierno con la implementación que ya se firmó un contrato por 8.000 millones de pesos de aquí a los próximos cuatro meses para garantizar los planes de alimentación de quienes permanecen en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación, lo que ni siquiera figura en el texto del acuerdo. Le sugerimos: La corte nunca se equivoca Por eso, resulta inaudito que los ‘ausentes’ justifiquen su desaparición en el incumplimiento del Estado frente a los compromisos adquiridos. No es que Márquez y el Paisa abandonen el acuerdo de paz ahora, sino que nunca les ha interesado en realidad. El primero solo piensa en protegerse a sí mismo y no dudó un minuto en abandonar a la guerrillerada para salvaguardarse de una posible solicitud de extradición, derivada de las delicadas confesiones de su sobrino Marlon Marín en Estados Unidos. El segundo jamás dejó sus andanzas. Su presencia en La Habana solo sirvió para despistar a algunos incautos, pues quienes siempre dudaron de su verdadero compromiso con la paz sabían que el Paisa estaba lejos de acogerse a un acuerdo, aportar verdad y reparar a sus miles de víctimas. Luego, en octubre de 2017, cuando abandonó por primera vez la zona de Miravalle, lanzó un mensaje de rebeldía frente al acuerdo que pudo ser contenido en su momento por el propio Timochenko. Sin embargo, su salida este año de la mano de Márquez pareciera ser definitiva y se convierte en otra muestra de su desprecio hacia las víctimas. Nadie se va de donde nunca ha estado. Ni Márquez ni el Paisa se han comprometido auténticamente con la paz. Esa es la verdad. Le sugerimos: La JEP: ¿juez o cómplice?