El presidente Gustavo Petro sabe del poder de la narrativa y por eso está dispuesto a arrasar con todo y con quien sea necesario para imponer su manera de ver el mundo y la política. Se trata de un ejercicio metódico y muy sofisticado para no dejar huella y aparentar que todo es orgánico. Me explico.

Si tiene tiempo este fin de semana, vea la película The Wolves, que está en Netflix. Se trata de dos especialistas expertos en cubrir crímenes que son llamados para realizar un mismo trabajo y terminan en un cómico enfrentamiento. Para el propósito de esta conversación, cito The Wolves porque las redes sociales y los influenciadores pagos con dineros de sus impuestos por el Gobierno hacen las veces de expertos limpiadores de la escena del “crimen”. Son unos lobos finalmente entrenados e inspirados en el método soviético, nada mejor que presentar un asesinato como suicidio.

Así funciona la estrategia mediática de desprestigio, manipulación y encubrimiento de los lobos cibernéticos colombianos. Primero, el Gobierno establece cuál es su política o idea para defender; luego, los influenciadores avanzan en la defensa del proyecto y en el ataque sistemático a quienes no están de acuerdo con lo propuesto. Promueven tendencias, hacen videos e inundan el universo digital con contenido que da la impresión de que, en lugar de ser una idea o venganza del Gobierno, es en realidad el resultado de un clamor social expresado en las redes sociales.

Luego, llega el contagio. Los medios de comunicación tradicionales, que tienen unidades digitales sin mucha supervisión editorial, pero sí con una gran presión comercial, muerden el anzuelo en busca de clics. Esas redacciones cuentan con una forma de monitoreo de los temas que supuestamente son los más deseados por los usuarios, conocida como SEO (search engine optimization), que revela cuáles son los temas o personas más buscadas en Google o similares para hacer una nota o publicar un tuit. Como las redes sociales, manipuladas por los influenciadores del Gobierno, logran posicionar un tema o un ataque y lo tienen en tendencia, ese tema o blanco empieza a ser buscado por las personas en Google y, en consecuencia, aparece en las sugerencias de SEO. Por lo tanto, los medios tradicionales completan el ecosistema haciendo una nota sobre el tema, por lo general sin mayor verificación, valor agregado o evaluación editorial. Simplemente, reaccionan a la supuesta demanda de contenido digital y lo producen. Caen redonditos.

Lamentablemente, el resultado es que los medios tradicionales, que deberían ser los guardianes de lo que debería ser o no noticia, o de la confirmación o evaluación de los contenidos, de la razón y no la manipulación, rápidamente se convierten en validadores de tendencias promovidas por el Gobierno en busca de clics.

Pero el contagio continúa. Una vez el tema es tendencia y ahora hay una nota en los portales de noticias, por lo general con títulos como ‘¿Por qué Fulanito es tendencia en Colombia?’, o ‘Las razones por las que critican a Menganito’, o ‘El encontronazo de Sutano con Mengano’, caen los políticos y los supuestos líderes de opinión. Ellos, en busca de visibilidad, constantemente están pendientes de los temas que son tendencia para opinar sobre ellos. Saben que, si no están montados en esa ola, simplemente no tendrán visibilidad porque no estarán en los registros de la supuesta conversación digital.

A todo esto, el Gobierno ha desplegado gran parte de su esfuerzo mediático para fortalecer la cadena de emisoras y televisión más grande del país: los medios de RTVC. Varios estudios recientes muestran cómo el contenido de los canales del Estado dio un giro de la promoción cultural y regional del país a convertirse en una máquina de defensa del Gobierno y de ataque a Gustavo Petro. De esta manera, se cierra el círculo de contagio mediático en el que participan redes sociales pagas de esta administración, la confirmación de los medios tradicionales del Estado y la validación irresponsable, inocente o conveniente, de los medios tradicionales y los supuestos líderes de opinión.

Gustavo Petro y su Gobierno nos internó en su zombicracia. Es el rey de la conversación nacional y el país no se ha dado cuenta de que todos somos zombis caminando hacia el abismo al ritmo de la narrativa de esta administración. Estamos infectados.