Que lo sepa el mundo: en Colombia se ha iniciado una toma de nuestro Estado que busca arrasar con las libertades individuales, con la independencia de los jueces, con el derecho al disenso, a la oposición y con la voz de los pocos periodistas que todavía incomodamos. Y quién lo creyera: el que está acaballando esta toma de nuestra democracia no son las Farc, que en buena hora se desarmaron; ni el coco de Gustavo Petro, con que tanto nos ha asustado la caverna. Quien nos está llevando a esa debacle es el propio expresidente Álvaro Uribe y sus devaneos fascistas.  Su discurso es cada día más antidemocrático y más tirano, desde que la sala de instrucción de la CSJ se atreviera a imponerle a Él, el Gran Colombiano, una medida de aseguramiento dentro del proceso por manipulación de testigos y lo hubiera llamado a versión libre por la masacre de El Aro.

Transido por la ira y la sed de venganza, se ha dedicado a acabar con la Corte y con la oposición creando matrices falsas para que sus huestes se indignen y lo apoyen en su cruzada antidemocrática. Para ello ha contado con los servicios que le presta la firma norteamericana de cabildeo DCI –su hijo firmó un contrato con ellos por 40.000 dólares mensuales–, experta en sembrar fake news y en campañas de desprestigio. La estrategia para destrozar a la CSJ no solo se activó en  Colombia, sino en los Estados Unidos y se sigue pedaleando luego de que el tribunal le traspasó su proceso a la Fiscalía. Si uno mira el portal Free Uribe, creado por DCI, donde trapea con la Corte y se compara con la estrategia de desprestigio diseñada en Colombia, la mentira es la misma: la de que la Corte que lo investigó y lo apresó es un nido de prevaricadores al servicio de la mafia, de la corrupción y de cuanta porquería hay. De esa forma el acusado pasa a ser su víctima y el acusador, el acusado. En Colombia, a los magistrados les han empezado a esculcar sus pasados a ver qué les encuentran, como le está sucediendo al magistrado Reyes con el contrato que tuvo con el Gobierno Santos, revelado esta semana y que fue presentado como la prueba reina de su “culpabilidad”, cuando no lo inhabilita ni lo incrimina. A los dos días de este episodio, un portal uribista convirtió una reunión privada en casa del exministro Juan Fernando Cristo en donde estaban miembros del Partido Farc, el senador Cepeda y el expresidente Juan Manuel Santos, casi en un acto terrorista y en la prueba fehaciente de la existencia de las nuevas Farc; ese enemigo que se han inventado para exacerbar de nuevo las peores sensaciones de sus huestes. Estamos llegando al extremo de que las libertades individuales empiezan a ser proscritas por el partido de Gobierno y su máximo jefe, y a que a todos los que forman parte de la oposición se les ponga bajo sospecha. Así comenzó el fascismo: acabando con las libertades individuales e imponiendo una sola visión política a sus súbditos.

Lo más preocupante de esta campaña por acabar con el Estado de derecho es su desprecio por la independencia de los jueces y de los poderes públicos. A Uribe no le gusta la CSJ porque no la controla y porque hay en ella magistrados que fallan en derecho. Por eso, Uribe se siente más cómodo con su proceso en la Fiscalía, sobre todo ahora que le pusieron al inepto de Gabriel Jaimes Durán para pedalearlo; un funcionario gris que, según una fuente de la Fiscalía que me pidió no mencionarla, “fue puesto allí para que fuera el mandadero de Barbosa… todos lo sabemos”. La primera orden que impuso Gabriel Jaimes a su llegada a la Fiscalía fue la de acabar con la independencia de los fiscales, consagrada en varias normas. Y fue tan inepto que lo hizo por escrito. En esa comunicación, que reveló en su momento Ramiro Bejarano en su columna de El Espectador, se les exige a los fiscales ante la Corte que de ahora en adelante entreguen sus procesos a Gabriel Jaimes, cosa que no pasó ni en la fiscalía de Néstor Humberto Martínez.

¿Cómo no va a estar contento Uribe de que su proceso aterrice en la fiscalía de Barbosa con este escenario? En otras palabras, el que verdaderamente va a decidir la suerte de Uribe no va a ser Gabriel Jaimes Durán, sino el propio Barbosa porque el fiscal al que le toque el proceso va a ser un simple pintado en la pared. Transparencia Internacional ha puesto la alarma de que nuestra democracia se está quedando sin oxígeno porque hay una concentración de poder exagerada en el Ejecutivo. Yo diría que la amenaza es más grave porque el Ejecutivo en este Gobierno opera desde el Ubérrimo y desde allí es que se ha lanzado esta cruzada para acabar con el Estado de derecho. Y Duque, el presidente, está mudo. Su paz con legalidad se está convirtiendo en un Gobierno de tinte fascista, en el que un Uribe desbordado quiere imponer un Estado en que los individuos no tengan libertades individuales y en el que se nos someta a un solo pensamiento y a un solo partido, como sucede en el fascismo. Las nuevas Farc, ese enemigo que ellos crearon para unificar de nuevo el odio y el miedo, dos sensaciones que le han servido al uribismo para exacerbar las más bajas pasiones, somos en realidad todos los colombianos que no nos plegamos a sus designios. Los que abogamos por las libertades individuales, por la autonomía de los jueces y defendemos el Estado de derecho. Nos asustaron con el castrochavismo, pero nos llegó fue el fascismo. Abramos los ojos.