El problema de hoy en Colombia –así los uribistas me digan hasta de qué me voy a morir– no es el de que Uribe haya terminado preso en su finca de El Ubérrimo mientras Timochenko despacha desde el Congreso. Se equivocan: el gran problema de este país es la falta de compromiso con la verdad y su apego por las narrativas oficiales hechas a la medida de la impunidad del poder.    Para el uribismo, Uribe es el héroe que liberó al país del yugo de las Farc. Y a los héroes como él, que salvaron al país de la hecatombe, no se les toca ni con el pétalo de una rosa. Son intocables y si la justicia se mete con ellos se comete un atropello.

Esta verdad oficial construida por el uribismo les impide reconocer las atrocidades que se cometieron bajo la seguridad democrática. Borran de su narrativa los montajes a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que se hicieron desde el DAS y la Presidencia en alianza con los paras de Don Berna para deslegitimar la investigación de la parapolítica; borran de un tajo el hecho de que convirtieron el DAS en una empresa criminal al servicio de la mafia y que la utilizaron para chuzar a periodistas, a magistrados y a políticos de oposición. Omiten los cientos de desplazados, las capturas masivas y ocultan los falsos positivos. En la narrativa uribista se borra que cerca de 10.000 jóvenes fueron asesinados para hacerlos aparecer como guerrilleros muertos en combate y así poder engrosar los éxitos de la política de seguridad democrática con cifras falsas. Una política de muerte y de sangre que no tiene ninguna justificación en un Estado de derecho. "Esta verdad oficial construida por el uribismo les impide reconocer las atrocidades que se cometieron bajo la seguridad democrática". Sin embargo, en honor a la verdad, los uribistas no son los únicos que se parapetan en su verdad oficial para evitar enfrentar el juicio de la historia. Al partido Farc también le está pasando lo mismo lamentablemente. Decir que no hubo reclutamiento forzado en la guerrilla de las Farc porque nunca fue una política del secretariado –como muchos lo han dicho–, es lo mismo que decir que en el Ejército no hubo falsos positivos porque eso de matar civiles para presentarlos como muertos en combate no aparece planteado de manera expresa como una política de Estado.

Preocupa también que en la JEP vayan más rápido los procesos de reconocimiento de la verdad de la Fuerza Pública que los de las Farc. A diferencia de los militares, las Farc han decidido que no van a reconocer sus responsabilidades de manera voluntaria y que en cambio van a aceptar solo lo que la JEP les pueda probar, como bien lo advirtió en una entrevista el propio Timochenko. "Preocupa también que en la JEP vayan más rápido los procesos de reconocimiento de la verdad de la Fuerza Pública que los de las Farc". Las versiones sobre reclutamiento forzado no se han ni siquiera iniciado porque los abogados de las Farc meten y meten recursos para dilatarlas. En el tema del secuestro se han hecho dos clases de versiones en las que las Farc no se han salido de su verdad oficial: la de que ellos fueron víctimas de un Estado opresor que los obligó a tomar las armas y que los llevó a iniciar una lucha revolucionaria por los más pobres de Colombia. También es lamentable que Timochenko haya hablado primero con Mancuso, pero se resista todavía a hablar con Íngrid Betancourt.  Como van las cosas, es probable que en un año y medio, cuando el país esté en plena campaña presidencial, en la JEP exista este escenario: cerca de 200 sentencias tramitadas en contra de la Fuerza Pública, pero ninguna en contra de las Farc. Semejante asimetría le serviría al uribismo de munición no solamente para ganar las elecciones, sino para confirmar su tesis de que la JEP fue hecha para garantizarle la impunidad a las Farc.  Entiendo como nadie la difícil situación por la que atraviesa el partido de la exguerrilla de las Farc. Estuve en La Habana en todo el proceso de negociación y vi lo convencidos que estaban de dejar la guerra. Lamenté como muchos la pérdida del plebiscito y no voté por Duque pensando en que era el peor camino para afianzar el acuerdo de paz. Soy testigo y es cierto: los están matando sin que el Gobierno haya podido parar este desangre. Todo es lamentable. Pero no es hora de amedrentarse. Si la Farc no reflexiona, si no cambia su estrategia jurídica, si no reconoce los crímenes que cometió, puede terminar acabando con la JEP y con la Comisión de la Verdad.  Por eso es importante que el partido de la Farc entienda que si Uribe tiene que empezar a pagar por lo que ha hecho, este nuevo movimiento también tiene que salirse de su zona de confort y decir la verdad de cara a las víctimas.

No es momento para desfallecer en su compromiso con la verdad. Los uribistas no quieren justicia, en el fondo, cuando se indignan de ver a Timochenko en el Congreso y a Uribe preso, no es porque les parezca injusto. Es que ellos quieren ver solo a Timochenko preso, a Santos preso, a Petro preso y a todos sus enemigos presos, mientras piden impunidad total para su líder. Ese país no tiene futuro. Si se rompe la impunidad del poder que sea para todos, para Uribe, para Santos, para Petro y para todos los que tengan que responderle a la justicia. Y en ese contexto el partido de la Farc no puede hacerle trampa a la verdad en la JEP. Vea los programas de Semana en Vivo con María Jimena Duzán -¿El presidente cuestionó la decisión de la Corte Suprema sobre Uribe?-Entrevista a Iván Cepeda, el senador que le ganó el pulso a Uribe