Afirmó el ministro de Cultura, Juan David Correa: “El presidente de la república es un hombre honesto, ha demostrado que no ha sido corrupto nunca en su vida”. Eso fue cierto, pero hoy es irrelevante. Petro no ha sido aurívoro o codicioso de oro. Fue torpe como alcalde, pero no se enriqueció como su antecesor, Samuel Moreno Rojas. Nunca fue cercano a los grandes conglomerados económicos. Se mantuvo independiente. Como parlamentario también fue independiente. No se vendió a nadie. Pero sus virtudes pasadas ya no cuentan frente al colapso evidente del gobierno.

Después de Rafael Núñez solo ha habido un presidente de la costa Caribe, Petro, nacido en Ciénaga de Oro, Córdoba. Hoy a Gustavo Petro se le aplica lo que escribió Eduardo Santos: “El doctor Núñez brilló por el talento máximo, pero se abrió camino en el país por medios de corrupción; para imponerse socavó la moralidad nacional; vio con tranquilos ojos los mayores escándalos, y él, que no sentía la ambición del dinero, la satisfizo en otros cuando ello favorecía sus planes. Por imponer sus concepciones, cerró los ojos a las picardías innumerables de muchos de sus amigos, implantó un régimen de corrupción y de venalidad”.

Como parlamentario, Petro afirmó que aun un refrigerio ofrecido a los votantes el día de las elecciones significaba compra de votos: “Al votante hay que darle un refrigerio: eso se llama comprar el voto. Sé que allá (en la costa Caribe) se usa, pero eso se llama comprar el voto”. Esos mensajes de máxima ética calaron en muchos colombianos y le permitieron ganar las elecciones. El jefe de la campaña de Petro en la costa Caribe, Armando Benedetti, a diferencia de Petro, nunca dijo, on the record, que un refrigerio equivalía a compra de votos. Pero ese operador electoral situado en las antípodas de Petro fue el escogido por Petro para ganar las elecciones. Entonces, señor ministro de Cultura, Petro dejó de ser honesto en ese momento. Todos sus discursos sobre la pureza electoral quedaron invalidados ipso facto. Los 15.000 millones de pesos que, según Benedetti, entraron irregularmente a la campaña superan el valor de cualquier refrigerio. Más grave aún: Petro no puede declarar categóricamente que en su campaña no hubo refrigerios. ¿Es honesto ser el beneficiario real del trabajo sucio que otros realizaron en la campaña? Petro aduce que no lo puede investigar el Consejo Nacional Electoral. Tenga o no razón, lo fundamental sería que Petro pudiera decir que en su campaña no hubo refrigerios. Y, reitero, no lo puede decir.

El oleaje que levantó el nombramiento de Benedetti es apenas la punta del iceberg. El mal profundo es otro. Está cuestionada la legitimidad electoral del presidente. Petro lo sabe porque él es experto en cuestionar elecciones. Uno de los principales debates de Petro en el Congreso fue la duda que sembró sobre la legitimidad del triunfo de Andrés Pastrana en 1998, cuando investigó las operaciones del Banco del Pacífico en Colombia. El banco era aquí una modesta filial de un importante banco ecuatoriano del mismo nombre. Petro denunció que, cuando el banco fue intervenido y se cerró en 1999, se esfumaron buena parte de los recaudos de impuestos que el banco realizó por cuenta de la Dian. Pero fue más allá. El presidente de la junta directiva del banco, casa matriz, era el colombiano Luis Alberto Moreno, gerente de la campaña de Pastrana. Como buen investigador, Petro sospechó que el saqueo del Banco del Pacífico en Colombia respondió a la necesidad de financiar la segunda vuelta de la elección de 1998. Petro pidió al Banco de la República los giros hechos por el banco al exterior en ese primer semestre. Le contestaron que la cifra superaba los 20 millones de dólares, mientras que en el periodo anterior había sido muy baja. El Banco de la República alegó que por la reserva bancaria no podía revelar quiénes fueron los beneficiarios de los giros. Todo esto lo cuenta Petro en su libro El caso del Banco del Pacífico, publicado por Intermedio.

El drama de Petro es muy claro: él se traicionó a sí mismo. Sería aconsejable que el ministro de Cultura utilice el tiempo verbal correcto: el presidente de la república fue un hombre honesto.

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Los audios de Caracol y SEMANA tumbaron al ministro de Hacienda. ¿Petro seguirá diciendo que las denuncias son “relatos periodísticos”? O peor: “Los grupos neonazis parecieran dominar el relato mediático”. Según Petro, el ministro Bonilla “desobedeció mi indicación de no confiar en funcionarios uribistas de Minhacienda, que nos hicieron trampas desde el principio”. Explicación infantil. Un ministro que se deja engañar de una asesora no tiene pasta de ministro.