El atentado al Nogal marca un quiebre estratégico y moral en el conflicto colombiano. Si fue obra de las Farc -y todo así lo indica- la guerra habría entrado en la fase de "terror directo contra la burguesía". Con todo y ser repugnantes, las masacres previas de las Farc eran castigos por resistirse o ayudar al enemigo (caso Cauca) o un "daño colateral" al enfrentarse a los paras (como en Bojayá), atacar blancos políticos (como los muertos del Cartucho por el Palacio de Nariño) o estaciones de Policía en pueblitos y ciudades. En cambio en El Nogal el blanco fueron 750 niños y adultos desprevenidos que, en el simplismo ramplón de 'Tirofijo', eran la crema de la burguesía. Es el comienzo, en firme, de la "guerra urbana". Y es otro paso en la horrorosa degradación del conflicto: la Farc ortodoxa, que tantas veces condenó el terrorismo, adopta el terrorismo; la Farc campesina, que no sabe luchar en la ciudad, destruye la ciudad. Cada guerra, dijo Arendt, es la espiral de una locura. Y en este giro de la espiral, las Farc le apuestan a ablandar la burguesía. A punta de bombas -es su cálculo macabro- los ricos le sacarán la mano a Uribe. Pero el efecto más probable es lo contrario: una opinión y un gobierno endurecidos por cada acción atroz de la guerrilla. Esta vez la dureza del gobierno se concretó en la política exterior. Bush, los presidentes centroamericanos, la UE, los Consejos de la OEA y de la ONU se pronunciaron ya contra las Farc; y estarían en curso solicitudes más concretas a los países vecinos y al Consejo de Seguridad. Y claro que la solidaridad internacional es decisiva. Sin embajadas propias, sin emisoras, sin santuarios, sin lavado de dinero, sin armas, sin quién les compre coca, las Farc se acabarían en un día. Pero ahí comienza el problema: las declaraciones -e incluso la buena voluntad de los gobiernos- arreglan, cuando más, la parte menos grave del asunto (embajadas, emisoras...). La parte grave -santuario, coca, armas, lavado- ya están prohibidas por mil tratados internacionales. Y en todo caso no existen instrumentos para hacer que, por ejemplo, Chávez, ponga la Guardia Nacional a capturar guerrilleros de las Farc. Así pues lo novedoso sería acudir al Consejo de la ONU y quizá invitar tropas de los países vecinos. Lo del Consejo quizá tiene de bueno que nos pone en el centro de la atención mundial y que las Farc serían "terroristas internacionales" sujetos, en teoría, a las mismas medidas que Al Qaeda. Pero cuidado. 'Tirofijo' no es Ben Laden y el Norte no perseguirá a las Farc como a Al Qaeda. O en todo caso, el Consejo de Seguridad sólo importa para despachar "cascos azules" o autorizar ataques conjuntos (tipo Irak): -Los cascos azules van después de firmarse la paz. En casos excepcionales, como Sierra Leona, de hecho pelearon contra la guerrilla; pero se trata de un "Estado fallido", que está a leguas del caso nuestro. -Un ataque tipo Irak a las Farc es impensable porque Estados Unidos no mandaría tropas y porque para eso está el Ejército colombiano.Más claro: Europa no nos daría ayuda militar y la de Estados Unidos vendrá sin pasar por la ONU. O sea que no tenemos nada que ganar en el Consejo de Seguridad, y en cambio perderíamos el poco o mucho espacio de maniobra que nos puede dar Europa frente a Estados Unidos. Es más. Meter el Consejo de la ONU en la guerra de Colombia es sacar la ONU de la paz de Colombia. Aunque casi nadie lo vea en el momento -y así sea después de vencer a las Farc- el final de esta guerra pasará por negociar. Y aún en este instante hay cuatro asuntos de paz donde la ONU u otros países juegan o deberán jugar próximamente: el acuerdo humanitario, el contacto con el ELN, los diálogos con Castaño y -por supuesto- los "buenos oficios" que Uribe pidió de Koffi Annan.Me faltaba el punto gordo. La razón por la cual Estados Unidos nos da ayuda militar es la misma por la cual Italia, Nigeria, Perú, Brasil o cualquier otro país nos mandaría soldados: combatir el narcotráfico. O sea que acabar de internacionalizar la guerra es acabar de narcotizarla es decir, acabar de perderla. El Presidente hace bien en pedir el repudio mundial contra el acto sin nombre de las Farc. Pero hace menos bien en olvidar que en la arena internacional es demasiado riesgoso dar puntadas sin dedal.