Al expresidente y exsenador Álvaro Uribe Vélez no le sale ninguna movida. Los costosos abogados no logran liberarlo y día a día su angustia, la de Uribe, aumenta. Ya van a ser dos meses y sigue en detención domiciliaria. El expresidente no anda bien. Solo hay que revisar los tuits de las recientes semanas. Parece un político sin norte, un dirigente que dispara a todos lados.

El 10 de septiembre pasado tuiteó: “Nobel anticipa la violencia; Candidato la incendia; Alcaldesa, siempre tan reclamante, se declara incapaz de garantizar el orden. La autoridad firme garantiza el orden, evita el vandalismo y la brutalidad de algún policía. (Mi detención no suspende mi preocupación por Colombia)”.Es curiosa su redacción. A Juan Manuel Santos lo identifica como el “Nobel”. El “candidato” es Gustavo Petro y la “alcaldesa” es Claudia López.

No es claro por qué no los nombra. Hay un intento de criticar, pero a lo suave. Pide autoridad “firme” como solución al vandalismo. Esa noche envió otro tuit: “Mejor toque de queda del Gbno Nal, Fuerzas Armadas en la calle, con sus vehículos y tanquetas, deportación de extranjeros vándalos y captura de autores intelectuales”. Este fue peor. Exigió acciones del Gobierno actual y no hubo reacción en Bogotá. Pasan desapercibidos los comentarios del expresidente. Parecen balas al aire. El exsenador no tiene peso en la Casa de Nariño, tristemente. Sus comentarios hoy son uno más y no la autoridad que tenía el expresidente.

En otro tuit, Uribe intentó imponer su autoridad en seguridad. Utilizó una serie de palabras como prioridad, prevención, actor, objetivo y constante. Nuevamente, no caló. Voces en el viento. Uribe acudió, luego, a Juan Manuel Santos. Es evidente el recelo que le tiene. “El Nobel pide más marchas, ahora para protestar en nombre del terrorismo que favoreció con impunidad –tuiteó el expresidente–. Así las cosas Maduro no se necesita en Colombia, la metamorfosis del elegido en 2010 es suficiente”. Santos igual a Maduro. Pero a pesar de los tuits, el Gobierno no reaccionó. Nadie apoyó lo dicho por Uribe. Hubo un silencio estremecedor. La comunidad de Cádiz, en España, le quitó un premio a Uribe: el Cortes de las Libertades. Él mismo lo anunció en su cuenta de Twitter con el encabezado: “Podemos, Maduro y cía”. Parece que Podemos, organización política española, es también conspiradora contra Uribe.

El Twitter del expresidente se ha convertido en una herramienta para ventilar sus desaires. Y siguen los ataques a su sucesor: “Santos claudicó la política contra narcoterrorismo”. El martes 22 de septiembre fue más lejos: “Colombia tendría 10 mil criminales organizados en armas según fuentes serias, otros hablan de 17 mil. Su fuente de financiación principal es el narcotráfico, también minería ilegal”. Acusaciones fuertes, pero no importan en la Casa de Nariño. Son dichos de un político, nada más. No tiene credibilidad. Sus cifras son vistas como invenciones. No importan. Parecen condenadas a convertirse en el Fernando Londoño Hoyos, una voz cada vez más aislada. Su tuit del 23 de septiembre lo demuestra. Allí compartió la foto de Cartagena de hace cuatro años donde anuncia la “entrega del país a las Farc” por parte de Santos. Una demostración de fanatismo. Nadie serio acepta esa frase; más aún en el Gobierno de Iván Duque.

Lo de Uribe es preocupante, una pérdida de credibilidad alarmante. El exministro Eduardo Pizano lo dijo claramente en un tuit: “Todos sabíamos que las manifestaciones se iban a aumentar después del proceso de paz con las FARC. El Estado se durmió en entender que hay que preparar la Fuerza Pública para esta nueva realidad de expresión”. Las manifestaciones en la calle son diferentes al vandalismo y hay que enfrentarlos con manejo civil. No se arreglan con la fuerza pública ocupando militarmente la ciudad. Uribe no lo ve así: sigue en la Colombia de 2002 que ya no existe.

Afortunadamente. Tenemos otros problemas y allí el expresidente no tiene cabida. Su discurso es viejo y sin coyuntura. Habrá un pequeño grupo que lo apoya, pero ya no una mayoría. El uribismo necesita un cambio y esa transformación no la puede liderar su fundador. Su poca importancia se ve hoy: enviando tuits desde El Ubérrimo que tienen poco eco. Tampoco ayuda su firma de abogados estadounidenses en Washington. Es confuso el nombre de la campaña –www.freeuribe.com– y no parece aportar. Más en época electoral. No es clara la audiencia ni el objetivo final. Álvaro Uribe Vélez está cada vez más solo. A sus 68 años, la política parecer ser del pasado. Como si no hubiese espacio para el expresidente y tampoco para sus tuits.