La serie sobre Pablo Escobar nos ha puesto a discutir a mis colegas y a mí sobre la conveniencia o no de ese programa. La preocupación central es que la novela convierta a la vida traqueta en faro y luz para muchos colombianos; existe el riesgo, según mis contradictores, que alguien que vea la serie termine pensando que lo que toca hacer en la vida es enriquecerse rápidamente, asesinar, sobornar, tumbar aviones, poner bombas y todo lo demás que hizo Pablo Escobar en su paso por la tierra. El otro riesgo es que terminemos exonerando a Escobar, a costa de la memoria de sus víctimas sobre las cuales nadie ha hecho una serie. Obviamente, no estoy de acuerdo con esa posición y he defendido la serie (ojo no a Escobar). Por eso, creo conveniente plantear algunos elementos de análisis sobre esta polémica. Aquí van algunos tips. Primero: No hay que confundir la gran actuación de Andrés Parra y todos sus colegas de casting, con la diabólica actuación de Escobar en la vida real. Que el actor haga bien su trabajo, no es una forma de justificar al traqueto más sangriento que ha tenido el país. Si las actuaciones resultan “verosímiles” y “simpáticas” es por el talento de los actores. ¡Qué tal el papelón del primo de Escobar, Gonzalo, que en la vida real se llamaba Gustavo! Si los actores lo hacen reír o lo conmueven, no se sienta mal, admírelos. Segundo: Hay que entender que directores y libretistas cumplen un rol artístico. Es decir, quieren insinuar, para que el espectador saque conclusiones. Su trabajo no es poner en evidencia a cada rato su intención. Es decir, le apuestan a que el televidente aporte sacando conclusiones. Y en el espinoso tema del narcotráfico este elemento es fundamental. En la serie no aparece un aviso a mitad de cada capítulo para decir que “Pablo Escobar es muy malo”. Sin embargo, ese es un mensaje implícito en la serie. Por ejemplo, la mamá del Capo sale muy mal librada, porque da la impresión de manera permanente que justifica el accionar de su hijo y se convierte en su bastón moral. Es la que le dice a Escobar, siendo niño, que por qué es tan bruto y se deja pillar cuando hace cosas malas. Nadie en sus cabales puede entender que ese es un criterio moral a seguir y un televidente serio lo entiende así. La serie se convierte de esa forma en una manera eficiente de contrastar los valores que nos mueven. Contrario a lo que muchos piensan quienes ven la serie reafirman que el de Escobar no es ninguna opción de vida. Tercero: No hay que sentirse mal si la serie muestra a Pablo Escobar como padre amantísimo y buen esposo. El asunto de fondo no es si Escobar era buen hombre de familia. Cualquier cosa buena que se piense de Escobar contrasta con las cosas malas que hizo. Es un asunto de escala de valores. ¿Si se es buen padre, no importa ser genocida? Esa posibilidad que tenemos de reconstruir una supuesta vida íntima del Narco, sólo enriquece el perfil del criminal. El mayor contexto no es para justificar su accionar, ni para balancear las cargas morales de la historia; simplemente nos pone de presente que, con todo lo malo que fue, Escobar fue alguien de carne y hueso. Cuarto: No hay que sentir miedo de escuchar a Escobar, quien hasta el momento se está llevando la mayor parte de la carga discursiva. Es claro que el extinto narcotraficante no tiene autoridad moral alguna; todo su poder viene de la violencia y el dinero. Por eso, el Capo queda permanentemente como “un burro hablando de orejas”; sólo basta oírlo defendiendo los “derechos humanos de las personas” o refiriéndose al emprendimiento y la creación de empresa, las luchas sociales y la oligarquía. Son palabras al viento, porque contrastan con un accionar perverso. Quinto: No se le olvide que Pablo Escobar fue primero y luego la serie. Es decir: las condiciones que originaron a Pablo Escobar fueron específicas y se trató de una decisión personal frente al destino que le tocó vivir. Se equivocan quienes piensan que una serie de televisión va a originar muchos más “escobares”. El problema no es que un programa de televisión aborde la vida de Escobar, sino que el país sufra de problemas graves como la pobreza; eso es lo que hay que resolver para impedir que el narcotráfico siga siendo una opción de vida para muchas personas. Sexto: Es necesario ver el resto de la serie, para observar a los actores que interpretan a personajes como Luis Carlos Galán y Guillermo Cano, asesinados por él. Será una oportunidad para ratificar que por su integridad, la de las víctimas, son realmente los ejemplos a seguir.