Transcurría el año 2000 en Suba, una de las 20 localidades de Bogotá, cuando 180 familias se reunieron en el salón comunal luego de ver un pequeño cartelito pegado en la portería del conjunto que decía: “Nos han robado la estatua del Dr. Rubio”.
Doña Rita, la presidenta del consejo de administración, trataba de mantener el orden mientras informaba a los asistentes que un par de días antes la estatua del gerente comercial de la Constructora había desaparecido como por arte de magia.
Villas del Monte había sido elegido el conjunto con los mejores jardines y los menores niveles de cartera morosa de administración de la localidad. Esto los había convertido en ganadores de un premio en dinero, otorgado por la Constructora, que por decisión de doña Rita, aunque parezca inverosímil, fue invertido en el elemento desaparecido.
Luego de varias horas de discusión, el consejo de administración decidió imponer una cuota extraordinaria para dotar de cámaras al conjunto, pues la inseguridad los tenía aterrados.
Días después de la reunión de los vecinos, llegó una queja en la que le exigían a la Constructora el pago de la cuota extraordinaria, pues consideraban que, si no hubiera habido premio, no se habría presentado el hurto y, en consecuencia, no sería necesaria la cuota extraordinaria.
Las bienintencionadas y buenas ideas, como promover el cuidado del conjunto y el pago a tiempo de las cuotas de administración, empezaban a ser insuficientes para construir tejido social entre un grupo de personas que tenían en común una casa nueva.
Este episodio nos permite extraer varias lecciones. Para comenzar, el relacionamiento con los diferentes grupos de interés de un negocio puede buscar muchos objetivos, uno de ellos la creación de valor social, y por varios mecanismos: la filantropía, la responsabilidad social empresarial o la generación de valor compartido.
Lo que diferencia a cada uno de estos tres mecanismos es el nivel de involucramiento que ese valor social tiene en la gestión del core del negocio. Es ahí cuando la alta gerencia es la encargada de definir el espacio de dicho valor social en el modelo de negocio.
A diferencia de las acciones filantrópicas, tan necesarias y pertinentes en ocasiones como la reciente emergencia económica y social causada por la pandemia, las intervenciones desarrolladas en el marco de una estrategia de responsabilidad social o de generación de valor compartido tienen normalmente un foco en los grupos de interés del negocio y en sus necesidades e intereses.
En ese sentido, una iniciativa de generación de valor compartido se convierte en la manera de crear valor económico y social para la empresa que la promueve, y para los grupos de interés con los que dicha compañía se relaciona a través de la iniciativa.
Lo anterior, a partir, por ejemplo, de la gestión de riesgos operativos, reputacionales, financieros o comerciales; o de la construcción de cadenas de suministro eficientes y sostenibles económica y ambientalmente.
Aquella Constructora, que en el año 2000 trabajaba por consolidar –de manera innovadora– relaciones de largo plazo con sus clientes, brinda hoy un modelo de construcción de comunidades que la diferencia en el mercado. Esta evolución la hizo acreedora del reconocimiento como una de las 20 empresas más INspiradoras de Colombia, luego de ser evaluada por FSG, la consultora internacional líder en estrategia de valor compartido.
Para conseguirlo fue necesario el apoyo permanente de su junta directiva y la evaluación de terceros externos, así como el compromiso de todos los empleados, con su conocimiento del cliente, a través del ciclo completo del negocio y aun después de él, cuando más que cliente es parte de una comunidad.
En Colombia son cada vez más las compañías que encuentran en la generación de valor social un modelo de negocio y que están dispuestas a compartir su conocimiento y aprendizajes con muchas otras.
Al respecto, es claro que el inicio de todo es la decisión política de hacerlo, y por eso el tamaño de la empresa no es del todo relevante.
Es clave tener en cuenta que la cuarta revolución industrial trae grandes beneficios para nuestra sociedad y al mismo tiempo retos en términos sociales.
La pregunta es si estamos preparados para afrontarlos. Una manera de realizarlo ya es a partir del desarrollo de negocios basados en la equidad, y la creación de valor compartido es un camino probado para hacerlo. Y hacerlo bien.