La derecha recalcitrante de este país está rezando para que Gustavo Petro siga creciendo en las encuestas, después de las elecciones del 11 de marzo. Y no precisamente porque se hayan convertido al petrismo –¡por dios, con esa chusma maloliente no se mezclan!–, sino porque les conviene. Tienen claro que si en la segunda vuelta Duque, su candidato, se enfrenta con Petro, el triunfo del uribismo sería arrollador, mientras que si el contrincante es Sergio Fajardo o Germán Vargas, las posibilidades de que pierdan son bastante altas.Por eso, el uribismo se ha convertido en el jefe de campaña de Gustavo Petro. En los discursos de su candidato y en las intervenciones que hacen los militantes del Centro Democrático en los medios de comunicación y en las redes, Petro ocupa un lugar estelar así se le presente como el candidato del apocalipsis, el que de verdad nos va a llevar al castrochavismo y el que va a acabar con la propiedad privada. Sus trinos se cotizaron en las redes y al igual que los de Uribe imponen hoy la agenda noticiosa en perjuicio de otros candidatos presidenciales como Sergio Fajardo, de la Coalición Colombia, del candidato liberal Humberto de la Calle y del propio Germán Vargas Lleras. Hasta en los programas radiales el temor que suscita la figura de Petro ha ocupado más la atención de los periodistas, que peleas legítimas como la que se está dando en el liberalismo en contra del expresidente César Gaviria, quien convirtió a ese partido en su coto de caza para impulsar a su hijo, Simón Gaviria. Un Petro así de crecido no ha facilitado la conformación de una coalición de centro-izquierda para la primera vuelta, lo que sin duda favorece a la derecha uribista. Si excluyen a Petro de una eventual coalición, por castrochavista, como lo señaló Claudia López en una reciente entrevista para SEMANA, los congresistas del Polo y de los verdes partidarios del exalcalde –que son muchos– pueden no apoyar a Fajardo, y si no lo excluyen, pueden quedar a merced de él. Lo cierto es que en lugar de que la centroizquierda esté tendiendo puentes con miras a una coalición en la primera vuelta, internamente todos sus integrantes andan agarrados porque este Petro que no parece tener techo en las encuestas se les convirtió en la manzana de la discordia. Los más contentos con ese despelote son los uribistas porque hasta los verdes terminaron trabajando para la candidatura del Centro Democrático. Germán Vargas Lleras tampoco se salva de estar engrandeciendo a Petro en contra de sus propias aspiraciones presidenciales. Al ver que el exalcalde estaba punteando en las encuestas, muchos vargaslleristas –como los Char de Barranquilla– votaron en la consulta de la derecha por el candidato del Centro Democrático, Iván Duque, y contribuyeron a inflar la votación uribista, en detrimento de la candidatura de Vargas Lleras, que también es de derecha.Pero hay más: su decisión de nombrar en su fórmula vicepresidencial al exministro Juan Carlos Pinzón, un candidato presidencial que en las encuestas nunca pasó del 1 por ciento, puede estar fundamentada en su lectura sobre lo que sucedió en las consultas el pasado 11 de marzo, cuando muchos colombianos salieron a votar por la consulta de la derecha movidos por el temor de ver a Petro trepado en las encuestas. La campaña de Vargas insiste en que Pinzón vale su peso en oro porque trae consigo a una gran parte del Partido Conservador, versión que no coincide ni con el análisis de La Silla Vacía, ni con las pesquisas que yo he hecho entre las toldas azules. En cambio, sí es evidente que con el nombramiento de Pinzón, Vargas Lleras se corre a la derecha y se aleja aún más del centro, un espectro que por cuenta del miedo a Petro parece interesarle cada vez menos. Hoy Vargas Lleras está donde el uribismo quiere tenerlo: no tiene cómo recoger votos de centro y la derecha lo considera un santista solapado –al fin y al cabo, Pinzón fue el ministro de Defensa de Santos y su embajador en Washington–. Por el temor a Petro, los verdes, los liberales y hasta Germán Vargas han terminado haciéndole campaña al uribismo. Ojalá se den cuenta a tiempo.