No pude quedar más sorprendida después de leer la entrevista que le hizo la revista Cambio al hoy presidente de la República, Gustavo Petro: sus excusas por no haber criado a Nicolás, el presunto corrupto, y la ligereza con la que establece las razones por las cuales su hijo no tiene los valores que les ha inculcado a sus otros hijos, es verdaderamente lamentable. El hecho de que este sea el líder de nuestra nación, que debería ser un referente como profesional, padre de familia y miembro de una sociedad, da vergüenza, porque en su vanidad desconoce a su hijo y su responsabilidad como padre para salvaguardar su pellejo. Esto, para los miles de padres de familia que desconocen la ley y el ejercicio pleno de la responsabilidad parental, resulta una justificación como mínimo mediocre, que todos debemos rechazar.
Muchos hemos tenido que sacrificar momentos con nuestros hijos e hijas por el trabajo y desarrollo profesional. Esto no quiere decir que no hayamos invertido tiempo de calidad, les hayamos dado ejemplo, inculcado valores y que no seamos responsables de una crianza positiva, asertiva, que pone límites y fronteras para que ellos sean miembros ejemplares de un país que pide a gritos un cambio, no retórico sino de fondo. Lo anterior indistintamente de cuál sea el lugar o momento de la vida en el que nos encontremos como padres y madres.
El presidente dice que estaba en la clandestinidad y que por eso los momentos con Nicolás fueron escasos o nulos. Sin embargo, a mí las cuentas no me dan, porque la desmovilización del M19 fue en 1990, momento para el cual Nicolas ya tenía 4 años. Es decir que el hoy presidente ha tenido alrededor de 33 años para estar al lado de su hijo, recuperando tiempo y espacio, y siendo un padre responsable, como lo establece no solo el sentido común, sino la Constitución y la ley.
Durante los años que estuve al frente del ICBF, gran parte de los procesos administrativos de restablecimiento de derechos se daban porque muchos padres de familia deciden de manera unilateral dejar de responder económica y emocionalmente por sus hijos, dejando al garete su futuro y demostrando claramente que poco o nada entienden la correlación que existe entre proteger y garantizar los derechos de los niños y niñas, y el desarrollo y futuro de un país.
Resulta lamentable que por salir del problema político y por desmontarse de su responsabilidad, agarre de caballito de batalla el que presumen como más facilista: “no pude ser padre de Nicolás y por eso no tiene valores”. Qué vergüenza de respuesta y qué dolor de patria, porque si dejó a su hijo al vaivén de los años, de los avatares de la vida y la crianza por parte de terceros, ¿qué le espera a Colombia? Además, es un insulto para millones de mujeres y hombres que en situaciones muy adversas de pobreza, violencia e inequidad han podido estar presentes para guiar, corregir, cuidar y prestar atención sus hijos, rodeándolos sobre todas las cosas de amor.
Un ser humano que no tiene la capacidad, voluntad y convicción de responder por sus hijos, todos y cada uno de ellos, no tiene criterio moral, ni aptitud de líder, ni gobernante de toda una nación.