Por falta de un sueño; de un GRAN SUEÑO: ¡Hemos perecido!
¿Entonces qué?, ¿quedarnos como estamos?, ¿quejarnos, renegar, maldecir, marchar, hacer cacerolazos, escribir, salir a los medios radiales y televisivos y hasta llorar al mejor estilo de las plañideras como todos nosotros hemos estado haciendo hasta ahora?
¡NO y NO! Debemos crear para nosotros, primeramente, el gran sueño y luego, compartirlo al pueblo colombiano.
La piedra angular y estratégica para lograrlo y que perdure por otros doscientos años son los militares; todo aquel que haya hecho el Juramento a la Bandera y orado con la Oración Patria. Son ellos los motivadores para no rendirnos jamás y no dejar de lado la responsabilidad de motivar y continuar, en nuestras convenciones, llevando un mensaje de unión por el bien del país, para trabajar en una sola tarea, con un solo objetivo y un solo propósito … ¡COLOMBIA!
La clave es encender nuevamente el corazón apagado de algunos colombianos y conservar la “lumbre preciosa de cenizas dolorosas, sembradas a lo largo del camino; entre agonías silenciosas...”.
Evoquemos lo que sucedió en el Pantano de Vargas, donde ya todo estaba perdido y se alistaban para la retirada, cuando un grupo de valientes patriotas fue la motivación para servir de ejemplo y de esta manera determinar al resto de patriotas.
Aquellos héroes —Juan Mellao, Domingo Mirabal, Celedonio Sánchez y Cruz Paredes, de Venezuela; los hermanos Bonifacio y Saturnino Gutiérrez, de Santander, y los llaneros Miguel Lara, Roso Sánchez, Pablo Matute, Pedro Lancheros, los hermanos Miguel y Pablo Segovia y el sargento Inocencio Chinca— respondieron al llamado de salvar la patria en el momento más oscuro, cabalgando hacia lo imposible con la fuerza de la esperanza. Su gesta nos recuerda que, incluso en las circunstancias más difíciles, el valor y la unidad pueden iluminar el camino.
Hoy estamos abatidos por un gobierno que, con la promesa de un cambio, volvió añicos el país llevándonos a revivir nuestras peores pesadillas.
Nuestros jóvenes no sabían lo que era vivir en medio del fuego cruzado en las poblaciones; estaban acostumbrados a desplazarse libremente por las carreteras, podían trabajar tranquilamente en las fincas y parcelas. Pero el primer cambio de este gobierno fue debilitar las Fuerzas Militares y de Policía; empezaron devolviendo un gran porcentaje del presupuesto que tenían asignado. No lo hicieron por desconocimiento ni por improvisación; fue porque era parte del plan para restar capacidades. Al poco tiempo empezamos a saber que no tenían recursos para gasolina, que los helicópteros no estaban recibiendo el mantenimiento adecuado, que carecían de lo mínimo necesario para brindar seguridad a los colombianos.
Al mismo tiempo, la política de paz total hacía de las suyas en el país, y al amparo de los diálogos de paz, los grupos armados al margen de la ley se fueron fortaleciendo, los narcotraficantes abrieron nuevas rutas, crecieron sus filas y sembraron el terror en todo el país.
Fueron muchos los esfuerzos realizados por el Gobierno del expresidente Iván Duque Márquez por dejar a la fuerza pública dotada de las capacidades necesarias para cumplir su misión, y al momento de entregar el gobierno, dejamos garantizados los recursos de funcionamiento e inversión necesarios para garantizar el cumplimiento de la misión constitucional. Por eso, cuando el Ministerio de Defensa, a escasos meses del nuevo gobierno, decidió renunciar a todo aquello que se había dejado juiciosamente planeado para garantizar los requerimientos de la fuerza pública, la moral de los hombres y mujeres que la integran se vio golpeada.
Hoy, quieren hacernos creer que la reciente derrota del gobierno en el trámite de la ley de financiamiento es lo que va a dejar a las Fuerzas Militares y de Policía sin poder atender sus más mínimas necesidades. En su afán de lavarse las manos, el gobierno amenaza al país con dejarlo a merced de los delincuentes, cuando en realidad eso no es nada diferente a lo que han venido haciendo en estos últimos dos años.
Si realmente este gobierno quiere hacer algo para fortalecer las capacidades de las fuerzas, les puedo dar unas ideas:
1. Revisar la altísima inejecución presupuestal de los diferentes ministerios y entidades del Estado, comenzando por el Ministerio de Igualdad y Equidad, para trasladar lo que no han ejecutado presupuestalmente dichas entidades al Ministerio de Defensa, a fin de disminuir el déficit presupuestal que tienen las FFMM en mantenimiento de las capacidades de movilidad, especialmente la aérea.
2. Que dejen de utilizar los recursos públicos para financiar costosas fiestas de fin de año, regalos y otras excentricidades, que en nada contribuyen al bienestar de los colombianos.
3. Por último, aunque suena obvio, que no se roben los recursos del erario para luego pretender asfixiarnos con más impuestos.
Siempre van a ser más las necesidades que lo que se puede cubrir con el presupuesto, por eso nuestra fuerza pública aprendió a trabajar con recursos escasos, acudiendo al ingenio para cumplir sus objetivos cuando los recursos han sido inferiores a los requerimientos. Con austeridad, eficiencia y eficacia, ha garantizado las operaciones necesarias para mantener el orden público. Pero todo esto se logra porque se tiene una Fuerza Pública motivada, con la moral en alto.
Por todo lo anterior, le pido a los colombianos que en esta Navidad del año 2024 y a la espera del 2025, mientras compartimos con nuestros seres queridos la alegría y la esperanza que trae esta época, recordemos el legado de los héroes que hicieron posible nuestra libertad. Hace más de dos siglos, en el frío altiplano de Boyacá, un puñado de hombres valientes se convirtió en símbolo de sacrificio, unión, fe y amor por la patria: Juan José Rondón y sus 14 lanceros.
En esta Navidad, que la memoria de su sacrificio nos inspire a unirnos como colombianos. Así como ellos lucharon por un sueño común, que nosotros también trabajemos juntos por una Colombia más justa, solidaria y llena de oportunidades para todos.
Que no solo esta Nochebuena, sino también la espera del fin del año 2024 y la anhelada llegada del 2025, sea un momento para agradecer, para amar y para renovar nuestro compromiso con el futuro de nuestra nación. Como aquellos lanceros del Pantano de Vargas, que nuestras acciones sean el mejor regalo que podemos ofrecer: un país mejor para quienes amamos.
¡Feliz Navidad! Que la luz de la esperanza y el amor guíen siempre nuestros pasos.
Hoy, Colombia necesita desprenderse de lo personal e iniciar a construir un sueño común, en el que he insistido y que incansablemente seguiré llevando a todos los sitios que visite y frecuente. Aquí ya no vale lo mío ni lo tuyo; se trata de lo nuestro, y unidos lo empezaremos a construir a partir del Nuevo Año 2025, para llegar con un solo candidato para el 2026. Colombia nos pertenece a todos. ¡VIVA COLOMBIA!