Probar un acoso es una tarea cercana a imposible. Siempre vendrán las excusas de que se malentendió, que la mujer quería, que están acusando por retaliaciones de algún tipo o, simplemente, que eso jamás pasó. Estas conductas siempre se dan en la soledad, en un espacio en el que solo esté el acosador y su víctima, donde no haya testigos. Es la palabra de uno contra otro, donde la presunción de inocencia siempre acompañará al agresor y el acosado difícilmente tendrá cómo romperla. Sin pruebas ni testigos nunca podrá probarlo.

El mensaje lo publicó Valentina Andrade, estudiante de Derecho de la Universidad Nacional. Bajo el usuario @ValentVolandoVa, dijo: “Hace 3 años denunciamos a Moisés Cetré por acoso sexual contra estudiantes y trabajadoras de varias universidades, sistematizando denuncias de más de 20 años a 2018. Hoy insiste en relanzarse a la rectoría y nuevamente no llegará ni al 1% #ConAcosoNoHayRectoria”. El mensaje traía adjunto un artículo de El Espectador de 2021, firmado por Helena Calle. Allí se lee: “UNAL admite a profesor cuestionado por acoso sexual como candidato a rectoría”. Ese artículo narraba que Moisés Cetré, docente del Instituto de Estudios Urbano de la Nacional, había tenido dos investigaciones disciplinarias, ambas archivadas, una por acoso sexual y otra por amenazas. Sin importar esto, aspiraba a ser rector de la Nacional. Y hoy aspira de nuevo.

En ese entonces fueron representantes del comité de Asuntos de Género de la Nacional las que hicieron pública la existencia de estas investigaciones contra el profesor, Ph. D. en Economía.

Pero no era la primera vez que Cetré enfrentaba este tipo de denuncias. Este docente estuvo vinculado a la Universidad Industrial de Santander (UIS) entre 1994 y 2004. En 2003, Cetré fue acusado por violencia de género por varias estudiantes. En este artículo, se defendió de los señalamientos: “En la época de la UIS salimos a bailar un día cuatro personas, y con la niña que no bailé resultó acosada. Se armó un escándalo y la fiscal le dijo muy seria a ella que si estaba mintiendo, y la chica se echó para atrás. Ya había ido al consejo académico para decir que yo la había violentado (…) La violencia de género es una pantalla que ponen cuando usted tiene una trayectoria de defensa de los dineros públicos. Qué curioso que digan que uno acosa y acosa y no aparece una sola denuncia en la Fiscalía, ¿eso no le parece a usted raro?”, dijo.

No, no es raro, porque sin pruebas nadie puede denunciar.

Moisés Cetré fue mi profesor de Economía en la UIS. Él era el decano de Economía y yo estudiaba Derecho. Debía ser tal vez el año 1998. En una clase cualquiera, Cetré leyó la lista de quienes debíamos acercarnos a su oficina porque íbamos perdiendo la materia. Me nombró. ¿Yo?

Fui a su oficina. –¿Cómo así que voy mal? –le pregunté.

–Es que usted tiene tres ceros en tres quices –respondió.

–¿Pero cómo voy a tener tres ceros, si yo solo he faltado a una clase? –le reclamé.

–Es que en esa clase le pregunté tres veces –me respondió.

No era la única. Laura Prieto, mi compañera, estaba en la misma situación. Decidimos poner en conocimiento del decano de Derecho lo que pasaba. No recuerdo exactamente lo que hablamos, pero sí que él dijo que pondría en conocimiento de una instancia superior lo que ocurría. “Pidan recalificación en todo”, fue su consejo.

Terminando el semestre, en una época en la que no existían celulares, recibí una llamada en mi casa. Era el profesor Moisés Cetré. Quería contarme que tenía mi examen final en sus manos y, según él, había respondido todo mal. Eso significaba para mí no solo perder la materia, sino perder mi cum laude y la beca por rendimiento académico que tenía.

“Pero podemos hablar a ver qué podemos hacer para levantar esa nota”, me dijo Cetré. Me citó en el Café Converso, un lugar muy popular en la Bucaramanga de los noventa. Me llené de valor: “Profesor, póngame la nota que considere, yo sé que no perdí este examen. Y si lo pierdo, voy a pedir recalificación”. Sabía que tenía el respaldo de mi decano; sabía que lo que pretendía era algo más.

Nunca más volví a hablar con el profesor. Pasé la materia y sostuve mi cum laude.

De Moisés Cetré supe tiempo después. Recogiendo los recuerdos de mis compañeros, lo que vino fue que varias mujeres decidieron contar que eran víctimas de sus insinuaciones. Nadie recuerda exactamente qué pasó, pero sí el escándalo de que el profesor Cetré había sido llevado a una clínica de reposo. Algunos recuerdan que hubo un enfrentamiento con el novio de una de estas estudiantes, que quiso golpearlo y el profesor salió gritando del cuarto piso y que de ahí fue a la clínica de reposo. Luego se fue de la UIS.

No tengo cómo demostrar nada de lo que digo. Laura Prieto ya no está. Fue el orgullo de nuestra promoción cuando se enroló en la Armada Nacional, decisión que le costó la vida al ser asesinada por las Farc en 2005.

Hoy, Moisés Cetré vuelve a poner su nombre en consideración para ser rector de la Nacional, donde le cerraron las investigaciones.

“La universidad me asignó una monitora a la que nunca invité a salir”, dijo Cetré a El Espectador cuando se le preguntó por las denuncias en 2021. “Le dije ‘cuando tenga tiempo vamos a almorzar’… Ella no llegaba a clases y no enviaba las diapositivas que tenía que enviar y en una cafetería me puse enérgico con ella y solicité que le cancelaran el contrato...”, entonces, esta estudiante, seguramente en venganza, lo denunció.

Ninguna de nosotras tiene cómo probar nada.

Pero la Nacional sabe perfectamente quién aspira a su rectoría.