Quienes ganaron las elecciones con Iván Duque como candidato están cumpliendo a sus electores lo prometido en materia de paz, narcotráfico y acción contra Venezuela. No se puede negar. En su propósito han ayudado sectores que son sus opuestos. Para botón de muestra están los conocidos hechos relacionados con Iván Márquez, Jesús Santrich y el bombazo del ELN en la escuela General Santander. Lo que tampoco puede negarse es que el cumplimiento es un sonoro fracaso. La negativa del ejecutivo a cumplir los protocolos firmados entre las partes para trasladar a los miembros del ELN a sus campamentos de manera segura en caso de ruptura de las negociaciones, muestran que la estrategia de Iván Duque frente a los actores armados no era -como está claro que no es- adelantar negociaciones de paz. Así lo dice su programa de Gobierno: “Modernizaremos las fuerzas de tarea para el control territorial en profundidad, para enfrentar las amenazas asimétricas existentes, como el ELN, el narcotráfico, las bacrim, y otras amenazas emergentes como las disidencias de las Farc. Presencia de fuerza pública, Fortalecimiento de la Policía Rural y Policía Ambiental y de las FFMM para garantizar la seguridad de los pobladores rurales.” (Ver) Visto lo anterior, la suspensión de las negociaciones con el ELN era posible. Lo que era remoto, casi imposible, era el incumplimiento de los protocolos establecidos para la negociación entre el ELN y el Gobierno. Este hecho dejó al Estado colombiano -como se ha dicho en forma repetida- en condición de uno, irrespetuoso de sus compromisos frente a los seis países que –a petición- acompañaron estas negociaciones y frente al resto de la comunidad internacional. Tan grave como la lesión a nuestra propia reputación es el debilitamiento de la negociación política como solución a los conflictos armados internos. Un interrogante: ¿actuará con esta visión el gobierno frente a eventuales conflictos internacionales? La decisión gubernamental conduce a la exacerbación en las lógicas de violencia y confrontación armada. ¿Para quién son útiles estas estrategias? ¿A quién sirven? Cuando el M-19 bajo el liderazgo de Carlos Pizarro y el Gobierno de Virgilio Barco adelantaron las exitosas negociaciones de paz de 1990, -además de despreciarlas- las Farc de aquella época adelantaron una estrategia de profundización de sus acciones armadas, apostaron por las armas e interpretaron sus éxitos iniciales y el debilitamiento político del Estado durante la crisis del gobierno Samper como la inevitabilidad de su triunfo. Hoy el camino que escogen Iván Duque y su ministro Holmes, va en la misma dirección de aquella estrategia fracasada, que como país nos costó 26 años más de confrontación armada con las Farc. VEINTISÉIS, 26 años perdidos en vidas, economía y potencialidad democrática. Un horror. Incentivar la confrontación dejando el sometimiento como única vía para solucionar las complejidades socio políticas que expresan grupos armados con capacidad de control en distintas regiones del país no parece ser el camino hacia una solución. Tal vez y muy tal vez, el sometimiento funcione para desaparecer a los Caparrapos, solo tal vez y en el mejor de los casos, para el Clan del Golfo, pero seguro no para el ELN, las disidencias agrupadas en la Nueva Marquetalia, o en los grupos liderados por Gentil Duarte y alias Mordisco, jefes reconocidos de las antiguas Farc. ¿Alguno piensa seriamente que Iván Márquez se someterá ante el gobierno Duque? ¿Antonio García o Gustavo Giraldo más conocido como Pablito dirigentes del ELN acudirán ante Miguel Ceballos y su oficina de Alto Comisionado a pedir verificación de su voluntad de sometimiento? Esa política podrá ser útil para disminuir el número de personas vinculadas a estos grupos armados, pero no resuelve lo esencial: superar el reto que para la sociedad y la democracia significa su existencia. El alto consejero para la seguridad Rafael Guarín en sus declaraciones públicas, reduce las amenazas armadas a coca y narcotráfico. Guarín se ha mostrado eficiente en interpretar lo mencionado en el programa de gobierno: Estableceremos la obligatoriedad de la erradicación y sustitución de cultivos ilícitos. No será voluntaria, será obligatoria. (ver programa de gobierno Duque) Lo expresa claro frente a los problemas en el departamento del Cauca: "La presencia de los grupos armados organizados en el norte del Cauca obedece específicamente al control de las rentas y cultivos ilícitos, en 2013 teníamos 3.326 hectáreas de coca, para el año 2018 tenemos 17.000 hectáreas". Y en tiempos de pandemia están en ello, a pesar de las protestas campesinas y del fatídico resultado de muertos y heridos en medio de erradicaciones forzadas en Putumayo, Antioquia, Nariño, Cauca, Guaviare entre otros. Todo indica que las cifras de heridos y de muertos continuarán creciendo en la inútil y fracasada guerra que adelanta el Estado Colombiano contra el narcotráfico. La tercera derivación de la estrategia Duque es la llamada “Diplomacia para la Seguridad” que tiene como propósito disuadir las amenazas externas -léase Venezuela. El resultado concreto es el estrepitoso fracaso de la llamada Operación Gedeón sobre la que es cada vez más claro qué funcionarios y recursos estatales colombianos estuvieron involucrados, a pesar de las negativas de Casa de Nariño y de Carlos Holmes Trujillo, el ministro-candidato que lanza su campaña presidencial proponiendo cambios al acuerdo de paz firmado con las Farc. Otra vez el mismo caballo de batalla. Es evidente que las tres estrategias: “Sometimiento a los armados”, “erradicación forzada de cultivos de coca” y “diplomacia con operaciones encubiertas”, son útiles para entretener la galería del partido de gobierno y aliados en los Estados Unidos, pero están lejos de fortalecer la sociedad colombiana, la estabilidad democrática y mucho menos la paz interna, tareas esenciales a la hora de gobernar. ¿Será que alguien dentro de la estructura de poder advierte la necesidad de modificar el rumbo? Es hora de que así sea porque de lo contrario quedará reafirmada la frase que gritan muchas paredes y voces en el país: La pandemia de Colombia es el hambre, el desgobierno y la violencia. Ajimillan@gmail.com @alvarojimenezmi