No hay que ser uribista para saber que del Juan Manuel Santos que fue elegido presidente de Colombia en 2010 con más de siete millones de votos queda poco o prácticamente nada.Sus casi ocho años de gobierno con mínimos consensos dejan en la lona a un Santos inmensamente solo, sin alfiles, sin escuderos, y su gabinete tampoco lo defiende. Los uribistas lo tildan detraicionero y desleal, los independientes lo ven como un presidente de elite, desconectado de la gente, y las Farc lo señalan por incumplir lo pactado en La Habana. El oxígeno se lo da principalmente la comunidad internacional que valora el proceso de paz, esa comunidad internacional cuya opinión siempre ha sido para él lo más importante. El proceso desde fuera tiene mejor aroma que en el país, donde las víctimas nos recuerdan todos los días lo que pasó. Mientras, el fantasma de la descertificación de Estados Unidos nos ronda en una Colombia inundada por la coca. El Santos demócrata tampoco salió ileso, el triunfo del No en el plebiscito se convirtió en un tiro en el pie para el presidente. Probablemente seamos injustos quienes no logremos pasarle todo a Santos aunque desarmó a las Farc. ¡Pero Colombia es más que las Farc! El Santos de hoy no es el de las aplastantes mayorías en el Congreso, su liderazgo es tan frágil que no logra las votaciones que necesita para temas cruciales, así lo demuestra la ley estatutaria para la JEP que se convirtió en un viacrucis. Pero este gobierno es el responsable, al fin y al cabo volvió adictos a sus congresistas a la mermelada y esta ya se agotó. La olla está raspada.Ya no existe el Santos de la Unidad Nacional, esta se fracturó y fue permeada por los intereses de la campaña presidencial. Tampoco existe el Partido de la U que el propio Santos creó para reelegir a Uribe, y con el que se quedó, y el cual lo acompañó en sus dos periodos presidenciales. ¡La U es tan popular como Santos! Ya nada queda del Santos combativo contra la corrupción que denunció en su primer año de gobierno las mafias que operaban en la Dian y la salud. Hoy su nombre también está en entredicho por la financiación de sus dos campañas por parte de Odebrecht, la multinacional de los sobornos. “Me acabo de enterar”, fue lo que dijo el presidente Santos cuando le explotó en las manos el escándalo, tras la confesión de Roberto Prieto, el coordinador de sus campañas, quien aceptó que por lo menos en 2010 Odebrecht pagó una factura de 400.000 dólares en afiches para Santos. ¡Roberto Prieto sigue libre! Por las últimas interceptaciones de la Fiscalía quedamos con la duda de si Santos sigue en contacto con él y si lo está protegiendo, para protegerse él. ¿Será que algún día el presidente nos lo aclara?Del Santos discípulo incorregible de Álvaro Uribe, amante de la seguridad democrática y vigilante de los tres huevitos solo queda la leyenda. Su relación con Uribe no solo terminó, también se convirtió en su peor dolor de cabeza. Uribe, sintiéndose dueño de los votos que llevaron a Santos a la Casa de Nariño, traicionado, desilusionado y herido, le montó una pugnaz y juiciosa oposición que no lo ha dejado en paz un solo día de sus dos mandatos, desde que Santos, con poco tacto, empezó a alejarse de los preceptos uribistas y mostró lo que realmente es.A cambio de Prietos, Pradas y Barreras, Santos perdió a Juan Carlos Pinzón, su pupilo, y hasta a Germán Vargas, su exvicepresidente que aspira a sucederlo, pero quien claramente hizo cuentas y entre sumas y restas se apartó de Santos para obtener más réditos, suena lógico, ¡pero los resultados están por verse! Tampoco queda mucho de aquel Santos eficaz como ministro de Hacienda del gobierno Pastrana. Más bien Santos se convirtió en un acólito facilista de los impuestos ante la crisis del petróleo, los recaudos no alcanzan, los costos del Estado son cada vez más altos y la burocracia enmermelada tiene asfixiados los recursos. La economía crece a menos del 2 por ciento. Del Santos aplaudido que despertaba admiración y encendía radios y televisores con las noticias extraordinarias sobre los resultados de operativos históricos como la Operación Jaque o las bajas de Reyes, Jojoy y Cano de las Farc, pasó a ser el presidente más impopular de Colombia en años y el nobel de paz más lánguido. ¡Quizás la historia cambie esto, esa es su última esperanza!*Periodista.