“Se da patente de corso para opinar sobre todo sin medir las consecuencias”, dice una columnista; “Se volvió loco como un caballo desbocado. Y además legisla, juzga, sentencia, ejecuta”, añade otro; “No hay derecho a que el fiscal utilice su poder para intimidar y amenazar al Congreso”, vocifera una parlamentaria, y así me haría interminable recogiendo las airadas recriminaciones de voces y plumas que quizá queriendo pausar sus certeros embates contra el procurador Ordóñez y el senador Uribe, decidieron dirigir sus feroces críticas hacia la menuda figura del señor fiscal general de la Nación, hombre de considerar por estos días. Como este es un país ciclotímico con prolongados estados de reverencias y zalemas que repentinamente son reemplazadas por animadversiones y juicios perversos, las primeras sin límites y las segundas sin piedad, los que caigan en el remolino de estas últimas habrán de tener su pellejo curtido y un sentido de sobrevivencia más allá de lo normal. Ahora le tocó el turno al doctor Montealegre. Está de moda montársela. Todas las baterías apuntan a él. Ensoberbece a priori, nada de lo suyo le conviene al país. No se quiere que hable, opine, proponga o piense. No que se calle -“¿por qué no te callas?”, le gritó un energúmeno-, sino que desaparezca sin dejar rastro ni muestras de que pasó por aquí. País este de pasiones irracionales, de modas banales unas, otras crueles. Hablan, todos hablan, y al que revire con planteamientos audaces, ¿por qué no te callas?    ¡Ah!, es que el hombre tiene intereses políticos. ¡Faltaba más! En medio de la ceguera que les produce su malquerencia a ultranza olvidan que en su billetera él también lleva una cédula que lo acredita como ciudadano libre y con cada uno de los derechos que le otorga la Constitución, incluido el de aspirar a lo que quiera. ¿O no? Todos los temas y personajes que en Colombia son manipulados política o social y económicamente ya sea por los medios, los gremios, el Gobierno o los partidos, crecen como espuma y se convierten con rapidez en una bola de nieve. Que Santos, que Uribe, que el procurador, que 'Timochenko', que el borrachito que mató al transeúnte, o el que advierte que usted no sabe quién soy yo, o el del perfume al bollo, o los colados de Transmilenio…  Y varilla va, y varilla viene. Pero hay que hablar de ellos hasta la saciedad, aunque la saciedad nunca les es suficiente. Entonces, como el fiscal incomoda a los que manejan los hilos mediáticos, ¡vamos por él! Ejemplo: al final de un extenso reportaje el periodista le pregunta que si le gustaría ser procurador, y el Fiscal le responde burlonamente: si Ordóñez fuera presidente y me escogiera en la terna, pues sí. Y los titulares de la prensa repicados acuciosamente por numerosos comentaristas hacen caso omiso de la respuesta mamagallista para buscar tirarse a Montealegre diciendo que “el fiscal ahora quiere ser procurador”.    Las críticas a su gestión específica como fiscal general, reproches de buena o mala fe, acertadas o no, no me corresponde rebatirlas. No tengo elementos de juicio ni profundidad en el tema. Pero el empeño orquestado para que él se silencie es torpe e infame. A mi modo de ver, muchas de las ideas que de un tiempo acá viene exponiendo, antes que rechazarlas obcecadamente, se deberían debatir. Su preocupación por tenderle una mano al feliz término del proceso de paz y a lo que se debería hacer en el postconflicto es de una sinceridad a toda prueba. Insisto, no sé como fiscal, pero como jurista y hombre inteligente que piensa y propone lo que a su entender más le conviene al país, es respetable.     En síntesis, recojo aquí lo que siendo para mí positivo o al menos de interés, parece ser lo "peor” para no pocos comentaristas, políticos, medios y demás instrumentadores de la persecución al fiscal. Se le acusa de utilizar los medios para “formular polémicas propuestas”. ¿Qué se quiere, que las propuestas las haga a sotto voce y sin incitar a controversia alguna? Cuando expresa que el Congreso ha sido incapaz de reformar la justicia y el Gobierno utiliza la reforma como pretexto para deslegitimarla, ¿acaso está falseando lo que es una cruda verdad? De “aliado imprudente e incómodo para el Gobierno y los negociadores en La Habana” lo señala una de sus fustigadoras. Ojalá aparecieran más y más aliados de la paz con el sentido práctico y realista suyo en una época en la que lo imprudente e incómodo en el proceso de paz ha sido ya saturado por Uribe, Ordóñez y todos aquellos que de alguna manera les están haciendo el juego a la guerra. No por ignorancia sino por ruindad, al fiscal Montealegre poco o nada se le reconoce. Con paciencia y tino ha logrado con María del Pilar Hurtado iniciar un proceso preliminar de colaboración con la esperanza de desenmascarar al ordenador y destinatario puntual de las chuzadas y cerebro superior de esta maniobra criminal.   