Se llama María Elvira Salazar. Es candidata republicana en un distrito electoral de Florida. El fin de semana tuvo un beneficio: el expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez le endosó su apoyo. Dijo que quería verla en el Congreso de Estados Unidos. “Necesito verla allá”, concluyó. El anuncio tuvo otro final: obligó al embajador estadounidense en Colombia, Philip Goldberg, a salir al aire y pedir, por Twitter, que los políticos colombianos no participen en las elecciones de su país. Que es negativo para las relaciones colombo-estadounidenses. Fue inusual el mensaje. Pero clave. El Gobierno estadounidense vio la urgencia de ponerle orden a los chismes. La participación de Uribe fue el florero de Llorente; no estaba de actor secundario. Uribe es el jefe del partido de Gobierno.

Su involucramiento es evidente. Sorprende que Uribe hubiera actuado así teniendo en cuenta que, desde hace varias semanas, se viene denunciando la participación colombiana en las elecciones del gigante del norte. Es evidente que Uribe ignora la dirección del presidente Iván Duque, que ha dicho que Colombia no abandonará la política bipartidista. Con su endoso a Salazar cruzó una línea roja. Ese es el origen del tuit del embajador gringo. Uribe asumió una posición partidista y, con ello, dejó la neutralidad. Donna Shalala, la congresista demócrata que compite contra Salazar, es favorita. Pero no es ajena a la disputa. Y ha dejado muy en claro que se acordará de la injerencia colombiana en la política estadounidense. No es la única: varios congresistas demócratas han dicho lo mismo. Colombia va a sufrir por su actividad proselitista, eso está cantado.

El presidente Iván Duque no comparte este pesimismo. Cree que es juego de la oposición. En una declaración reciente, reiteró el carácter bipartidista de la relación. Infortunadamente, está equivocado. La percepción es otra y ya es realidad. Dan Restrepo, asesor para América Latina del presidente Barack Obama, lo dice. Juan González, principal consejero de política exterior del exvicepresidente Joe Biden, lo ha afirmado. Frank Mora, exsubsecretario para América Latina del Pentágono de la administración Obama, escribió un artículo advirtiendo del tema. Los congresistas demócratas Gregory Meeks y Rubén Gallego le dedicaron una columna en CNN el pasado fin de semana. El miércoles, Restrepo, en una entrevista para El Tiempo, fue contundente: “Hoy eso [el consenso bipartidista] está en riesgo. (...) Si los colombianos le están apostando a Trump con toda –se pregunta Restrepo–, ¿deberíamos seguir apoyando a esa misma corriente política en Colombia? La relación de Colombia con Estados Unidos es importante.

Pero esta jugada es peligrosa y debe terminar antes de que rompa ese consenso, porque si se rompe será muy difícil de rearmar”. Restrepo y su grupo no ven la ventaja de ir por Trump. Él se acuerda de las amenazas recientes a Colombia de descertificación en la lucha contra el narcotráfico. Según Restrepo, el instinto de Trump, “antes de que se concentrara en Florida, era criticar a Colombia y cortar la ayuda. Lo intentó en cuatro ocasiones y fue el Congreso el que dijo que no, y mantuvo el respaldo”. Hay quienes en el Gobierno colombiano no comparten esa percepción. Creen que Trump ha sido positivo para Colombia. Que en lo esencial, las relaciones son entre Estados. Y que el apoyo decidido y temprano a la elección del director del Banco Interamericano de Desarrollo nos dio valiosos puntos. Coincido con Restrepo, ha sido una apuesta riesgosa: Trump no es el favorito. Según The Economist, tiene el 4 por ciento de probabilidades de ganar. El sitio web www.fivethirtyeight.com le da un 11 por ciento de posibilidad. En 2016, Trump tenía el 29 por ciento. En otras palabras, es mucho más difícil hoy.

¿Y si gana Biden, como lo señalan las encuestas? Colombia estará en dificultades.

El presidente Duque tendrá que actuar de inmediato. Habrá que hacer una remoción en Washington (el embajador y su equipo). Su permanencia no es favorable para los intereses de Colombia. En Bogotá, también. No veo cómo el ministro de Defensa pueda seguir; que se vaya a la campaña presidencial. El tema de la paz tendrá que pasar a primer plano. No hay opción: nos van a medir con la vara de cómo obramos en este campo. Urge un cambio de enfoque. Quedarán en el poder los demócratas. Y, para ser francos, no hay relación entre ellos y el Centro Democrático. Un mensaje que dolerá, pero el Gobierno de Duque debe apartarse de su partido para sobrevivir. Con ellos no tiene futuro. No soy alarmista. Habrá un cambio y lo sentirá la administración Duque. No lo duden. Podemos esperar, en teoría, que Biden esté demasiado ocupado y que Colombia sea su último problema. Pensar así es un error gigantesco, porque Estados Unidos es muy importante para Colombia y el manejo de esta relación no se puede dejar al azar. En últimas, ese fue el mensaje del embajador Goldberg el lunes pasado.

Los 21 meses de Duque dependerán del mantenimiento de los buenos oficios con Estados Unidos. Así de simple.