En agosto 2014 se formalizó el acuerdo de accionistas que dio lugar a la segunda empresa de telecomunicaciones del país, Tigo UNE. La transacción se logró después de un duro proceso de aprobación en el que intervinieron toda clase de actores a favor y opuestos a la transacción, dejándole al municipio de Medellín alrededor de USD 860 millones de dólares (alrededor de COP 1.7 billones de la época). Tigo UNE, la compañía resultante quedaba con un valor empresa proyectado de USD 2,500 millones gracias a las sinergias entre Tigo y UNE.

Las razones desde EPM por las cuales se impulsó la fusión eran claras y contundentes. Primero, la actividad de UNE difería significativamente de la de EPM. Mientras los mercados de comercialización, distribución y transporte de agua, energía y gas son altamente regulados, ya que la CRA (Comisión de Regulación de Agua) y la CREG (Comisión de Regulación de Energía y Gas) definen las tarifas, el mercado de telecomunicaciones es un mercado en competencia en el cual la oferta y la demanda definen los precios. Por ejemplo, si una persona vive en Bogotá está obligado a comprarle la energía y el gas a Enel y Vanti (que recientemente cambiaron sus nombres de Codensa y Gas Natural), mientras que puede escoger libremente su proveedor de telecomunicaciones entre Claro, Tigo UNE, Movistar, ETB, etc.

El pertenecer a un mercado en competencia hace que la operación de UNE y EPM fuera radicalmente distinta. Las empresas de telecomunicaciones tienen, a diferencia de las empresas del sector de agua y energía, una alta rotación de clientes y una operación de mercadeo significativa, y deben hacer una apuesta arriesgada cada vez que hacen una inversión, ya que la regulación no les garantiza un retorno. Lógicamente, la cultura en la unidad de telecomunicaciones de EPM difería significativamente de la del resto de EPM, razón por la cual EPM escindió en 2006 su filial de telecomunicaciones y creó UNE.

La segunda razón de EPM para proceder con la fusión es que UNE no contaba con una operación móvil sostenible. Con la frecuencia de 2500 MHz que le asignó el gobierno por subasta tenía que desplegar una densidad de torres diez veces superior a la que necesitaban Movistar y Claro con su frecuencia de 800 MHz para dar cobertura de un territorio dado. Ante la insistente negativa del ministerio de comunicaciones de la época, de realizar una subasta de bandas bajas, Tigo también estaba en una desventaja significativa con espectro en la frecuencia de 1700 MHz. Por último, para llegar al punto de equilibrio, UNE necesitaba invertir COP 1 billón en infraestructura y asumir COP 1 billón en pérdidas operativas mientras llegaba al punto de equilibrio de 1 millón de clientes.

La tercera razón es que UNE, a pesar de haber logrado una presencia nacional con las compras de Emtelco, Visión Satélite en Cali, TV cable promisión en Bucaramanga, Costavisión en Cartagena, y el despliegue de EPM Bogotá en la capital del país, no poseía las economías de escala que tenían los jugadores internacionales. En 2014 Telefónica tenía más de 340 millones de clientes, una cifra ligeramente inferior a la de América Móvil (accionista mayoritario de Claro), contra los 2.5 millones de clientes de UNE. Adicionalmente, la fusión en su momento tenía sentido, dado que UNE, antes de planteada la transacción, no generó dividendos significativos a EPM.

La transacción de 2014 fue supremamente positiva para EPM y su socio. El municipio de Medellín recibió por la participación de EPM en UNE, 8.3 veces su EBITDA (por sus siglas Earnings Before Interest, Taxes, Depreciation and Amortization) cuando las transacciones similares en Latinoamérica están por el lado de 5.5 veces EBITDA.

Hoy la situación de Tigo UNE difiere significativamente a la de 2014. Tras las inversiones significativas de más de 5 billones de pesos realizadas en redes entre 2014 y 2020, la compañía mencionada tuvo un EBITDA a 2020 de COP 1.62 billones y su deuda asciende a COP 2.75 billones. Una valoración de la empresa por la metodología de múltiplos, asumiendo el múltiplo EBITDA de mercado de 5.5 veces, tendría como resultado un valor de patrimonio aproximado de COP 3 billones para la participación de EPM en UNE. Si la transacción se realizara con el múltiplo de la transacción de 2014, el precio estaría alrededor de COP 5.5 billones, precio poco probable dada la competencia actual y la restricción de márgenes que existe en el sector.

Tiene todo el sentido que EPM enajene su participación restante en UNE, dado que en estas épocas hay múltiples posibilidades de inversión con un retorno financiero y social superior al que da la inversión en la compañía de telecomunicaciones. La transacción debería seguir adelante en la medida que el precio que se logre por el 50 % de participación esté alrededor de COP 3 billones.