En el noreste de Estados Unidos la epidemia de covid-19 se esparce como fuego y las proyecciones anticipan que los hospitales no darán abasto. Estimaciones optimistas de la Universidad de Harvard indican que tendría que incrementarse en un 400 por ciento la capacidad hospitalaria en menos de dos semanas para atender la población. Si la angustia y la impotencia son fuertes en un contexto como el estadounidense, en el que el virus hasta ahora empieza a esparcirse, esta se multiplica en lugares más cercanos como Guayaquil, en Ecuador, donde los hospitales ya están desbordados, y los féretros se multiplican macabramente en las calles.
Este es un problema sin precedente que la mayoría ni lo anticipamos, ni escuchamos las pocas mentes brillantes, como la de Bill Gates, que lo previeron. Pero no es el momento para centrarnos en entender por qué en Occidente dejamos que el virus nos cogiera tanta ventaja, por qué no nos preparamos a tiempo, por ejemplo, cuando China hizo público los primeros casos y su virulencia. Ahora lo importante es continuar dedicando todos los esfuerzos a la superación de la crisis, de una forma tal que permita encontrar oportunidades para salir de ella cohesionados. Por fortuna, se vienen tomando decisiones rápidamente, y día a día se avanza. La ejecución, la contratación, la entrega de auxilios ya llegan, con alguna tramitología, a los hogares más vulnerables, lo que es entendible dada nuestra tradición legalista. No obstante, la velocidad es esencial y no será suficiente si los entes de control, muy a la colombiana, no ofrecen apoyo claro a los funcionarios honestos para que puedan tomar rápidas decisiones, a pesar de la pobre y limitada calidad de la información.
Para muchos de nosotros, el pánico no es solo la consecuencia del exceso de información que viene de los noticieros o del laberinto de las redes sociales; las llamadas angustiadas de acreedores cobrando y clientes cancelando pedidos causan momentos muy difíciles en estos tiempos para la mayoría de los colombianos. Empleados formalmente, con ciertas protecciones, somos apenas unos 5 millones; los demás son independientes, informales y empresarios que también enfrentan la incertidumbre de la cuarentena y una economía en coma. Muchos expertos coinciden en que el manejo responsable de la epidemia, a través de medidas de contención social, no se medirá en semanas, sino en meses. Vivir en esta incertidumbre es muy difícil. Pero todos podemos dejar el miedo y la parálisis y ser parte de la solución. Este es el momento para que brille nuestra usual creatividad. Desde la manufactura artesanal de elementos de protección personal, como tapabocas para los héroes del sistema de salud, o cocinar para los vecinos o las personas vulnerables hasta responder llamadas de las centrales de atención al ciudadano para la elaboración de bases de datos, necesarias para responder a las demandas específicas de la población. Los municipios pueden coordinar estos esfuerzos a fin de paliar los efectos de esta crisis. Si bien existen indicadores para la medición del nivel de vulnerabilidad de las personas y empresas –y por lo tanto la medida de atención pública que requieren–, las circunstancias actuales han demostrado que quienes tienen relativa capacidad adquisitiva en tiempos de normalidad, y por ende están fuera del radar de los beneficios, hoy necesitan acciones contundentes para no quebrar. Es necesario trabajar para censar las estructuras productivas afectadas que necesitan el apoyo del Estado y así no destruir la capacidad productiva del país.
Muchas de las tareas que deben adelantarse están en el ámbito local, lo que hace esencial elevar la capacidad de los municipios para atender la población. La coordinación de estos alcaldes con sus sectores productivos y con la nación es un mecanismo poderoso para ganar tiempo en esta batalla. Pero la guerra necesita munición que va más allá de las regalías. La formalización que amplíe las bases tributarias es urgente como las reformas que honren el necesario “todos ponen”. Corea del Sur redujo la informalidad a una fracción de su economía sistematizando los pagos en la crisis del 97. En una economía formalizada, el ICA y el impuesto predial tienen cómo crecer lo suficiente para financiar la protección de nuestros contratistas, profesionales independientes, empresarios y comerciantes. La cifra de personas en Colombia sin ahorros o patrimonio para superar varios meses de encierro supera con seguridad el 70 por ciento, por lo que es fundamental actuar pronto. Deuda a muy largo plazo, 50 años, es una viable solución.