Consiguió la condena del hacker Andrés Sepúlveda destapando con ello la tramoya de tipo fascista incubada en el Centro Democrático de Uribe y Zuluaga. Comprendió y ejecutó con celeridad la disposición presidencial de suspensión de órdenes de captura a 'Timochenko', a quien en una decisión trascendental se le reconoció como representante legal y negociador oficial en las conversaciones de La Habana.    Ha insinuado una reforma al Código de Procedimiento Penal para que, a cambio de ciertos beneficios judiciales, se le abra el camino a una negociación de sometimiento de las bandas delictivas conocidas como bacrimes. En su afán de contribuir para garantizarle un final satisfactorio al proceso, sugirió con argumentaciones sensatas una Constituyente que lo avalara, explicando que aunque el actual marco constitucional para la paz es significativo, adolece de algunos vacíos y obstáculos que van en perjuicio de su consolidación. Y adentrándose en el tema, dijo:    “¿Qué alternativas institucionales de reincorporación a la vida civil y a la vida política se le va a ofrecer a las FARC? Es necesaria una Constituyente porque en caso de que se requieran reformas a la Constitución, los tiempos no dan. Si no acudimos a la Constituyente y acudimos a los mecanismos normales de reforma constitucional vía Congreso, van a pasar el 2016 y el 2017 y no se ha empezado el proceso de justicia transicional, y eso significa que podría existir una brecha de dos años en los cuales habría una gran incertidumbre y eso va a volver muy frágil el proceso. Si no hay una salida a mirar inmediatamente rediseños constitucionales, rediseños institucionales para implementar de manera inmediata cambios constitucionales… pueden existir riesgos…” Y ahí fue Troya. ¿Constituyente? Se le vino el mundo encima, Grave, muy grave que sea precisamente él quien la proponga, repiten los quintacolumnistas de la paz.   ¿Que diga que las zonas de concentración bajo la protección de la fuerza pública son inviables por cuanto el Congreso las suprimió tras la experiencia de Pastrana? Lo dicho, es un “amigo incómodo e imprudente” atravesándosele a las ideas uribistas. ¿Indulto y amnistía para los guerrilleros?, le pregunta un reportero. Sí, responde, “la Ley 418 permite las amnistías e indultos para desmovilizados de un proceso de paz por el delito de rebelión.” ¿Incluidos secuestro y narcotráfico?, presiona el periodista. “En este momento no -aclara-, pero el Congreso sí podría ampliar el marco de la conexidad”. O sea, pues, la impunidad es lo que pretende el señor fiscal, ¿no? protestan aquellos para quienes la impunidad es apenas una disculpa para seguir metiéndole palos a la rueda de la paz. Cárcel, cárcel, cárcel… Nadie va a quedar impune, se esfuerza el fiscal para que le entiendan: “sólo que dentro del contexto de justicia transicional es permitido que se suspendan las penas privativas de la libertad condicionalmente por un tiempo y se impongan penas alternativas reales, no ficticias. Es que esto no va a ser ni una caricatura, ni una forma de burlar a la justicia internacional, ni una forma de hacerles una burla a las víctimas. Aquí van a existir sanciones reales, pero son penas alternativas”. Y para rematar, afirma lo que los guerreristas no quisieran oírle a nadie y menos a él: “Creo en la voluntad de paz que tiene la guerrilla y creo que estamos en un punto de no retorno. El próximo año, después de 50 años de conflicto, Colombia tendrá la gran noticia de que hemos llegado a una solución negociada al conflicto más antiguo de Hispanoamérica”. ¡Vieron, vieron, vieron!, entona el coro.   guribe3@gmail.com