El término votar con los pies es asociado a trasladar el pensamiento a las acciones, es retirarse de un lugar o llegar a otro motivado en las opiniones o garantías del mismo. Coherencia, pero también necesidad.
En la literatura económica, el concepto está asociado a Charles Tiebout, quien demostró que el votante se plantea migrar a jurisdicciones más cercanas a sus ideologías o que ofrecen mejores condiciones que votar para provocar un cambio en el gobierno o sus políticas.
La portada de The Washington Post el viernes pasado traía un titular referente al tema: “Números récord de familias migrantes llegan a la frontera EE. UU.-México”. Según el diario, datos recabados por sus periodistas les permite estimar que la Patrulla Fronteriza ha detenido al menos 91.000 migrantes en la frontera intentando ingresar a Estados Unidos como grupo familiar. La cifra es la más alta históricamente y sobrepasa el récord anterior establecido en mayo de 2019, cuando el dato se estableció en 84.000. Tremendo.
Las cifras, sin duda, ponen nuevamente el tema migratorio en la palestra de la discusión política de cara a las elecciones de 2024. Mientras los demócratas, liderados por el presidente Biden, consideran que para enfrentar el tema migratorio se debe continuar tendiendo una mano blanda a quienes quieran llegar al país, los republicanos piden mayor vigilancia en la frontera e incluso la militarización de la misma.
Pero nada servirá si no se enfrenta el origen de todo: los gobiernos de izquierda radical que están destruyendo la región. Los migrantes están saliendo de Venezuela, Colombia, Ecuador, China y Nicaragua. El socialismo del siglo XXI y sus mediocres copias están espantando a los habitantes de sus países, que, cansados de falta de oportunidades, salen con lo poco que tienen a enfrentarse a coyotes y el cartel del Golfo para tratar de llegar a Estados Unidos.
Un meticuloso informe de Jesús Prado y el servicio informativo de La FM de RCN identificó las cinco rutas que están utilizando los migrantes que atraviesan el país rumbo al norte del continente.
Cada ruta es utilizada de acuerdo con los recursos que tenga cada migrante.
Hay tres rutas terrestres y dos mixtas que combinan la vía terrestre y marítima.
La primera es la ruta Ipiales, Popayán, Cali, Pereira, Necoclí. La segunda, Maicao, Ciénaga (Magdalena), Necoclí. Y la tercera, Cúcuta, Arboletes (Antioquia) y Necoclí.
Estas tres primeras terminan en Necoclí y pasan por mar hasta Acandí. De ahí se internan en la selva hasta llegar a Panamá.
Según la Defensoría, entre enero y junio de este año cruzaron la frontera entre Colombia y Panamá 196.371 personas, un dato que genera enorme preocupación si se compara con los datos del mismo semestre del año anterior, cuando salieron del país por el Darién 49.452 personas, lo que representa un aumento del 297 por ciento. Explosivo.
Pero aunque estamos frente al fenómeno migratorio más grande y severo en nuestra historia reciente, poco o nada hace el Gobierno Petro para enfrentar el problema. Pareciera que esa soberbia que lo lleva a hablar como si estuviera en una constante refundación de la patria y la paranoia que lo hace ver enemigos en cada esquina no le permite ver la gravedad de este éxodo de colombianos e internacionales que no quieren nada con él ni con lo que representa su manera de gobierno fallida y que ha dejado en la ruina a cuanto país que se ha permitido encantar por el Foro de São Paulo.
Tampoco sirve de nada la postura del Gobierno Biden de ser amplio y generoso con el régimen de Maduro, esperando avances hacia la democracia, ni su complicidad con una administración Petro en la que el narcotráfico está más fuerte que nunca y que, como lo han denunciado la Defensoría del Pueblo y la MOE, no existen garantías para llevar a cabo elecciones en un tercio de la población debido a la presencia de múltiples grupos al margen de la ley.
Pregunto: ¿quién quiere vivir en un país donde no se respeta la propiedad privada, no se puede hablar libremente, reina el narcotráfico y el delincuente tiene más garantías que el que cumple la ley? Obviamente, la gente está votando con los pies.