La guerra de Vietnam, que se desarrolló entre 1955 y 1975, fue un conflicto emblemático por el papel fundamental que desempeñó la prensa en su cobertura, que marcó un punto de inflexión en la relación entre los medios de comunicación y el poder político.

Los reportajes sobre las atrocidades cometidas, las altas bajas militares y la destrucción masiva de ciudades y campos, empezaron a generar un cambio en la percepción pública. La frase “la guerra es el espectáculo más impresionante de la televisión” se popularizó, reflejando la influencia que los medios ejercían sobre la opinión pública.

A medida que la prensa tradicional, aquella que el presidente Petro y sus áulicos atacan constantemente desde el poder político, opinó sobre las decisiones del gobierno y comenzó a cuestionar su narrativa oficial, el gobierno de Nixon intentó por todos los medios silenciarla.

La prensa no solo informó sobre la guerra, sino que se convirtió en un agente de cambio social. Las manifestaciones en contra de la guerra se multiplicaron y los reportajes dieron visibilidad al movimiento que cuestionaba no solo la guerra en Vietnam, sino también la moralidad de los estadounidenses. En varias ocasiones, el gobierno intentó restringir el acceso de los periodistas a la información controlando la narrativa. Hubo intentos de censura, y muchos reporteros se encontraron en el dilema ético de informar la verdad o acatar las restricciones impuestas.

La situación que tenemos en Colombia es similar. La prensa, como en Vietnam, ha denunciado los excesos y la mentira del poder político, aquel que constantemente se equivoca y argumenta que no lo dejan gobernar. Por eso, como lo hizo Nixon, es perseguida, no como se hacía en los setenta, sino con las herramientas de hoy: las redes sociales.

La postura de los representantes del Gobierno, y en particular de Gustavo Bolívar y Gustavo Petro, es absolutamente antitética. Cuando el presidente utiliza dineros públicos para desmeritar, atacar y desprestigiar a la prensa que denuncia sus excesos, está muy cerca de la postura Luis XIV cuando en 1655, a sus 16 años, declaró ante el parlamento francés que el Estado era él. Es decir que Petro considera que puede utilizar dineros del público para su imagen y beneficio personal, como si él personificara al pueblo.

La prensa, en un país libre, no solo tiene el derecho, sino también el deber de denunciar los excesos del poder político, y es lógico que este se defienda. Pero tengámoslo claro, por lo general quien esconde, quien abusa de su inmenso poder, sobre todo en un régimen presidencial como el colombiano, es el poder político y no la prensa.

Recordemos que la prensa es de por sí plural, que tiene periodistas de todas las ideologías políticas que ejercen su oficio con responsabilidad. Denunciar que la prensa está amangualada contra el gobierno o que unos medios particulares atacan al presidente es simplista y falso. La culpa de la infidelidad no la tiene el sofá que denuncia, sino aquellos que, como el gobierno, cometen los pecados sobre él.

No es culpa de la prensa que estemos ante una escasez de gas natural y un posible racionamiento de energía, no es culpa de la prensa que los alfiles del presidente se roben la Unidad de Gestión de Riesgos y Desastres, no es culpa de la prensa que el Pacto Histórico esté comprando congresistas, así como no es culpa de la prensa que proliferen a lo ancho y largo de Colombia los grupos al margen de la ley, ni tampoco que las atenciones de salud hayan caído 30 % versus el año pasado, mientras los prestadores de servicios médicos se quiebran.

No es culpa de la prensa que el gobierno gaste más que nunca mientras no ejecuta, ni es culpa de la prensa que esté empobreciendo a todos los colombianos. Todas estas realidades son culpa del gobierno que después de dos años, o bien no corrigió el rumbo de los gobiernos anteriores o no ha tomado las decisiones correctas.

Lo más importante es que la prensa siga informando, opinando y gritando a los cinco vientos lo que está pasando, porque de no hacerlo, a imagen de lo que ocurrió en Vietnam, el gobierno podría salirse con la suya dándoles la espalda y escondiéndoles los hechos a los colombianos por décadas.

¡Viva la prensa libre!