¡Que año tan duro fue el 2024! El país termina el año mascullando una crisis tras otra. El sector salud mostrando un deterioro en el acceso a servicios y medicamentos, además de la insostenibilidad financiera del sistema. La educación, enfrentando el detrimento de la financiación del Icetex y otras situaciones complejas tanto en las universidades públicas como privadas. En la vivienda, la eliminación del principal programa de subsidios son algunos ejemplos solo en el sector social.
Por el lado de la paz y convivencia somos testigos del evidente fracaso del proceso de paz total. Es arrollador el incremento de la presencia y beligerancia de toda clase de actores armados a lo largo de la geografía nacional. Todo se ha reducido a acuerditos de tregua navideña con actores violentos menores, es decir, por garantía de vacaciones.
Y también observamos en el frente de la política exterior, la más completa pusilanimidad frente al atraco electoral en Venezuela. Nuestro ilustre Canciller jugó con manifestaciones equilibristas sin reconocer el triunfo de nadie —cuando la oposición publicó más del 70 % de las actas— fue simplemente dar fe de la continuidad de la dictadura. Un triste legado en la relación que más efectos políticos y sociales genera sobre nuestro país. Lo anterior, sin contar todos los desatinados, reversados y suspendidos acontecimientos acaecidos al interior del Ministerio de Relaciones Exteriores.
El tema de corrupción será un capítulo que se abrirá el nuevo año y será encabezado de muchos titulares. En la propia Casa de Nariño han rodado cabezas, al igual que en el ministerio de Hacienda y Crédito Público, como también en la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) con la aceptación de cargos y que ahora continuará en el propio Congreso de la República.
Además, hay que agregar la inmensa paradoja de los naufragios de la ley de presupuesto para el 2025 y la reforma tributaria. Mientras el actual gobierno acredita el mayor presupuesto en la historia del país —con crecimientos impresionantes en términos reales—, ¿dónde está la plata de 2024? Nadie parece saberlo, pero las bajas ejecuciones de muchos ministerios y agencias del Estado indican que no debe estar en fiducias o, peor aún, el descalabro del recaudo de impuestos de 2024 fue mucho mayor a lo que se ha reconocido.
Pero lo execrable es tener un gobierno que no gobierna. Una administración que se ha mantenido durante 365 días en campaña, buscando apartarse de su propia sombra de pésima gestión, evadiendo los problemas, usando el retrovisor o interponiendo columnas de humo ante cada resultado negativo. Es increíble ver cómo un presidente se desgasta frente al país y las más altas estructuras de su propio partido, defendiendo nombramientos diplomáticos completamente insostenibles y consumiendo tiempo valioso para el país en pastorales de X.
Es evidente que el gobierno tiene un tremendo problema de liderazgo. Lo trata de soslayar importando del santismo a figuras políticas, sin reparar, en los efectos de mediano plazo para el mismo proyecto de izquierda que dicen defender. Al final estos ministros y consejeros terminan cooptados por sus propios intereses creando una incongruencia en el propio aparato del Estado y generando en la ciudadanía una percepción de gobierno entregado a los mismos vicios que decían criticar. Mientras tanto, entregan su proyecto político y la oportunidad de oro —que por primera vez la izquierda del posconflicto tuvo para dirigir el país— e infundir los cambios que por décadas quisieron impulsar.
¿Qué nos espera en 2025? Más de lo mismo, pero con un componente radical aún mayor. La salida de los ministros de mayor peso político —en la coalición de gobierno— abrirá la puerta a figuras menores en los ministerios. Serán personajes maleables y débiles frente a la figura presidencial. Un estilo personalista, profundamente pendenciero y caótico, será el que domine el panorama. Es realista pensar que a partir de lo sucedido en 2024 no hay esperanza real que el gobierno enderece su rumbo.
¿Qué más podemos hacer aparte de descontar los días que restan? Hay que empezar a pensar en el futuro. Este deberá ser un esfuerzo que se asuma desde la academia, los gremios, los empresarios y los trabajadores. Este arrojo debe blindarse de la temprana campaña política que se ha iniciado y promete ser demasiado larga y conflictiva. Es necesario hacer un esfuerzo como sociedad, para rescatar el país y aprovechar la tremenda crisis para plantear una reflexión profunda frente a nuestro inmediato futuro.
Mientras finaliza este año es bueno tomar un descanso para afrontar lo que nos espera. Debemos iniciar el 2025 con un tono realista, pero constructivo, desde un país que —contrario a lo que se manifiesta diariamente— tiene la resiliencia para sobrevivir, a pesar de la violencia y el narcotráfico, entre otras realidades que nos han afectado.
En concordancia a lo anterior, esta columna se retomará el 13 de enero, no sin antes desearles una feliz Navidad y un mejor año 2025.