Apenas alcanzó a tener dos semanas de calma el alcalde Carlos Fernando Galán, cuando le correspondió enfrentar una de las más severas crisis ambientales de los últimos tiempos en Bogotá. Diferentes focos de incendio en los cerros orientales, de manera casi simultánea, le plantearon un reto al alcalde recién llegado y con el equipo apenas posesionado. Pasados siete días, aún continúan ardiendo varios de ellos. Y aún no llegamos a febrero, el mes más caluroso, de acuerdo con los pronósticos del IDEAM. Enfrentamos un prolongado fenómeno de El Niño y la probabilidad de que continúen presentándose nuevas crisis ambientales es muy alta: se esperaran mayores afectaciones al medioambiente, la salud y la fauna.
El esfuerzo de los bomberos, las Fuerzas Armadas y los demás organismos de socorro ha sido encomiable. Desafortunadamente, esta crisis –que se ha extendido en todo el país con más de 650 incendios ya controlados y 14 activos– ha puesto a prueba las capacidades de esos organismos. También puso de presente lo frágiles que podemos ser ante el fuego y lo deficientemente preparados que nos encontramos.
Los problemas ambientales requieren de la preparación, disponibilidad de equipamiento y planes de contingencia para eventos que es imposible predecir en qué momento y dónde sucederán. Eso no quiere decir que no ocurrirán, pero esta crisis nos cogió mal preparados. De una manera inconcebible, vemos cómo los recortes presupuestales; las deficiencias en la gestión de los recursos, y el mantenimiento de los aviones previstos para la atención de emergencias –con sus respectivos equipos– nos están pasando una gran factura.
Una cuenta que se mide en más de 17.443 hectáreas afectadas en 218 municipios de todo el país (28 departamentos y 900 municipios en riesgo), incluyendo el páramo de Berlín y 300 hectáreas perdidas en una de las joyas de nuestras montañas, Santurbán. Decenas de años serán necesarios para recuperar lo perdido –si ya no se han perdido definitivamente– y los oportunistas no aprovechan la coyuntura para extender aún más la frontera agrícola.
Esta crisis muestra que los discursos ambientalistas se hacen polvo si los gobernantes no los acompañan de los planes, la construcción de capacidades y la gestión necesaria para prevenir y reducir los efectos de fenómenos que ya están aquí y sobre los cuales no puede haber pausa para actuar.
En el pasado, se han presentado incendios en Bogotá. Es común que en temporadas secas se presente algún foco, pero hace mucho tiempo no se registraba una situación de manera simultánea. El nivel del daño ha sido grande en la parte oriental de la capital, pero también en otras zonas, llegando a entorpecer las propias operaciones del aeropuerto Eldorado. Alrededor de 12 hectáreas afectadas en la ciudad, ocho personas con problemas de salud por la emergencia y 17 personas heridas de los equipos de socorro dan hasta ahora un balance duro, pero que pudo haber sido peor, dada la extensión del deterioro. Imposible de contabilizar el daño a la fauna y la vegetación que rodea la ciudad. Será necesario adelantar un plan de rehabilitación ambiental de inmediato.
Es en las crisis cuando se evidencia el talante de los líderes y gobernantes. El recién elegido alcalde de Bogotá no tuvo tiempo de sentarse en su despacho cuando ha debido afrontar su primera crisis. Pero lo visto en la semana pasada ha mostrado a la ciudadanía qué debe esperar para los próximos cuatro años de gobierno. Carlos Fernando Galán desplegó su plan de acción con una aproximación gerencial, pragmática y cercana a la gente.
En su discurso de posesión, se comprometió y pidió a su gabinete gobernar desde la calle, desde lo más cercano a la comunidad. Durante los pasados ocho días, lo hemos visto recorriendo con funcionarios y cuerpos de socorro todos los lugares de conflagración, encabezando puestos de mando unificado y comunicando a los bogotanos, tanto sus acciones, como las decisiones y recomendaciones frente a los diferentes riesgos.
Este es un alcalde que no está pensando en su posición como paso inmediato hacia la presidencia, sino en lo que realmente necesitan los bogotanos ahora. Un burgomaestre que se enfoque en los problemas de la ciudad y tenga una cercanía, sin carga política, a los ciudadanos. Eso fue lo que los bogotanos elegimos en octubre pasado. Galán parece haber entendido ese mensaje y actúa en concordancia: se rodeó de un gabinete técnico y sus instrucciones han sido alejarse de la politiquería y enfrentar los retos de su plan de gobierno con un aire refrescante para una ciudadanía escéptica y una ciudad con severos atrasos en su desarrollo.
Ojalá el Concejo se ajuste a las circunstancias y tenga la entereza necesaria para entender la misión que le corresponde. Afortunadamente existen nuevas caras que han ingresado al cabildo distrital –con las mejores calificaciones– y que se complementaran con otros concejales que tienen mucho conocimiento y experiencia. Los bogotanos estaremos atentos a identificar cuando el Concejo se aparte de los intereses de la ciudad en pro de sus propios intereses.
También la ciudadanía deberá entender que es necesario hacer esfuerzos y las medidas que se tomen pueden generar incomodidades. Es necesario que se proyecte una nueva apuesta para el desarrollo de una ciudad que acoge y da oportunidades a todos quienes llegan, pero que también merece una oportunidad de un mejor desarrollo en todos sus campos.