La aprobación de leyes se va a volver un plebiscito permanente que va a amenazar el avance de las reformas que necesita el país. A la hora del balance, pocas cosas serias se han dicho sobre el escándalo con la Reforma a la Justicia. Uno de los análisis más acertados lo hizo Daniel Pardo en el portal Kien & Ke. Pardo destaca el papel de los medios en el reversazo del Congreso y el Gobierno y señala con toda claridad que no estamos frente a un fenómeno popular como el que se ha dado en otras partes del mundo.Lo de la Reforma a la Justicia no fue el producto de una manifestación masiva en las calles, como las ocurridas en Oriente Medio, Europa o Estados Unidos. Se trató de un trending topic, que se llevó buena parte de la agenda de los medios. Ello no le quita méritos a lo ocurrido, pero sí condiciona el análisis sobre lo que viene para el futuro político del país.En el nuevo estado de cosas, el Congreso quedó sin saber cómo legislar. Para toda ley hay un trámite: debates en comisiones, debates en las plenarias, conciliaciones, etc. Eso sigue estando claro, pero, por culpa de los mismos legisladores, quedó fracturada la legitimidad de ese proceso. Hoy mismo, representantes y senadores deben estar recalibrando todas las herramientas de vuelo: ¿qué es lo que se debe hacer para impedir un fiasco como el de la reforma a la justicia? ¿Cuáles son las propuestas que calan favorablemente en la opinión y cuáles no? ¿Cuáles debemos descartar de tajo, porque nos van a poner como trending topic negativo en Twitter? En ese proceso de recalibración puede ocurrir de todo.“Uno sabe lo que lleva al Congreso, pero no lo que sale de allá”, es una de las frases célebres entre los miembros del gabinete de cualquier gobierno. En el nuevo panorama resulta prácticamente imposible saber qué es lo que va a salir del Congreso. Imaginen, por ejemplo, la situación para una reforma tributaria o el código minero, que abordan temas sensibles para la opinión pública, pero que implican un carácter técnico medianamente elevado. Todas esas iniciativas se van a abordar con la estrategia de “ensayo y error”. No importa la seriedad con que cualquiera haya estudiado un tema, el asunto es que no haya reticencia por parte de la opinión pública y si toca desestimar cualquier propuesta, aunque esté bien sustentada, se echará a la basura. Es un riesgo enorme, porque el proceso legislativo está a punto de convertirse en un plebiscito permanente.Por ejemplo, en este nuevo escenario ¿se habría podido hacer una reforma como la de las regalías que quedó aprobada el año pasado? Me atrevo a decir que, en el estado de cosas actual, ese proyecto y muchos otros que han ayudado a la estabilidad de las finanzas públicas, no habrían avanzado.Por eso, la amenaza más grande que hay luego del escándalo con la Reforma a la Justicia es la del Populismo Legislativo: un estado de plebiscito diario, en el que las leyes dejarán de ser reglas del juego estables para todos los colombianos y pasarán a ser una consulta permanente al pueblo de acuerdo con los intereses electorales de los señores congresistas. El perfecto Estado de Opinión. Ese extremo también es pernicioso.