Aunque al presidente Juan Manuel Santos le parezca que la última portada de la revista SEMANA titulada ‘El plan para refundar las Farc’ sea “falsa e irresponsable”, hay elementos para creer que la investigación periodística está bien fundamentada. En todo caso, no es la primera vez que se habla de este tema. La reconocida organización Insight Crime ya había mencionado en marzo de este año la existencia de una retaguardia leal al secretariado de esa guerrilla que se reactivaría en caso de que, según las propias Farc, se incumpliera el acuerdo de paz. Pero más allá de un estudio puntual, existen varias señales que permiten inferir que la ‘refundación’ o continuación de la franquicia Farc no es una pura fábula o una estrategia para vender más revistas, como dice atrevidamente el primer mandatario.

Puede leer: No es la verdad, ¡es la Comisión! En primer lugar, la trama para exportar droga en la que cayeron Marlon Marín –sobrino de Iván Márquez– y Jesús Santrich ya daba cuenta de que una parte de la estructura de las Farc seguía intacta. La Fiscalía tiene la información de que el señor Marín invitó en el segundo semestre del año pasado a los compradores de la droga para que “visitaran los laboratorios de cocaína de las Farc”. Así mismo, en una grabación del 20 de junio de 2017 los vendedores de coca, interceptados por las autoridades, hablaron de la participación actual de las Farc (con todas las letras) en el negocio del narcotráfico. Un segundo elemento para pensar que lo peor de las Farc puede terminar de revivir con cualquier chispa tiene que ver con las comunicaciones que alias Guacho y Gentil Duarte se cruzaron para “unir fuerzas” como lo reveló el diario El Comercio de Ecuador. En los correos de 2017 obtenidos por el periódico, Duarte hace el siguiente llamado: “Hay que mantener en alto las banderas que nos dejaron los comandantes Manuel Marulanda, Alfonso Cano y Jorge Briceño de seguir forjando el auténtico ejército revolucionario de las Farc-EP (...) sin defraudar los principios revolucionarios del marxismo leninismo”. Un tercer hecho –celebrado por muchos–, pero que, en mi opinión, debería prender las alarmas, es la renuncia de Iván Márquez a su curul en el Senado, para quedarse a vivir al lado de el Paisa. No sé a ustedes, pero yo leo ese gesto como: “Aquí estoy con el ‘propio’, listo para mostrar los dientes por si no me gusta lo que pase en adelante”.

"Por supuesto que esas Farc, que algunos pintan como una guerrilla de alto contenido ideológico que un buen día tomó las armas con el propósito de alzarse con el poder, no son las que van a ‘refundarse’"

Quizás por eso, con evidente preocupación, el propio León Valencia se preguntó a propósito del caso Santrich –quien más pronto que tarde terminará extraditado–: “¿Qué hará Márquez? ¿volverá a la guerra? (…) las disidencias, ahí sí, dejarían de ser fuerzas marginales, condenadas a convertirse en simples organizaciones criminales ligadas al narcotráfico y tendrían un nuevo impulso”. El escenario de unos líderes emblemáticos de la exguerilla salidos de nuevo de la legalidad no es descartable, y Márquez sabe bien cómo es eso de haber posado de político pacifista y luego terminar metido en el monte.

Le sugerimos: ¿Por qué matan a los líderes sociales? Finalmente, está el hecho cierto de que el Estado no ha sido capaz de cumplirles del todo a las bases guerrilleras. Oficinas como la del alto comisionado de paz no tienen cómo saber ni siquiera si, algunos de los reinsertados, reciben con la mano derecha el cheque oficial de 2 millones de pesos mensuales y con la izquierda el pago de grupos ilegales. Si no existe esa certeza, ¿cómo asegurar que no se está refundando un ejército criminal con algunos de esos muchachos desencantados de ‘la paz’? Por supuesto que esas Farc, que algunos pintan como una guerrilla de alto contenido ideológico que un buen día tomó las armas con el propósito de alzarse con el poder, no son las que van a ‘refundarse’. En cambio, la que en los últimos años se dedicó al narcotráfico y funcionaba como un cartel; la que detrás de una postiza beligerancia política se puso a extorsionar y matar es la ‘guerrilla’ que algunos, sin duda, quieren revivir.

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Ojalá las fuerzas legítimas del Estado no lo permitan, pero minimizar estos hechos es un error que cometieron el ministro de Defensa y el presidente saliente y que ojalá no repitan los que ahora llegan a la Casa de Nariño.