1) El ministro claudicó. Entregó el país a los criminales. De un responsable de la cartera de Defensa que no celebró un Consejo de Seguridad en Tibú por sentirse inseguro, se puede esperar cualquier cosa.

El viernes tildó de imprudente a la sargento por su secuestro. “Ella sola, con sus hijos, en su vehículo, conduciendo y desplazándose en una zona en la que se sabe de la presencia del ELN, es un acto de imprudencia”, apuntó sin sonrojarse. “Todos los medios de fuerza pública, cuando tienen estas licencias para visitar a sus familias, deben tener mucho cuidado, y así ha sido instruido de parte del comandante de las Fuerzas Militares”.

Lo dice él, que siempre viaja en aviones de la fuerza pública y lo protegen decenas de militares. Alguien debería explicarle que, si no corrieran riesgos, un sinnúmero de uniformados no podrían salir jamás de vacaciones ni cumplir con los traslados. De pronto desconoce que la cobardía no es virtud para pertenecer al Ejército y la Policía, y que inquieta que este país, asediado por tantas bandas criminales, tenga un ministro de Defensa atenazado por el miedo. Un personaje que no visitó a los familiares de la secuestrada, pero corre al Hospital Militar a sacarse una foto, sin el menor pudor, con los niños que estaban perdidos en la selva.

Pareciera que a Iván Velásquez le fastidió que el secuestro de Ghislaine Karina Ramírez, Juan Camilo, de 6 años, y Angy Rocío, de 8, sucediera preciso un par de días antes de comenzar el tal cese al fuego con el ELN, dejando en evidencia su nula voluntad de paz.

Que Arauca se encuentra bajo absoluto control de las guerrillas no supone ninguna novedad. Controlan empresas públicas, políticos, ONG, alcaldías y gobernaciones desde hace décadas, y no pueden achacarlo a este Gobierno, así el de Petro sea complaciente con los criminales.

Lo que indigna y entristece son el silencio del presidente, que miró para otro lado ante la atrocidad del secuestro de una mamá y sus dos niños, y un ministro que señaló a la víctima de su desgracia. Olvida que su obligación es garantizar la seguridad en todas las carreteras.

2) Lo de Iván Márquez prueba, por enésima ocasión, que Petro decidió arrodillarse ante Maduro. Prefiere quedar bien con el tirano aunque suponga dejar en ridículo a sus Fuerzas Militares. O tal vez busque hundirlas aún más.

Porque lo normal habría sido que la cúpula castrense diese la noticia sobre la muerte o no de ese despreciable matón, el primer día. Lo desolador es que anunciaron que estaban investigando y no tenían ni idea de lo que pasó.

Se me ocurren dos explicaciones para que los militares aceptaran sufrir otra humillación: el habitual temor a incomodar al presidente y a su ministro; o que les hayan advertido que deben hacerse los locos.

Duque se tuvo que tragar el sapo de que un helicóptero de Maduro recogiera al delincuente tras sobrevivir al ataque y lo atendieran en una clínica caraqueña como un gran señor. Sin relaciones diplomáticas con el sátrapa y su legión de cleptómanos, era imposible confirmar el alcance de las heridas.

Unos periodistas ahora indican que habría quedado en estado vegetal. Si fuese así, ¿cómo el comisionado para la paz dijo que habló con él hace unos meses? ¿Y por qué ahora Rueda, tan amigo de los terroristas y de sus protectores, no cuenta al país la verdad?

Lo cierto es que la muerte de Márquez –al que la JEP solo expulsó dos meses después del anuncio de que seguirían sembrando el terror y la desgracia– resultaría conveniente en estos momentos. Con un poco de suerte, podría significar el principio del fin de la Nueva Marquetalia. No acabaría con la violencia, pero rebajaría el grado de confrontación porque la otra disidencia de las Farc, la de Mordisco, se quedaría con toda la torta. Ya domina mucho más que sus enemigos y ni Walter Mendoza ni el Zarco Aldinever tendrán el mismo respaldo de Miraflores que disfrutó Iván Márquez.

Y puede sonar cínico, pero en la otra Colombia, condenada a vivir bajo el yugo de los criminales, encuentran preferible que solo mande una banda para saber a qué atenerse y no quedar en medio del fuego cruzado. Además de que saldría más barato el cuento de la paz total.

3) Repudiable lo de la asesina del Centro Andino justificando, desde una tribuna, el reclutamiento de menores de edad. Debería ofender al país que a esa tipeja Violeta, nombrada promotora de paz, le permitan hacer apología del terrorismo desde una tribuna pública.

Muchos alegarán que los excomandantes de las Farc, autores de incontables barbaries, pontifican a diario desde el Senado y el Congreso, y ya da igual. Otros pensamos que Colombia insiste en desdibujar las fronteras entre el bien y el mal, en trastocar valores y principios, y en acomodar la historia a intereses políticos. Así nos va.