A mediados del mes de julio, cifras de la Superintendencia Financiera mostraron que más de medio millón de tarjetas de crédito fueron canceladas en medio de la cuarentena. Un tema que no es de extrañar dada la delicada situación que pasan los hogares colombianos, en donde la capacidad de gasto se ha visto reducida y el flujo de ingresos parece contraerse cada vez más.  En épocas recesivas, tendemos a ser mucho más cautelosos a la hora de gastar y muchos evitan la tentación de pagar sus comprar con tarjetas de crédito a más de una cuota. Con la situación económica como está, no se sabe qué pasará con los empleos e ingresos el día de mañana e, incluso, hay empresas que entraron en negociación con sus trabajadores para reducir sus salarios. No endeudarse más de la cuenta, o sencillamente no endeudarse, pareciese ser uno de los objetivos actuales de los hogares colombianos. No obstante, la bancarización ha mantenido un equilibrio entre quienes intentan alejarse de medios crediticios y los que, por temas de confinamiento, o acceso a recursos estatales, entre otros aspectos, han recurrido a abrir cuentas bancarias, depósitos, o banca móvil, como una de las alternativas más viables en términos de ahorro y movimiento de dinero. Lea también: De pandemias y mal servicio al cliente Casi en paralelo, el noveno Reporte de Inclusión Financiera RIF-2019, desarrollado exitosamente por los equipos de la Banca de las Oportunidades y la Superintendencia Financiera de Colombia, revelaba avances muy significativos en la materia. Para finales de 2019, el 82,5% de la población adulta tenía al menos un producto financiero. Esto involucra a más de 29 millones de personas; un aumento considerable teniendo en cuenta que 10 años atrás eran apenas 12 millones de colombianos, cifra equivalente al 57,3%. Infortunadamente, hoy el segmento más joven de esta población es el grupo mayoritariamente excluido del sistema financiero. Mientras que los adultos entre 40 y 64 años alcanzan el 89% de inclusión, los menores de 30 años apenas sobrepasan el 70%. Un grupo de población al que podría accederse con un poco de educación financiera para dar a conocer el portafolio de instrumentos bancarios en materia de inversión, ahorro, préstamos, etc. Ante esto, el Gobierno nacional ya trabaja en esa línea, buscando superar las brechas, debido a la expedición de normas sobre corresponsalía digital y depósitos y créditos de bajo monto, así como a la nueva definición de política que traerá el Conpes de educación e inclusión financiera, según lo han venido divulgando y promoviendo positivamente el director de la Banca de las Oportunidades, Freddy Castro, así como el superintendente financiero, Jorge Castaño. Asimismo, por género se evidenció un aumento, pero en la grieta. Mientras el 85% de los hombres tienen acceso a por lo menos un producto financiero, en el caso de las mujeres se tiene un 79,7%, lo que implica un aumento de 3 puntos porcentuales en la brecha respecto a 2018. Y un dato alarmante que se suma a esta brecha de género es que, aunque las mujeres tienen un mayor cumplimiento de sus obligaciones, el promedio de los montos aprobados para mujeres es inferior respecto a los montos aprobados a los hombres. Esto tiene una mayor incidencia en productos como los créditos de consumo y de vivienda. Un aspecto realmente contradictorio y sobre el cual no existe fundamento razonable en materia financiera; de hecho la evidencia del reporte muestra mejor capacidad de pago de las mujeres. Recomendado: Reanimar la industria creativa en Colombia Por supuesto, era de esperarse que la brecha también trascendiera a nivel regional, en donde las áreas rurales se mantienen con altos niveles de exclusión. En términos generales, mientras las zonas urbanas tienen un acceso del 90,4%, los municipios rurales sólo cuentan con un 55,7% de acceso dada la diferencia en cobertura de servicios y disposición de herramientas financieras. En resumen, el mejor indicador lo tiene la región Centro Oriente y el más bajo se concentra en la región Caribe. Ahora bien, una cosa es el indicador que muestra a los adultos que poseen al menos un producto financiero y otra aquellos que cuentan con ese producto financiero activo. Allí, de los 29 millones de colombianos, 5,9 millones no lo utilizan. Y en materia de crédito, este será uno de los indicadores más afectados en las cifras de 2020. La pandemia del coronavirus trajo avances positivos con respecto al acceso a productos financieros para los colombianos; cifras preliminares de la Banca de las Oportunidades apuntan a que, solo en el primer semestre del 2020, llegaron a la banca dos millones de nuevos clientes, lo cual permitirá que la población bancarizada supere los 30 millones de habitantes y el indicador se sitúe por encima del 86%. Asimismo, entre enero y abril de 2020 se abrieron más de 2,1 millones de cuentas de ahorro (no necesariamente nuevos clientes), 600.000 más que en igual periodo del 2019, un crecimiento del 39,2%; esto no contiene las cuentas de ahorro especial, los depósitos simples ni los electrónicos. De estos últimos se establecieron unos 804.000 en coyuntura, para girar los recursos del Ingreso Solidario a las familias beneficiarias, según la información del Departamento Nacional de Planeación (DNP). Puede interesarle: Turismo y poder de mercado Una gran parte se debe a las medidas que se tomaron positivamente una vez se evidenciaron los problemas en acceso a la banca. Uno de los primeros ejemplos que se vieron en las medidas anunciadas por el Gobierno fue la bancarización de casi 270.000 pensionados para que dejaran de recibir su mesada de manera presencial y pasaran a recibirla en cuentas de ahorro. Otros aspectos que llevaron a los colombianos a acceder a productos financieros fueron las posibilidades de obtener un subsidio del Gobierno, de retirar parte de las cesantías, de recibir el salario o la mesada pensional y hasta el desembolso de un crédito respaldado por el Fondo Nacional de Garantías (FNG). Cabe resaltar que, en épocas de pandemia, la expansión de los canales digitales es de gran importancia. Esto involucra, incluso, un mayor índice de inclusión a nivel empresarial y, por ahora, significa un condicionante para sobrevivir a la época en la que los domicilios, los giros y los pagos virtuales toman mayor protagonismo. Sin embargo, más allá de alcanzar alguna cifra en cobertura, es importante evaluar el indicador de productos financieros activos para el reporte de este año. Indudablemente los productos de crédito y préstamos de diversa índole tendrán uno de los impactos más fuertes, y se necesitarán de medidas que incentiven la toma de préstamos y créditos una vez empecemos a retornar a una nueva normalidad. Es evidente el reto que mantiene nuestro país en reducir brechas de género y regionales, pero luego de la pandemia, el portafolio crediticio necesitará incentivos para volver a tomar fuerza en medio del anhelado proceso de recuperación económica que necesita de inmediato Colombia. Lea también: Bioseguridad para una apertura económica responsable