Debe estar celebrando su muerte. No me atrevo a señalar que fue el cerebro del magnicidio, como aseguró un ex alto cargo ecuatoriano. Pero sí creo que Rafael Correa es el gran beneficiado del asesinato de Fernando Villavicencio.
Lo persiguió durante su presidencia con tal ferocidad que el entonces periodista y activista tuvo que pedir asilo político en Perú hasta 2017. A su vuelta, como continuó con sus denuncias con idéntica valentía, Correa le advirtió que tendría consecuencias.
“Eres un cobarde sinvergüenza. Pronto se te acabará la fiesta”, escribió el expresidente corrupto, prófugo de la justicia, en noviembre de 2022.
Lo odiaba a muerte desde que el fallecido periodista descubrió la personalidad torcida de quien se vendió como el presidente del cambio y el que desterraría de Ecuador la vieja politiquería (¿les suena?). Correa no toleraba sus críticas, siempre quiso acabar con él. Por eso, en una ocasión, cuando Villavicencio trabajaba como asesor de un congresista del partido indígena Pachakutik, le mandó una madrugada un equipo de élite de la Policía a allanar su hogar. Tenían la misión de arrebatarle documentos y equipos, y, de paso, amedrentarlo.
Luego difundió la abusiva irrupción, disfrazada de acción judicial legítima, en su programa televisivo, como si Villavicencio fuese un delincuente.
El entonces presidente Correa, que utilizaba todos los resortes del poder a su alcance contra políticos y periodistas que matriculaba de enemigos, no soportaba las innumerables denuncias de Villavicencio. El ahora asesinado revelaba sus actos corruptos, deploraba su autoritarismo y la imposición de mordaza a la prensa.
Porque Correa, de temperamento irascible y agresivo, es, al mismo tiempo, frío, calculador y vengativo. Por eso, cuando tecleó “se te acabará la fiesta”, conocía perfectamente las consecuencias de sus palabras y el nulo impacto que tendría en Villavicencio dado su carácter irreductible. No lograría que se acobardara. ¿Qué pretendía, pues, con ese tipo de amenaza?
Por si faltara algo, en esta campaña electoral, en la que aspiraba a ganar la presidencia con el lema “Es tiempo de valientes”, Villavicencio volvía a convertirse en la piedra en el zapato del delincuente de cuello blanco que sigue moviendo hilos tenebrosos desde su guarida de Bélgica.
Tras la detención de Nicolás Petro, tanto en sus redes sociales como en entrevistas, reiteraba que la correísta Raisa Vulgarín, que pretende ser asambleísta, fue cómplice del hijo del presidente de Colombia y su exesposa. Que, según los chats revelados por SEMANA, recibió el encargo de transportar de Bogotá a Barranquilla una parte de los dineros sucios destinados a la campaña de Gustavo Petro.
En uno de ellos, Nicolás le escribió a Day Vásquez: “50 Camilo (Burgos, primo de Nicolás), 50 Raisa (novia de Camilo), 50 Germán y 50 Melissa”.
Para el próximo domingo había anunciado gravísimas denuncias contra el exvicepresidente de Correa, Jorge Glas, por corrupción en venta de petróleo.
Tampoco conviene olvidar que, durante sus lustros en Carondelet, Correa utilizó prácticas mafiosas con opositores para intentar cerrarles la boca. Lo hizo con el carismático opositor Fernando Balda, que también destapaba sus corrupciones. Balda alegó, con pruebas contundentes, que el presidente ordenó su secuestro en Colombia.
Pero hay que reconocer que el corrupto Correa, que prepara su vuelta al país si logra que su candidata gane los comicios de este mes, no ha sido el único feliz con la desaparición de Villavicencio. Álex Saab es otro que lo detestaba.
“Las amenazas no me dan miedo, pues yo he sido víctima por diez años de Rafael Correa. Así que lo que intente hacer Álex Saab a través de su estructura internacional me tiene sin cuidado”, dijo a Caracol Radio en su día.
A Saab le preocupaba sobremanera el riguroso informe de la Comisión de Fiscalización, del Congreso de Ecuador, que Villavicencio lideró sobre los nexos del megaladrón chavista con políticos zurdos de la región.
En el llamado “dosier ecuatoriano” demostraba cómo lavaron unos 2.500 millones de dólares cuando gobernaban Correa y su amigo, el dictador Hugo Chávez. Y a Iván Duque le entregó un documento sobre las relaciones de Saab con Piedad Córdoba. Pese a que la senadora petrista lo insultó y amenazó, no creo que tenga poder ni para mandar matar un zancudo.
Tampoco hay que dejar de lado al Gobierno chino, aliado de Correa, al que fustigó Villavicencio. Escribió el libro Ecuador made in China y mereció especial atención la catastrófica central eléctrica Coca Codo Sinclair, que cubriría el 50 por ciento de la energía del país y costaría 800 millones. Superó los 2.500 millones, tuvo más de 7.000 grietas y solo es un mamut blanco. Es indudable que los bandidos chinos, protegidos por el hampón Correa, perderían con su gobierno.
En suma, hace el ridículo Gustavo Bolívar al insinuar que la derecha cometió el crimen. Confunde la realidad con alguno de sus imaginativos culebrones.