El 26 de diciembre pasado el candidato al Senado Álvaro Uribe Vélez dijo una mentira del tamaño de un trasatlántico, que dio para pensar que se había adelantado al día de los inocentes: “En muchas partes del país, como en el Páramo de las Hermosas, las FARC están amenazando que si los campesinos no votan por Santos, los matan”. Además, aseguró que la guerrilla está elaborando un censo de ciudadanos para controlar el voto el día de las elecciones. Uribe lo decía con propósito artero: el de conseguir que tanto las FARC como Juan Manuel Santos respondieran con virulencia al engendro noticioso, ante lo cual habrían quedado emparentados en la misma respuesta, mientras que en el imaginario colectivo del populacho –el mismo al que quisieron mostrarle la cara de Uribe en el tarjetón electoral para guiar al ignorante- quedaría la idea de que era cierto lo que él dijo. El lado perverso del asunto reside en que la verdad es otra, aunque muy parecida: eran los grupos paramilitares los que ordenaban a los campesinos y pobladores de sus zonas de influencia votar por Uribe en las campañas a la presidencia del 2002 y 2006, mediante un estricto control y seguimiento a las listas de votantes, que permitía saber en cada mesa de votación por cuál candidato habían votado en forma mayoritaria. Y donde no hubieran votado por Uribe, llevaban ‘del bulto’. Esto sin olvidar que el propio Diego Fernando Murillo, alias ‘don Berna’, acaba de declarar que él y sus secuaces le aportaron $2.000 millones de pesos a la campaña presidencial de Uribe Vélez en el 2002, en lo que constituye la primera vez que un jefe del paramilitarismo asegura que entregó dinero directamente a su campaña. Y eso tuvo muy escasa repercusión en medios. Pero bastó con que William Rodríguez Abadía, el hijo bastardo de los Rodríguez Orejuela (quien declaró contra padre y tío para obtener rebaja de su pena) dijera después de 20 años y sin mostrar ninguna prueba que se reunió con Horacio Serpa, para que de inmediato los medios de comunicación se prestaran ingenuos al montaje, sin advertir siquiera que fueron infantilmente utilizados para hacer que la ‘bomba’ informativa estallara justo el día y hora en que Serpa lanzaba su candidatura al Senado. El lado positivo del asunto es que, en relación con el infundio de Uribe sobre guerrilleros amenazando de muerte a campesinos para votar por Santos, gobierno y FARC prefirieron ser responsables y no seguirle el juego, de modo que con su silencio le aplicaron sordina a tan delirante declaración, y el asunto no pasó a mayores. Pero no ocurrió, ni ocurre y al parecer no dejará de ocurrir con los grandes medios de comunicación, que de manera irresponsable –y susceptible incluso de judicialización- van acogiendo como noticia todo lo que se le ocurra espetar al caudillo de la ultraderecha, sin ser conscientes de que actúan como catapultas del prestigio de seres y políticas repulsivas, atentatorias contra la armonía social y la buena marcha de las instituciones. Como dato llamativo y que constituye récord mundial, ese 26 de diciembre de sequía informativa hice un rápido sondeo en Internet en torno a esa ‘noticia, y oh sorpresa: de diez medios consultados, ¡siete usaron idéntico titular!: “Farc amenazan a colombianos para que voten por Santos: Uribe”. La única excepción la puso Blu Radio, que agregó la palabra “dice”. Aunque es obvio que no se pusieron de acuerdo, tan asombrosa coincidencia no deja de ser preocupante.
¿Será acaso que todo lo que dice Uribe, por el sólo hecho de ser él, hay que convertirlo de inmediato en noticia? ¿Significa entonces que frente a cualquier otra bestialidad que se le ocurra a este señor –quien a medida que avance la campaña se irá haciendo cada vez más peligroso de pensamiento, palabra y obra- los medios deben acogerla sin ninguna reserva ni capacidad crítica, e irla reproduciendo como inocentes borregos al servicio de una campaña en particular, la del Uribismo Centro Democrático (UCD)? En su frenético afán comercial y publicitario esos todopoderosos medios se niegan a captar que le están dando inmerecidos brillo y resonancia a un sector político de apariencia legal, pero que encarna un claro propósito subversivo, sólo que desde la extrema derecha: impedir a como dé lugar que se consoliden el proceso de paz y la reconciliación entre los colombianos. Periodistas y medios actúan como instrumentos pasivos de unas estrategias de desinformación al servicio de lo más oscuro y reaccionario que puede existir sobre la geografía nacional. Publican como grandes noticias ciertas declaraciones que explotan como dinamita sobre la epidermis nacional y crean consternación, pero que son elaboradas desde el sub fondo, desde esa penumbra siempre emparentada con una mano negra cuyos líderes no se dejan identificar, pero que sin duda existen y en los momentos más tácticamente convenientes se hacen sentir. Eso de acoger como noticia todo lo que salga de la boca o del siniestro magín de Uribe es algo que debería estar sujeto a posible tipificación como terrorismo mediático, pero ocurre lo contrario: que obtiene la generosa y torpe complacencia de unos titulares cargados de mentiras y engaños, con un efectismo y una parafernalia que incluyen hasta fotos de policías muertos, y de inmediato asegura titulares y luminosa presencia en las redes sociales, de modo que en cosa de minutos convierten en trending topic todo lo que al genio de la propaganda y la manipulación mediática se le va ocurriendo. Esta columna de abrebocas del 2014 pretender ser entonces un llamado a la cordura, dirigido a directores de medios, editores y periodistas en general, para que de una vez por todas dejen la bobada (iba a decir la estupidez) y reciban con beneficio de inventario y responsable criterio esas ‘noticias’ explosivas que arma Uribe con precisión de relojero para hacerlas explotar en el momento que considera más propicio a sus oscuros y perversos planes. Con Uribe hay que aplicar la noble y altruista misión de ‘silenciarlo’ –en un sentido metafórico- por el bien de Colombia. No se trata de taparle la boca ni ignorarlo al 100 %, sino de lograr que los medios de comunicación sopesen con sensatez y responsabilidad histórica cada cosa absurda o delirante que se le va ocurriendo, antes de que acabe por llevarnos a todos al abismo. Porque, no nos digamos mentiras: casos se han visto… En Twitter: @Jorgomezpinilla