Desde la llegada del chavismo al poder, la hostilidad hacia Colombia cambió tanto en forma como en fondo. De las declaraciones destempladas de funcionarios venezolanos con respecto al diferendo limítrofe, se pasó a las afrentas ideológicas y críticas a la forma de gobernar a Colombia. De buscar movimientos en torno a la negociación territorial, se pasó a minar la autoridad del gobierno colombiano con respecto al manejo del orden público interno. Hugo Chávez empezó, de a poco, a proyectar su influencia dentro del espacio político colombiano. Buscó ser mediador de paz, empezó a invitar a políticos afines a visitar Caracas y, en secreto, empezó a financiar a políticos colombianos. Piedad Córdoba aceptó haber recibido dineros de Chávez a través de Monómeros, empresa manejada al antojo del presidente venezolano. Otra fuente de dinero para políticos colombianos patrocinados por el chavismo fue Alex Saab, quien hoy en día es acusado en Estados Unidos de distintos delitos asociados con sus negocios con el régimen venezolano. De las sospechas de que la guerrilla colombiana tenía zonas seguras en Venezuela y tenía acceso a armamento, se pasó a los informes de inteligencia, testimonios y fotos satelitales. El gobierno de Álvaro Uribe hizo denuncias formales al respecto en varios escenarios y la comunidad internacional quedó avisada de las intenciones y acciones de Venezuela, protegiendo y patrocinando a grupos terroristas colombianos. Estos temas perdieron visibilidad y relevancia durante el gobierno de Juan Manuel Santos porque Venezuela asumió como facilitador del proceso de paz con las Farc. El show alrededor del proceso hizo que se normalizara el ver a Maduro hablando abiertamente en términos favorables y amistosos acerca de las Farc. Una vez las Farc se convierten en partido político, es natural para todos declararse abiertamente su amor y la búsqueda de los mismos objetivos. Teniendo en cuenta lo dañino de la revolución chavista, el que partidos políticos colombianos busquen los mismos resultados ya debería ser motivo de preocupación. Pero si no se hizo nada antes cuando Chávez repartía dinero ilegalmente a campañas colombianas, ¿por qué alguien va a decir algo cuando lo que quieren es ganar las elecciones en Colombia para hacer lo que hicieron en Venezuela? Lo más delicado de todo, es que de la mano de ese proyecto político que tiene planes a los dos lados de la frontera, continúa la relación entre un gobierno hostil y los grupos terroristas colombianos. Ya se vio a Maduro diciendo lo bienvenidos que eran allá alias Iván Márquez y Santrich y estos dos ya notificaron a los colombianos, desde la seguridad del territorio venezolano, sus intenciones de reanudar los ataques terroristas y la lucha armada. Todos estos elementos de la relación entre Venezuela, las Farc y el Eln, -el apoyo político y material, el refugio, los negocios de droga, minería y armas- y cómo actúan coordinadamente contra Colombia, configuran lo que en términos estratégicos se llama guerras indirectas –war by proxy-, que fueron tan comunes durante la guerra fría. Colombia, fiel a su tradición democrática y su debilidad histórica por manejos leguleyos, tratará de evitar referirse en estos términos a la agresión de Venezuela con las Farc y el Eln, pero no por ello es menos grave o menos real. Así como el país debe evitar caer en las provocaciones de un conflicto convencional en la frontera, debe atacar contundentemente el que los grupos terroristas sean patrocinados por Venezuela y usados como herramientas del régimen de Maduro. En el otro lado del mundo, Irán ha estado llevando una guerra indirecta contra Arabia Saudita en distintos frentes y a través de distintos grupos. En Yemen, los Hutíes –apoyados por Irán-, acaban de atribuirse los ataques que redujeron la producción de petróleo de Arabia Saudita en un 50% de la noche a la mañana. El nivel de sofisticación de los ataques y las armas usadas apuntan a que Irán tuvo mucho que ver, o que incluso lanzó el ataque directamente. Inmediatamente, Donald Trump dijo que estaba esperando a saber de sus amigos sauditas la confirmación de si Irán estaba detrás de esto para "proceder". Colombia no puede confiarse de tener amigos poderosos el día que los ataques sean evidentemente parte de un plan más grande y complejo que una insurgencia armada. En vez de estar preocupados por la guerra convencional que no va a llegar, hay que estar unidos para la guerra indirecta que comenzó hace más de 15 años.