No hay ni un solo resultado económico, social, científico o tecnológico del que la izquierda latinoamericana pueda sentirse orgullosa. Los éxodos masivos, la corrupción, el abandono, la inflación y, de alguna manera, la falta de un ambiente sano y propicio para el bienestar de los negocios y la calidad de vida de las personas son algunos de los más “notables y objetivos” logros del periodo de hegemonía “progre” en la región.
Empecemos por Cuba, un ejemplo de miseria y muerte después de 65 años de una dictadura asesina que acabó con el apartado productivo y que se enriqueció a costa de acabar con todas las libertades de los ciudadanos. Se estima que han sido 4 millones de cubanos los que han huido de la isla en búsqueda de libertad y oportunidades. Hoy en día, y gracias a las redes sociales, se conoce la realidad de sus ciudades, que parecen más las ruinas de un país en guerra. Sin embargo, la familia de los dictadores, los hermanos Castro y sus aliados, tienen fortunas multimillonarias que derrochan a manos llenas. Fortunas manchadas de sangre.
Venezuela es otro gran desastre del comunismo “progresista”. Con la llegada del dictador Hugo Chávez se destruyó el aparato productivo de una de las economías líderes de la región y del mundo. Al menos 7 millones de venezolanos han huido del hambre y la miseria, en lo que ha sido calificado por la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) como el segundo éxodo más grande en la historia reciente de la humanidad, después de la de los sirios. ¿De qué se siente orgulloso Nicolás Maduro: de la hiperinflación, del salario mínimo de 4 dólares al mes, que no hay empresas ni capital privado? ¿Cuál es el éxito “progre” para estudiar y celebrar?
Argentina, por su parte, fue víctima de la ola de saqueo y pobreza del clan liderado por la corrupta Cristina Fernández de Kirchner, que al cierre de su vicepresidencia dejó al país con una inflación mayor al 200 por ciento; una población arruinada, dependiente de los subsidios del Estado, y un aparato productivo en crisis.
El espacio no es suficiente para referirse a los lamentables logros de la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador de Rafael Correa y hasta el mismísimo Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva.
Los únicos beneficiados del experimento socialista latinoamericano, implementando a punta de muerte, hambre y restricciones a la honra, la libertad y la dignidad humana, han sido sus dictadores y gobernantes, quienes se enriquecieron de manera descarada y abusiva a costa del trabajo y el sufrimiento de millones. ¿Esta es la evidencia que debemos salir a aplaudir? ¿Estos son los resultados que necesita una región que lleva toda su historia en búsqueda de la igualdad y el desarrollo económico y social?
Latinoamérica está hastiada, pobre y arrasada. Quizás por eso el péndulo político se está ajustando a estos desastres heredados, por lo menos en los países en los que aún queda democracia. Sin duda, la nueva estrella de la política occidental es Javier Milei, el recién posesionado presidente de la Argentina, quien con su discurso en el Foro Económico Mundial en Davos (Suiza) señaló las incongruencias y hasta las amenazas del modelo progre y woke que ha tratado de imponer el discurso falso y sin sustento de la extrema izquierda.
Es una realidad que el experimento “progre” latinoamericano devastó y empobreció a la clase media. La consecuencia relevante es que más personas pasaron a depender de Estados todopoderosos, derrochones y gigantescos. Hasta ahora sigue siendo muy discutible que el Estado sea más eficiente que los privados en la provisión de algunos bienes y servicios, una teoría que siguen defendiendo a capa y espada las dictaduras “progres” de la región. Y es que, con rigurosidad, el modelo socialista del que tanta nostalgia tienen los gobernantes de izquierda de la región no tiene ningún caso de éxito para mostrar. ¿O sí? ¿Acaso Cuba, Venezuela o Nicaragua son ejemplos de un modelo de democracia libre y que respeta los derechos humanos de todos los habitantes?
En su discurso, Javier Milei expuso ante los líderes del progresismo mundial los fracasos de su modelo colectivista y socialista en América Latina. Resulta por lo menos alentador escuchar de nuevo propuestas que promueven la libre empresa y el derecho al crecimiento económico sin las estigmatizaciones a la riqueza y al capital que tanto obsesiona a la izquierda.
La respuesta de los “progres”, “repletos” de autoridad moral, como Nicolás Maduro, fue tildar a Milei de “nazi”. ¿No logran los “progres” entender la diferencia entre las ideas liberales y el nacionalsocialismo? ¿La única crítica de Pepe Mujica, el único “progre” que llevó su cargo con dignidad y entereza, es que el multimillonario Elon Musk replicó el discurso de Milei en Davos y que pretende comprar a Argentina? ¿Y las respuestas a todo lo demás: a la desigualdad, al hambre, a la pobreza, al éxodo masivo?
Milei tiene una responsabilidad gigantesca, no solo con su país, sino con los países del continente que se quieren liberar de la explotación de las dictaduras comunistas. Por eso, lo más importante es que en Argentina no puede haber ningún retroceso en materia de derechos humanos. Es claro que para que haya prosperidad (crecimiento y desarrollo económico) deberá crear más puestos de trabajo, y para ello sus principales aliados serán los empresarios, pero debe cuidarse de cualquier retroceso en materia de derechos. Los éxitos de la propuesta de Milei pueden generar una externalidad positiva para toda la región y puede producir un nuevo periodo de desarrollo y crecimiento de acuerdo con la realidad del siglo XXI.
El modelo libertario empieza su periodo de prueba y está produciendo atención y muchas reflexiones. Las dictaduras de Cuba y Venezuela tienen los días contados. En Colombia, el experimento socialista ha fracasado estrepitosamente por cuenta de la precariedad del presidente, su gabinete y los escándalos. El socialismo salvaje está llegando a su fin en Latinoamérica y esa es una realidad que, obviamente, ignorantes como Maduro y sus secuaces se niegan a aceptar. Amanecerá en Argentina y veremos.