Escribo esta columna sentado en el Fiserv Forum al cierre de la Convención Republicana, donde acaba de ser proclamado Donald Trump como el candidato oficial de su partido en busca de la presidencia de Estados Unidos. Aunque el público ya ha abandonado el recinto, aún parece resonar el eco de “USA, USA, USA” en cada rincón de este inmenso escenario.
Todo alrededor de este evento ha estado enmarcado por la misión que ahora tiene el expresidente después de haber sido blanco de un atentado contra su vida y por haber sobrevivido por milímetros. Las referencias a Dios y el supuesto milagro que habría permitido que Donald Trump saliera prácticamente ileso a los disparos de un francotirador fueron repetidas una y otra vez aquí en Milwaukee, Wisconsin. “Trump sobrevivió al atentado para liderar América”, dijo, en medio de aplausos, Tucker Carlson, el famoso comentarista conservador y exlíder de los índices de audiencia en la televisión por cable.
Y tal vez tengan razón. Hace siete semanas, Trump fue encontrado culpable de más de tres decenas de felonías y aún enfrentaba otros 40 cargos, sumando 92 en total. Sin embargo, una serie de eventos que ni el más optimista de los partidarios de Trump habría podido prever comenzaron a suceder a favor del mandatario y a torcer indudablemente la esquiva suerte a su favor.
Primero, tuvo lugar un debate contra el presidente Biden, que resultó derrotado y que evidenció de manera irrefutable su deterioro cognitivo debido al paso inevitable de los años. No fue un evento menor. La mala actuación del mandatario rompió la barrera de la supuesta inmoralidad que se creía tenían aquellos que se atrevían a criticarlo por sus errores, tropiezos y confusiones.
Segundo, un fallo sin precedentes de la Corte Suprema que estableció que los presidentes gozan de cierta inmunidad, poniendo en duda la mayoría de los casos en contra del exmandatario.
Luego, el atentado, un evento tan reprobable como favorable para su campaña. La imagen de un Trump desafiante que se levanta del suelo sin miedo y con sangre aún en la cara, levantando el puño derecho y gritando “¡lucha, lucha, lucha!”, se convirtió instantáneamente en una postal que perdurará en los registros de la historia política de los Estados Unidos.
Cuarto, en la antesala de esta Convención, algo que hasta ahora ha pasado casi desapercibido, es la determinación de la Justicia de Florida de desechar los cargos contra el expresidente en el caso de los documentos clasificados. Otro de los escándalos que durante mucho tiempo han llenado columnas de periódicos y portales de noticias.
Y, finalmente, el día antes del cierre de la Convención, se revela que el presidente Biden ha contraído covid.
La historiadora de la Presidencia estadounidense Doris Kearns Goodwin, en su libro Leadership, resalta los momentos cruciales que los presidentes más destacados de la historia de Estados Unidos tuvieron que enfrentar, forjando así su personalidad y legado. El atentado seguramente será uno de ellos. Difícilmente, una persona sigue siendo la misma después de ser herida de esa manera, me comentó uno de los analistas con los que hablé en la cobertura especial de Noticias Univisión, en la que tuve el privilegio de participar.
Pero, y quiero escribirlo en mayúsculas, PERO, aunque suene bonito y especial, también es altamente inquietante: hay dos tipos de personas que históricamente resultan peligrosas, aquellas que no le temen a nada y aquellas que se creen enviadas por Dios. Por el bien de Estados Unidos y del mundo, ojalá este sentido de misión de Trump sea para bien y no para mal.