Óscar Andrés, Laura, Campo Elías, Daniel, Bayron, Rubén Darío, Jhon y Brayan; ocho estudiantes entre 17 y 25 años, fueron masacrados en Samaniego, Nariño, el sábado, en una fiesta en la que los asesinos dispararon indiscriminadamente contra los jóvenes del pueblo, y solo se salvaron quienes se hicieron los muertos o lograron correr y esconderse. Sencillamente los mataron para mostrar poder, lo que técnicamente se llama una masacre terrorista. Asesinos preparados cometiendo un crimen de lesa humanidad para enviar un mensaje. Gente de una organización macabra. ¿Qué organización? Luis Fernando, Jean Paul, Leyder, Jair y Álvaro José; cinco chicos de 14 y 15 años fueron torturados y asesinados con tiros de gracia en la nuca el martes de la semana pasada, cuando salieron a volar cometas cerca a sus casas del barrio popular Llano Verde en el suroriente de Cali. Eran estudiantes de colegios del sector, sin clases por estos días, en los que sus profesores y compañeros los recuerdan con cariño.  Con los comunicados de las organizaciones juveniles en las que participaban los chicos caleños, y en un homenaje virtual a Luis Fernando con 250 personas de su colegio, me di cuenta de ese aprecio.Unos jugaban fútbol, otros bailaban, varios participaban en procesos de construcción de paz. Otra vez una masacre terrorista. Otra vez gente con mucha experiencia matando niños indefensos. El jueves durante el sepelio en el barrio Llano Verde, estalló una granada (o una bomba, no se ha sabido con claridad),y dejó un muerto y quince heridos, incluida una niña. De nuevo, ese atentado calculado para ser ejecutado con la comunidad reunida y cuando estaban de visita funcionarios gubernamentales, pretende dejar claro quién manda en la zona. ¿La misma organización?, ¿otra? Y un hecho revelador: las redes se llenaron muy rápido de mensajes justificando el asesinato de los chicos de Cali. Mensajes para borrar los intentos de unos papás y unos profesores de dignificar a las víctimas infantiles de un crimen asqueroso. Mensajes de voz de WhatsApp grabados por diferentes hombres y mujeres que en tono coloquial dicen ser portadoras de una primicia casual, según la cual los mataron porque se lo merecían. De ese tipo de cápsulas que se graban profesionalmente para contarle a un amigo que un amigo le dijo al “espontáneo” que él sabía algo. En este caso, que lo chicos eran gente mala, y que por eso “les tocó”. Mensajes elaborados, cínicamente pensados y tan difundidos, que con seguridad fueron enviados por gente con experiencia para manipular a la opinión con noticias falsas y con acceso a grandes bases de datos. ¿Si bodegas macabras de una organización determinada hacen esa tarea para deshonrar, quién está detrás? Las masacres siguen siendo noticia fugaz. La noticia de fondo es que la gente sigue aceptando y circulando por sus celulares la idea de “no estarían cortando caña”. Que otra vez el poder habla de investigaciones y recompensas, pero busca cambiar rápido de tema. Que aquí los asesinatos; hasta las masacres; hasta las masacres de niños; son triviales. Que esto se olvidará sin mayor pena y con deshonra para las víctimas. ¿Bandas criminales?,¿limpieza social?, ¿narcotraficantes, paramilitares y guerrillas?, ¿agentes del Estado involucrados? Veremos si también, como es usual, estos hechos quedarán en la impunidad, lo que ni siquiera sería noticia.Con buenos argumentos las víctimas desconfían de las autoridades en estos dos casos. ¿Cómo garantizar diligencia e independencia de los investigadores, cuando pertenecen a esas mismas autoridades? Pero además de las masacres de Cali y Samaniego, vivimos esta semana pasada el asesinato de Cristian y Maicol, de 12 y 17 años, en una población de Nariño el lunes, cuando iban a buscar a su profesora para llevarle una tarea; y en Caucasia Michel, una niña perteneciente a una familia de excombatientes desmovilizados, fue asesinada con extrema atrocidad. Si no es duradero el dolor que esto nos produjo; si no logramos que un pedazo de este país reflexione sobre la violencia homicida perpetrada por organizaciones concretas contra nuestros niñosy jóvenes; si no hay movilización social y de los medios de comunicación para hacerle seguimiento, veeduría y presión a las autoridades, garantizando verdad y justicia para estos crímenes; apague y vámonos. Por cierto: esta que pasó fue la semana de la Juventud en Colombia de acuerdo con la Ley 1622 de 2013.