La remoción de gran parte del liderazgo veterano de la fuerza pública; la precipitada e irreal promesa de un cese al fuego multilateral; los diálogos regionales vinculantes como ruta para brincarse la institucionalidad democrática y entregar a los violentos la soberanía territorial; la ambigüedad y falta de compromiso con la ley del ministro de Defensa frente a los invasores de tierras; el reconocimiento explícito y público de la ministra de Salud, que pretende ilegalmente inducir una crisis en la salud para justificar una loca reforma que entregue la salud a los entes territoriales y los politiqueros que los controlan; los delirios distópicos de la ministra de Minas y Energía que frenan la inversión; la reforma agraria minifundista, retrógrada y populista y la invitación a la invasión de predios rurales productivos; una tributaria mentirosa y suicida que es disfrazada de justicialismo generará el derrumbe de la inversión y la pérdida de la soberanía energética; el atavismo amazónico mitológico como alternativa a una discusión internacional seria de la política antidrogas; la apertura improvisada e incondicional de relaciones con Venezuela; cuestionables nombramientos; el raponazo a las pensiones privadas; en fin, la lista de embarradas es larga, crece por minutos y solo los partisanos de siempre del nuevo régimen se mantienen aún en pose admirativa.
La preocupación, la crítica, la generosa rectificación, la oposición franca y fundada, los llamados de atención y las invocaciones casi angustiosas a preservar la institucionalidad marcan el panorama de opiniones frente al nuevo gobierno.
Hay consenso de que el arranque de Petro ha generado una incertidumbre inaudita, tanto por el alcance de sus reformas como por el despelote generalizado.
Gran parte de los observadores comparten una significativa preocupación por el desenvolvimiento prematuro de la administración Petro y los graves daños que genera no solo en la continua y persistente devaluación, sino en el deterioro de la moral de la fuerza pública y el correlativo deterioro del orden público expresado en terrorismo, de la delincuencia disparada, las invasiones de tierras y la ruptura de la disciplina social.
Frente a Petro, parece que todos estamos en el mismo llano. ¡Aterrados!
Pero no hay un consenso en la necesidad de enfrentar el desarrollo del malhadado gobierno entrante.
Las posturas derivadas del oprobioso constato de la peligrosidad de las reformas petristas, la incompetencia del gabinete, el desprecio por la institucionalidad y la alianza con la politiquería corrupta, no son uniformes.
Un primer grupo, en el que me encuentro, es inequívoco y contundente en oponerse al desarrollo de la agenda petrista de manera inmediata y en evidenciar a la opinión los graves riesgos que enfrentamos. Invitamos por ello a la marcha de hoy lunes convencidos de que la falta de suficiente oposición parlamentaria y la inconveniencia de las reformas debe ser expresada ya y de manera popular. No nos intimidan las dificultades de la convocatoria, ni queremos “aseguranzas” de asistencia masiva para actuar, no cuidamos capitales políticos ni protegemos aspiraciones futuras. Creemos en la posibilidad, necesidad y deber de expresar nuestra inconformidad desde ahora, antes de que los fuegos del desastre petrista hayan consumido al país.
Otros critican, pero le hacen el feo a la acción democrática, se escudan en la mampara de la independencia, esperan el desarrollo de los acontecimientos a sabiendas que la ruta es equivocada. Se reservan hasta que las diferentes crisis empiecen a herir la economía, la seguridad ciudadana, las libertades, la salud, para entrar al coro de oposición con seguridades políticas.
Otros más esperan que afloren los fracasos de la impericia petrista y que sean convocados, desde la cima de su experiencia, como salvadores y bomberos del desastre.
Finalmente, algunos tienen gobernabilidades escrituradas o recién recibidas, se convencen de que algo cosecharán de provecho antes del derrumbe y esperan, oportunistas, para volver a cosechar en la oposición de cara a 2026.
La gravedad de la hora es incuestionable para todos los críticos de Petro, pero las diferentes perspectivas, los egoísmos, la falsa ponderación, los sectarismos, las utilidades percibidas o por percibir, las aspiraciones, impiden la unión de mensaje y de propósito y esa falta de compromiso con frenar el derrumbe nacional es ya el principal alimento de Gustavo Petro.