El uribismo de nuevo está en pie de guerra, exultante, con ganas de entrar en la batalla. Sin embargo, por primera vez los veo erráticos, disparándole a la radiola y sin saber a ciencia cierta cómo defender a su mesías. Eso sí: su ánimo belicoso sigue en punta, como las crestas de los gallos de pelea. Y su grito de guerra es igual de amenazante, luego de que la Corte Suprema de Justicia anunciara la fecha de la citación a indagatoria al expresidente Álvaro Uribe por los delitos de soborno y fraude procesal. De inmediato, Uribe y sus huestes hicieron lo que siempre hacen cuando la justicia toca al uribismo: se fueron lanza en ristre en su contra poniendo en duda la idoneidad de los magistrados con el propósito de socavar su reputación y acabar con su independencia. Le recomendamos: El cartel de los ascensos Ni una palabra de por qué un expresidente tiene como apoderado a un abogado de narcos y paramilitares, ni por qué aparece en las grabaciones que salieron en los medios hablando con Juan Guillermo Villegas, hermano de Luis Alberto Villegas, un paramilitar y narcotraficante que, según la Fiscalía, pertenecía al bloque metro de las Autodefensas y que fue asesinado por Julián Bolívar en 2004. Para el uribismo, el foco hay que ponerlo en la CSJ y en sus presuntos “sesgos ideológicos”. Esa es la vía para convencer al país de que detrás de esta decisión solo hay una persecución política urdida por la izquierda desarmada y hasta por el propio expresidente Juan Manuel Santos, según la versión delirante dada por el mismo Álvaro Uribe ante los medios. Pero la verdad es que un expresidente que se codea tan cerca con el bajo mundo le debe muchas explicaciones al país y, sobre todo, a la justicia. Lo absurdo no es que Uribe esté investigado por haber manipulado presuntamente testigos que lo vinculan con los grupos paramilitares, habiendo sido, como él mismo se autoproclama, un alma de Dios. Lo absurdo es que un expresidente con tanto rabo de paja haya podido pasar indemne por la vara de la justicia. Y si la justicia lo está llamando a cuentas, eso prueba que el sistema está funcionando y no que la justicia está atrapada por los sesgos ideológicos, como nos quiere convencer el uribismo. La verdad es que un expresidente que se codea tan cerca con el bajo mundo, le debe muchas explicaciones al país y, sobre todo, a la justicia.  El desprecio por la justicia que profesa Uribe lo vimos años atrás cuando la CSJ anunció otra indagatoria: la que se hizo en contra de su primo y hombre de confianza, el entonces senador Mario Uribe, cuyo caso fue el inicio del proceso de la parapolítica, otro hueco negro del uribismo. En esa ocasión, Álvaro Uribe estaba de presidente y se enfureció a tal punto que llamó a un levantamiento del pueblo en contra de las Cortes. Tras la captura de su primo, quien terminó condenado por sus nexos con el paramilitarismo, se tejió desde la Casa de Nari –¿se acuerdan de las visitas de alias Job?– un complot que después fue desvelado por la Fiscalía, dirigido a enlodar el nombre de Iván Velásquez, el magistrado auxiliar de la sala penal de la Corte que lideró la investigación de los nexos entre políticos y paramilitares. Hoy las cosas han cambiado y ni siquiera Uribe es el mismo de antes, como bien lo demuestra su caída de popularidad en las encuestas. Sin las Farc, el uribismo quedó sin enemigo, y con el retiro de Santos de la política se quedó sin sparring. Ahora le queda más difícil demostrar que es víctima de sus enemigos cada vez que la justicia lo requiere. Le sugerimos: La ministra con aval Uribe pasó de denunciante a investigado, una humillación y un revés que el expresidente no le perdona a la Corte Suprema de Justicia y que lo debe tener fuera de casillas. Uribe pasó de ser víctima de una presunta manipulación de testigos urdida en su contra por Cepeda a ser investigado como el presunto manipulador para perjudicar a Cepeda, una voltereta que lo debe tener más que malhumorado. (La denuncia contra Cepeda puesta por Uribe ante la CSJ fue archivada, pero cuando el abogado de Cepeda reveló que había personas yendo a la cárcel para convencer al testigo clave contra Uribe de que cambiara su versión, la Corte le abrió otro proceso por el cual acaba de ser llamado a indagatoria el próximo 8 de octubre). Por primera vez siento que el uribismo y Uribe han perdido su habilidad para convencer a los colombianos de que los responsables de su desgracia son los magistrados con sesgos ideológicos, los archienemigos como Juan Manuel Santos y los periodistas que nunca le copiaron. Es hora de que él mismo asuma sus errores y enfrente la marea. Uribe se ha definido como un gran domador de caballos. Es tiempo de que utilice esta destreza para domar su conciencia.