A partir de la próxima semana no se podrán distribuir en Colombia bolsas plásticas de punto de pago, rollitos de bolsas vacías dispuestas en establecimiento comerciales para el empaque de productos a granel, bolsas para periódicos, revistas, lavanderías o facturas, tampoco pitillos, mezcladores, copitos o palitos para sujetar los globos de inflar. Esta restricción nace a partir de la Ley 2232, que fue aprobada a mediados de 2022, luego de una discusión de más cinco años en el Congreso y con los diferentes gobiernos, sobre los mecanismos regulatorios idóneos para abordar un objetivo que tenemos todos, que es evitar la contaminación por plásticos.
El plástico es un material extraordinario que ha representado mejoras incuantificables en la calidad de vida de la humanidad. Es un material que ayuda, a través de los empaques y envases, a preservar y transportar alimentos, bebidas, productos de aseo y limpieza, agroquímicos, fármacos, cosméticos o lubricantes. Lo encontramos también en materiales para la construcción como tuberías, tanques, tejas, perfiles y pisos, también en partes de automóviles, motos, aviones, electrodomésticos, aparatos eléctricos, máquinas y generadores de energía. En la salud es esencial, por ejemplo, para la fabricación de tapabocas, jeringas, prótesis, catéteres, bolsas de suero o de sangre. También en la agricultura con las películas de invernadero, acolchados o manguera, así como en bienes de consumo final como cepillos, zapatos, sillas, mesas, baldes o colchones.
Es un material liviano, económico, resistente, impermeable y que puede ser moldeado para lograr prácticamente cualquier estructura o uso. Al ser resistente e impermeable, sus tiempos de descomposición o degradación son extensos, y al ser económico, liviano y moldeable, su aplicación en productos de uso corto como empaques, envases, embalajes, bolsas o pitillos es amplio. En esta combinación de factores podemos dimensionar el desafío ambiental, con la complejidad adicional de que no existen materiales sustitutos que ofrezcan las mismas ventajas.
La solución a este desafío la encontramos en la economía circular, que se fundamenta en promover el consumo y uso racional de los productos y en aprovechar su valor, una vez estos se convierten en residuos, a través del reciclaje o aprovechamiento. Así, no solo se evita que los plásticos contaminen el ambiente, sino que se generan también nuevas oportunidades de empleo e ingresos a partir de los mercados del reuso y del reciclaje.
Acelerar la transición hacia la economía circular puede requerir impulsos o incentivos regulatorios. Esta fue la lógica del Congreso con la aprobación de la Ley en cuestión. Frente a la misma, desde Acoplásticos siempre nos hemos opuesto al camino de las prohibiciones, puesto que se incentiva la informalidad, se generan efectos de sustitución hacia otros materiales que pueden tener un impacto ambiental mayor, se estigmatiza unos productos que representan realmente un porcentaje muy pequeño de los residuos plásticos y de otros materiales, y también por su impacto en el empleo.
Ahora bien, es importante destacar que la Ley aprobada en Colombia, a diferencia de legislaciones de otros países, plantea alternativas sostenibles que apuntan en la dirección correcta hacia la circularidad. Estas alternativas, que pueden permanecer en el mercado, son aquellos productos fabricados con materiales reciclados posconsumo, los bienes plásticos biodegradables o compostables y los productos reutilizables. Adicionalmente, la Ley evita que un producto se prohíba si sus alternativas representan un impacto ambiental mayor, por ejemplo, en huella de carbono o hídrica.
La industria plástica colombiana está comprometida y ha realizado grandes inversiones en los últimos años para avanzar hacia la economía circular y, de esta manera, evitar que los plásticos contaminen. Nuestro país se ha convertido en un referente regional y está encaminado en una rápida transición hacia un modelo sostenible. Este proceso, que ha sido acelerado por un desarrollo normativo muy apresurado, naturalmente ha implicado e implicará consecuencias económicas sobre las empresas, que deberán migrar, en poco tiempo, hacia las alternativas sostenibles y el cumplimiento de las metas que establece la legislación.
Sin embargo, implicará también nuevas oportunidades en el desarrollo de materiales y procesos sostenibles, incluyendo una industria de reciclaje de plásticos que viene en rápido crecimiento. Hoy en día, por ejemplo, contamos con más de 80.000 recicladores y una capacidad anual de reciclaje de plásticos cercana a 400 millones de toneladas. Atravesar esta transición requerirá de grandes inversiones para ampliar la capacidad de reciclaje, fortalecer la infraestructura y logística para la recolección y el acopio de los residuos, y capacitar y preparar a las cadenas productivas, con nuevas tecnologías. En todo esto venimos trabajando.