Normal 0 21 false false false ES-CO X-NONE     Encuentro interesantísimas las mujeres aguerridas, recias, férreas, de armas tomar, diría mi papá. Y entre mis diez predilectas están Lucrecia Borgia (1480-1519), Catalina II de Rusia, también conocida como La Grande, (1729-1796) y Margaret Thatcher, es por eso que leí su voluminosísima y desabrida autobiografía publicada en dos tomos.     Resulta que el 13 de octubre de 2010 cumplió 85 años la Exprimer Ministro de Inglaterra –y de antemano me disculpo, ahora entiendo que por la dificultad de poner en femenino el nombre de cargos como éste, hay quienes insisten en que el español es un idioma machista-, en todo caso se trata de la única mujer que ocupó ese cargo en toda la historia británica, contradiciendo la columna del conservador Winston Churchill (1874-1965) donde explicaba con amplitud por qué una mujer jamás llegarían a ser Primer Ministro de ese país, algo que consideraba a todas luces una imposibilidad metafísica.     Margaret Roberts, su nombre de soltera, se educó en la sobria tradición de la iglesia metodista en Grantham, el pueblo ubérrimo donde también nació Sir Isaac Newton (1643-1727), por ejemplo, y allí, precisamente en el culto, se conocieron sus padres, quienes luego de casarse derivaron el sustento familiar de una tienda, mientras habitaban el segundo piso de la construcción. Así que tuvo una infancia provinciana y tranquila, frugal y ocupada, en especial en sus estudios y las labores domésticas, al igual que en los deportes y el cine.     Su interés por la política surgió tempranamente al ver a su padre, a quién amó por encima de todas las cosas, pues participaba en los asuntos comunitarios desde su orientación conservadora de los problemas sociales. Llegado el momento, ella estudió ingeniería química en Oxford, donde además continuó desarrollando su interés por el ejercicio de la política. Cuando se graduó, inició su vida laboral como ingeniera y en una oportunidad, en una comida precisamente para homenajearla, conoció al empresario Denis Thatcher (1915-2003); hombre mundano de riqueza congénita con diez años más que ella quien además conducía un Jaguar en el que la llevó a pasear. A ella le interesaba la pintura industrial, a él los pegantes y a ambos la política, además, como si fuera poco, él era una enciclopedia en asuntos económicos. Como era de esperarse, se casaron con el tiempo, y así permanecieron hasta que él murió –y no hay que perder de vista que es el último plebeyo que ha recibido un título nobiliario inglés de carácter hereditario, sin duda un merecidísimo reconocimiento-, y en la medida en que ella se hizo cargo vivir doméstico, el hogar se volvió su prisión –y no lo escribo con lirismo, en mi defensa puedo afirmar este es el título que le dio al tercer capítulo de su autobiografía-, así que a los 26 años decidió estudiar derecho, mientras transcurría apaciblemente el embarazo de sus mellizos. Así que durante la incapacidad de su cesárea diligenció los formularios para ingresar a la facultad, de donde se graduó en leyes al cabo de unos años y luego se dedicó a la política profesional militando en el partido conservador, por supuesto.     Entonces cambió la vida conyugal para este matrimonio puntual, ordenado y flemático hasta el punto que al principio de cada año la pareja se reunía, cada uno con su agenda en la mano, para programar las actividades que realizarían juntos, generalmente ocasiones sociales formales. Así sus vidas se hicieron independientes y vertiginosas. Sin embargo Denis, siempre maduro, solidario y comprensivo, la invitaba a comer y le regalaba una joyita cuando ella tenía reveces políticos, y generalmente los diamantes eran más eficaces a la hora de aliviar la ira y el intenso dolor que le causaban las derrotas.     Llegó a ser la primera líder del partido conservador, entre 1975 y 1990, además la persona que más tiempo estuvo al mando en el siglo XX. Transformó a Inglaterra durante su gobierno, que empezó de 1979, pero mientras se recuperaba la industria y economía, se deterioraba el bienestar general, tal como sucedió en muchos otros países que también implementaron el modelo neoliberal durante esa época, verbigracia, Colombia. Además debió encarar grandes manifestaciones y protestas airadas durante su mandato, a la vez que se mantuvo impasible frente a la huelga de hambre de los diez miembros del IRA que finalmente murieron de inanición expresándose en pro de su causa. Aun así la victoria inglesa en la Guerra de las Malvinas de 1982 restauró su popularidad, el mismo año en que desapareció su hijo Mark durante el Rally Paris Dakar. Y continuó en su cargo hasta que dimitió en 1990. Fue diputada en la Cámara de los Comunes hasta que la Reina Isabel la hizo Baronesa, ingresando a la Cámara de los Lores a donde recibió la Orden de la Jarretera; en todo caso lugares desde donde como siempre impuso su visión anticomunista y euroescéptica, como se dice en el argot geopolítico.     Pero La Dama de Hierro también se recuerda porque era amiguísima de Ronald Regan (1911-1989), compartían ideologías hasta el punto que nunca tuvieron ni un sí ni un no político. La opinión pública jamás olvidará que en alguna ocasión él dijo con el carisma y la simpatía que le eran tan propios, y seguramente con los primeros síntomas de su enfermedad de Alzheimer: Maggie es el mejor hombre en Inglaterra. También se me viene a la memoria aquella famosa foto en que Nancy Regan, Primera Dama de Estados Unidos en ese momento, ataviada con un vistoso vestido rojo y con cierto entusiasmo estudiado saludaba a Denis, quien besaba su mano con una honda genuflexión -y siempre me pregunté cómo lo llamarían, ¿el Primer Marido de Inglaterra?-, en fin, los asuntos del género y el poder siempre son complejos.     Por último, en la actualidad, aquejada con demencia senil, está apartada de la vida pública. Y me deja pensando que en general para los exmandatarios siempre es difícil pensionarse y desaparecer de la vida pública, que el vicio de mandar no se rompe fácilmente.