Caminan en masa y entre ellos se protegen, pero si no formas parte de la manada, inmediatamente se lanzan a morderte para eliminarte o contagiarte del mismo mal. Los zombis, hoy por hoy, controlan el mundo y han hecho de la democracia una “zombicracia”. Corramos por nuestras vidas.

La primera escena de la serie The Last of Us describe perfectamente de dónde vienen los peligrosos zombis. Antes de que los descerebrados arrancaran en su misión de controlar el mundo, en 1968 un científico lo predijo con todo detalle en una entrevista televisiva. Al ser preguntado si un virus destruiría el mundo, respondió que no, pero que a lo que realmente le tenía miedo era a los “hongos”. 

El epidemiólogo de la serie de ficción explica que lo más grave de los hongos es que no buscan acabar su ambiente, sino controlarlo. Como ejemplo, argumenta que drogas como el LSD vienen de hongos que alteran el cerebro. De la misma manera, explica cómo los hongos que son ingeridos por las abejas terminan controlando a los insectos y los convierten prácticamente en marionetas de sus deseos. 

Ante la mirada atónita del presentador en The Last of Us, el doctor continúa tal vez hablando sobre lo peor, y es que los hongos se alimentan de su víctima, la cual usan de hogar. Los hongos saben que necesitan a su anfitrión vivo y, por lo tanto, le dan la suficiente fuerza para funcionar, pero no necesariamente para pensar o responder a su propio albedrío. Lo colonizan, empobrecen y embrutecen para dominarlo. 

La clave de la teoría del hongo está en que necesitan condiciones especiales para desarrollarse en el cerebro de los humanos; en este caso, una temperatura alta en el medioambiente. Si la Tierra se calienta lo suficiente, dice el doctor, entonces los hongos pueden pasar a la vida y controlar cada uno de los pasos de los humanos donde viven. Terrorífico. 

Pero lejos de ser una serie de miedo y ficción, tengo la sospecha de que el actuar de los zombis de la popular serie guarda serias similitudes con lo que está sucediendo en la democracia global. 

Las redes sociales han logrado calentar el discurso público de tal manera que se ha despertado un poderoso hongo del absoluto malestar. Los contagiados han caído en la trampa de desconocer los avances que las sociedades han logrado construir a lo largo de los años. El hongo, para poder sobrevivir, ha convencido a sus anfitriones de que tienen que destruir las instituciones para lograr mejores resultados y desconocer que es más eficiente resolver los problemas incrementalmente que romper todo para volver a comenzar. 

El hongo de la zombicracia vive del caos, las protestas, la indignación, la destrucción, la inversión de los valores y la división. El hongo vive de la destrucción y no de la construcción.

La zombicracia no tiene partido. En algunos lugares es de derechas y en otros es de izquierdas. El hongo es tan poderoso que tiene la infinita capacidad de mimetizarse para infectar a la mayor cantidad de gente posible y así mantener el control de la población, así sea a punta de mentiras o promesas de cambio, sin ningún tipo de sustento, debate o justificación, para multiplicarse y reinar.

La semana que acaba de terminar es una de las más fuertes en términos de sucesos para la administración de Gustavo Petro, pero los zombis siguen intactos. El mandatario tuvo una crisis de ministros que amenaza con acabar la coalición que mantiene las mayorías en el Legislativo, en el Caquetá hubo un secuestro masivo de policías y hasta el asesinato de un uniformado, el Consejo de Estado le tumbó sus pretensiones de regular los servicios públicos, y su hijo y su hermano resultaron salpicados en un escándalo de recepción de dineros calientes para su campaña. Sin embargo, los zombis han encontrado y encontrarán maneras de justificar todo lo que está sucediendo. Pasó durante su alcaldía y ahora sucederá en la presidencia. Se trata de un poderoso hongo.

El zombi no entiende que estamos frente al caso de dineros calientes más fuerte desde el Gobierno de Ernesto Samper, en el que todo aparentemente también fue a espaldas del beneficiado, no comprende que a los policías no se les puede secuestrar, que no se puede destruir el sistema de salud, que no se puede justificar el actuar de los criminales, que las finanzas públicas en Colombia dependen del petróleo y, lo más importante, que el hongo los usa como marionetas para simplemente sobrevivir por siempre. 

¿Tienen miedo? Lo grave es que la “zombicracia” es real y no se puede apagar tan fácil como resulta darle off al televisor.