Desde que empezó la guerra de Israel contra el grupo terrorista Hamás el pasado 7 de octubre, ha venido ocurriendo un fenómeno completamente atroz que ha buscado atemorizar e intimidar a miles de jóvenes en diferentes campus de universidades en Estados Unidos, como en la Universidad de California en Berkley, la Universidad de Michigan, el MIT, Yale, Harvard y, recientemente, la NYU y Columbia.
Los manifestantes se han dedicado durante los últimos meses a atacar y a amedrentar a los estudiantes judíos, al punto de pedir la destrucción del Estado de Israel. Han sido meses muy tensos y crueles para los estudiantes judíos en estos diferentes campus. Las “marchas pacíficas” (que claramente no lo son, pues ¿qué tiene de pacífico pedir la destrucción de un Estado y de su población?) han hecho tanto daño y han causado tanta desesperación e impotencia entre los alumnos judíos de las universidades que muchos temen por su bienestar físico y psicológico.
El tema ha sido de tal proporción que, por ejemplo, oficiales de la Universidad de Columbia testificaron en los últimos días ante el Congreso de los Estados Unidos sobre el antisemitismo que se está viviendo dentro de la institución, lo que ha llevado a varios congresistas, incluida la representante de Nueva York por el Distrito 21, Elise Stefanik, a pedir que Minouche Shafik, presidente de Columbia, se retire de su cargo, pues habría “claramente perdido control del campus”.
Tras dichas declaraciones en el congreso, las protestas anti-Israel y pro-Hamás se intensificaron en la universidad, obligando el pasado domingo al Rabino Elie Buchler, (rabino asociado con la Universidad) a incentivar a los alumnos judíos a no regresar al campus y a seguir sus clases de manera virtual desde el lunes, ya que se estaría celebrando Pésaj, una importante festividad judía. El rabino se expresó con el siguiente comunicado: “Han dejado claro que la seguridad pública de la Universidad de Columbia y el Departamento de Policía de Nueva York no pueden garantizar la seguridad de los estudiantes judíos”.
Es de suma preocupación que los jóvenes tengan que salir de su lugar de estudio, el cual supuestamente es un lugar seguro, a causa de su religión y creencias. Se supone que las instituciones de educación superior, especialmente en Estados Unidos, impulsan a que los alumnos sean de diversas religiones, etnias, color de piel y descendientes de diversos países. Al fin y al cabo, a este país se le conoce como un melting pot, gracias a la gran diversificación en su población. ¿Cómo es posible que esto esté cambiando y ahora exista una persecución contra los judíos?
Estas universidades están volviendo a las épocas previas al Holocausto, como cuando, en 1933, la legislación alemana limitó la cantidad de estudiantes judíos en universidades y colegios. Pequeños hechos que, poco a poco, derivaron en la Segunda Guerra Mundial y en que 6 millones de judíos fueran asesinados a manos de los Nazis. La triste y dura realidad es que vamos por el mismo camino al de antes de la Segunda Guerra Mundial. Muchos ciudadanos del mundo y muchas instituciones a nivel mundial se están haciendo los de la vista gorda con el antisemitismo que se está perpetrando contra los judíos alrededor del mundo.
En Estados Unidos, gran parte de la problemática viene del término “DEI”, que traduce en “diversidad, igualdad e inclusión”, lo que ha llevado a que las directivas de varias instituciones traten de aglomerar la mayor cantidad de gente posible de la misma etnia o religión dentro de su establecimiento. El woke movement le ha enseñado a los niños y jóvenes una cantidad de conceptos erróneos en los colegios, especialmente en estados como California, donde en las aulas de clase son instruidos sobre conceptos tergiversando la historia, lo que los ha llevado a convertirse en adultos con bases de conocimientos equivocados y llenos de odio, que se traducen en situaciones como la que hoy se está viviendo con el antisemitismo en los campus universitarios.
Hay que entender que este tipo de movimientos son fundados y perpetuados por personas muy poderosas que buscan infundir sus propios ideales. Si no se frenan estos movimientos, solo seguiremos sufriendo como sociedad, ya que estos fomentan ideas erróneas, llenas de odio y violencia, que llevan a que hechos como el Holocausto vuelvan a ocurrir.
“La violencia es el miedo a los ideales de los demás”: Mahatma Gandhi